Tribuna Israelita

Libelos antisemitas: asesinato ritual

En el mes de marzo se conmemora una fecha dolorosa dentro de la historiografía judía: el primer cargo formal de asesinato ritual adjudicado a los judíos, el cual devendría en uno de los estereotipos antisemitas más irracionales y al mismo tiempo más arraigados en la conciencia colectiva.
La acusación de homicidio cometido con fines mágicos o maléficos es propia de todos los países y de todas las latitudes.

Probablemente se deriva de la práctica de realizar sacrificios humanos que antiguamente era universal. Cuando esta costumbre fue abandonada y condenada, el cargo se imputó a los herejes y a los enemigos. En la época helénica los griegos acusaron a los judíos; posteriormente, los romanos culparon a los primeros cristianos y éstos a los gnósticos. Se trata de un arquetipo que reaparece cada vez que una sociedad se enfrenta a extranjeros detestados.
En el caso de los judíos de Europa, particularmente, durante siglos se repitió la acusación de que éstos eran hijos del demonio. Los cargos fueron aceptados a pesar de que obviamente no existía evidencia que los apoyara.

HISTORIA
El más antiguo cargo de asesinato ritual se sitúa en la época helénica, con los escritos de Demócrito, quien alegaba que cada siete años los judíos capturaban extranjeros y los llevaban al templo de Jerusalem para sacrificarlos.
La acusación permaneció latente y surgió espontáneamente en 1144 en Norwich, Inglaterra, cuando se encontró en un bosque el cuerpo de un joven y corrió el rumor de que había sido asesinado por los judíos. No obstante, como no hubo evidencias para comprobar el crimen, ningún judío fue juzgado. Las autoridades no dieron crédito a la queja y se esforzaron por proteger a los judíos.
A pesar de que la acusación no tuvo consecuencias inmediatas, la propagación del mito y sus efectos a largo plazo fueron devastadores. En el siglo XIII la calumnia se extendió como mancha de aceite provocando la muerte de miles de judíos. Ante la gravedad de la situación, el emperador alemán Federico II asignó a una comisión de altos dignatarios la tarea de establecer los orígenes de la acusación. Después de una larga investigación la comisión dictaminó que no había nada en las Escrituras hebreas que hablara de que los judíos estuvieran ávidos de sangre, sino que por el contrario sus leyes prohibían estrictamente dicho uso: “Estatuto perpetuo será dentro vuestras generaciones en todas vuestras moradas, que no habéis de comer ni sebo ni sangre” (Levítico 3:17).
Como respuesta, en 1236 el emperador promulgó su Bula de Oro con la que intentó liberar a los judíos de tan terrible acusación.
En 1247 el papa Inocencio III también apoyó estos esfuerzos a través de una bula, pero todo fue en vano. Los casos de asesinato ritual sustituyeron gradualmente a las cruzadas como pretexto de exterminios masivos.
Para el siglo XIV la acusación se transformó. Se alegaba que los judíos necesitaban asesinar a un niño cristiano inocente con el fin de incorporar su sangre -que tenía propiedades mágicas- al pan ácimo que consumían durante su Pascua. El mito se perpetuó durante siglos y cientos de miles de judíos fueron enjuiciados, torturados y masacrados por supuestos crímenes rituales.
A partir del siglo XVII, estos cargos contra los judíos se difundirían por Europa oriental, principalmente en Polonia y Lituania, en donde conforme se deterioraba la situación aumentaban los casos. El libelo se asociaba con la antigua creencia de la capacidad medicinal de la sangre y las supuestas cualidades hechiceras de los judíos.
En el siglo XIX los sentimientos antijudíos transformados en el antisemitismo moderno, incorporaron el libelo de sangre con el fin de incitar a las masas contra las minorías judías. Tal fue el caso del Libelo de Damasco (1840) en el que se difundió el rumor de que un sacerdote franciscano había sido mutilado por los judíos para satisfacer sus necesidades rituales.
En Rusia, particularmente, factores medievales y modernos se combinaron para dar pie al surgimiento periódico de este tipo de acusaciones, que culminaron con el “Caso Beilis” en 1911. En esta ocasión, en una cueva cercana a Kiev, se descubrió el cuerpo mutilado de un muchacho de 12 años. De nuevo, a pesar de no contar con ninguna prueba, un humilde superintendente, el judío Menajem Beilis, fue culpado. El caso atrajo la atención internacional. Pensadores y liberales defendieron su inocencia y tras un largo proceso, Beilis fue liberado.
Los nazis también utilizaron este libelo como parte de su estrategia antisemita. El 1° de mayo de 1934, dedicaron la edición completa del diario Der Stürmer al cargo de asesinato ritual judío y semanalmente incluían ilustraciones alusivas al tema
.      Con la llegada del antisemitismo europeo al Medio Oriente durante la primera mitad del siglo XX, las acusaciones antijudías se dispersaron en esta región. Entre 1960-70 el libelo fue diseminado por algunos sectores árabes, como fue el caso del rey Faisal de Arabia Saudita quien aseguraba que los judíos celebraban anualmente su Pascua asesinando a un no judío y consumiendo su sangre.
El libelo de sangre, en sus varias formas, es una de las más terribles expresiones de la combinación de la crueldad y credulidad humanas. Ninguna investigación psicológica o sociológica puede profundizar en las causas que impulsaron a los numerosos instigadores y a los propagadores de esta calumnia que llevó a la tortura, expulsión y muerte de un innumerable número de judíos, y que hoy en día -pleno siglo XX- continúa siendo explotada por individuos sin escrúpulos.

BIBLIOGRAFÍA

Encyclopaedia Judaica Keter Publishing Co., Israel, 1981

Poliakov, León De Cristo a los Judíos de las Cortes

Raíces, Argentina, 1988

Prager, D. & Telushkin, J. Why the Jews? Simon & Schuster, USA, 1983

Trachtenberg, Joshua The Devil and the Jews The Jewish Publication Society of America, USA, 1943

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