Tribuna Israelita

Las minorías cristianas en el mundo árabe

Los cristianos de Medio Oriente, vinculados por su fe con el occidente cristiano y por su comunión cultural con el oriente musulmán, vivieron en el Imperio Otomano como ciudadanos “dhimmis” o tolerados, sufrieron los bandazos de la política colonial de las metrópolis europeas y engrosaron después a la vanguardia del renacimiento cultural y político árabe. Como minoría religiosa en la región, más cultos y con mejor posición económica que sus pares musulmanes, abrieron las puertas a la modernidad: fundaron la primera imprenta en Líbano, crearon diarios en El Cairo tras la invasión napoleónica y fomentaron las nuevas ideas nacionalistas, laicas, revolucionarias y liberales.
Durante la época de la conquista musulmana, habitaban en el Medio Oriente más de 15 millones de cristianos, que constituían el 95% de la población total de la zona. En su mayoría urbanos, fueron paulatinamente aislados y peligrosamente amenazados por la mayoría musulmana. A la fecha se estima que quedan menos de 12 millones, que conforman tan sólo el 6% de la población, y de continuar esta tendencia, para el año 2025 allí habitarán únicamente seis millones de cristianos.

Entre los factores que afectan significativamente la presencia de la población cristiana en esta convulsionada región del mundo se encuentra la migración a otros países y las muertes ocasionadas por las guerras civiles y los conflictos de baja intensidad. El proceso migratorio se originó a principios del siglo XX, durante la decadencia del Imperio Otomano, cuando cristianos de buena posición económica comenzaron a enviar a sus hijos a estudiar a Europa o América. Conscientes de que en estos países encontrarían mejores condiciones de vida los nuevos inmigrantes exhortaron a otros miembros de la familia a unirse a ellos, lo que les permitió mantener una vida comunitaria junto a sus compatriotas exiliados. La tendencia se fue acentuando conforme la situación política y económica de la región se volvía inestable.
Las guerras civiles y las persecuciones religiosas, también han influido en el proceso migratorio de las comunidades cristianas a otros países. Las familias que no cuentan con los recursos necesarios para emigrar han permanecido en sus países de origen enfrentando numerosas restricciones, injusticias y desigualdades por parte de sus respectivos gobiernos. Han sido víctimas, además, de las atrocidades cometidas por grupos fundamentalistas que buscan la islamización de sus Estados por medio de la violencia y del abuso de los derechos humanos.
A pesar de que las distintas comunidades cristianas en los países árabes mantienen costumbres y tradiciones similares, las situaciones y amenazas que enfrentan varían en función de los distintos contextos políticos, sociales y económicos que acontecen en ellos.

Los cristianos palestinos
De acuerdo a cálculos estadísticos, de los 400,000 cristianos palestinos, en territorio israelí habitan cerca de 150,000 y el resto está disperso en el mundo, especialmente en Sudamérica, Estados Unidos y Canadá.
Hasta 1948 gran parte de los cristianos de la Margen Occidental vivía en aldeas homogéneas, cuya población era casi en su totalidad cristiana. Posteriormente dichas zonas recibieron flujos de migrantes palestinos, en su mayoría musulmanes, que se ubicaron en campos de refugiados. Esta migración modificó el mapa demográfico de la región. El influjo de refugiados musulmanes, el alto grado de fertilidad de ese grupo (8 a 10 hijos por familia) y la emigración han generado una sustantiva disminución de esta población cristiana.
A pesar de que hoy en día la ciudad de Belén cuenta con una amplia mayoría musulmana, Yaser Arafat decidió mantener el statu-quo que existía en la ciudad desde fines del siglo XIX para mantener buenas relaciones con el mundo cristiano. De esta manera, por ley, el intendente y su vice siguen siendo cristianos, como así también 8 de los 15 miembros del consejo de la ciudad.
Si bien entre los líderes palestinos hay cristianos, especialmente en las filas del Tanzim, la mayoría de la comunidad cristiana no puede identificarse con la lucha del islam contra el judaísmo o con la martirización de los terroristas suicidas. Esto ha traído muchas tensiones entre ambas comunidades, especialmente en Beit Jala. Esta aldea que aún tiene mayoría cristiana, se encuentra al sur de Jerusalem, frente al barrio judío de Guiló y desde los primeros meses del recrudecimiento del conflicto, ha sido víctima de ataques terroristas. Los cristianos se oponen a esta práctica y muchos de ellos han considerado seriamente la opción de emigrar.
La comunidad cristiana-palestina padece el conflicto árabe-israelí por partida doble. Por un lado anhelan la creación de un Estado palestino, por el otro, las tendencias fundamentalistas islámicas en la sociedad palestina les hace dudar con respecto a su eventual situación en el mismo.

Egipto
La hermandad étnica y nacionalista que vinculó a los musulmanes y a los cristianos egipcios durante el siglo XIX cada vez está más erosionada. Los coptos (minoría cristiana), de antigua historia de origen faraónico, están condenados a una lenta sumisión y se han convertido en chivos expiatorios de los radicales islámicos. A pesar de su participación en la modernización de Egipto y en la construcción de una identidad nacional, los coptos han sido rezagados por la sociedad musulmana, y peor aún, se han convertido en blanco de ataque de los grupos fundamentalistas egipcios.
En general, la población de coptos (aproximadamente seis millones, 10% de los 66 millones de habitantes) sufre discriminación en Egipto y no puede ocupar altos cargos en la burocracia o en la política. Entre los 440 miembros del Parlamento sólo participan cuatro coptos. Los medios de comunicación publican los ataques de los clérigos musulmanes contra los cristianos, mientras que las leyes no permiten a los coptos responder. En cuanto a las iglesias, el gobierno mantiene las leyes del Imperio Otomano y los permisos para renovar o construir tienden a tardar hasta 20 años. Las mezquitas, en cambio, se construyen con fondos públicos y el gobierno también paga los sueldos de los clérigos musulmanes. En materia legislativa, los grupos fundamentalistas han intentado persuadir al gobierno para que introduzca leyes islámicas como la amputación de manos a los ladrones y la pena capital por apostasía del islam, ante lo que la Iglesia Copta ha manifestado una resistencia tenaz.
En Egipto, las organizaciones armadas y, en particular, el Grupo Islámico y el grupo Guerra Santa, han sido responsables de graves abusos de derechos humanos. En su lucha por la creación de un Estado islámico fundamentado en la Sharía, o ley islámica, han recurrido a la violencia como medio para conseguir sus fines, asesinando a centenares de civiles, entre ellos cristianos coptos y turistas extranjeros.
El Grupo Islámico desarrolla su actividad principalmente en el Alto Egipto. Sus seguidores son jóvenes, frecuentemente con educación universitaria, procedentes en su mayor parte de zonas rurales pobres. Sus objetivos han sido cristianos coptos, turistas, policías y agentes del Departamento de Información y Seguridad del Estado.
En los últimos años la minoría cristiana ha sido víctima de violentos ataques, como el asesinato de 12 fieles coptos dentro de la iglesia de Abu Qorqas a manos de un comando islámico. Un año después, en la aldea El-Kosheh los enfrentamientos entre coptos y musulmanes concluyeron con el resultado de 20 cristianos asesinados y 33 heridos.

Líbano
La presencia en Líbano de un importante porcentaje de árabes cristianos, fue aprovechada históricamente por los europeos para llevar adelante sus designios coloniales sobre el este del Mediterráneo. Durante los primeros años de la década de los setentas los musulmanes pasaron a constituir la mayoría de la población y comenzaron a cuestionar el sistema político tradicional, que reservaba el cargo de Presidente a un cristiano y el de Primer Ministro a un musulmán para garantizar el equilibrio de estas comunidades. Disputaron también la distribución del trabajo y de la riqueza, que reservaba a los cristianos maronitas el control del gobierno y del ejército, en tanto que los musulmanes sunitas mantenían la hegemonía en el comercio, los drusos en los servicios y los shiítas se dedicaban a tareas artesanales.
En 1968, los guerrilleros palestinos que empezaron a llegar a Líbano, se establecieron en el sureste del país y formularon alianzas con aquellos sectores de la población libanesa que estaban en descontento con la hegemonía cristiana. En 1974, la OLP (1) se convirtió en un aglutinante de fuerzas diversas que conformaron el “Movimiento Nacional”. Entre ellas destacaban el Partido Socialista Progresista Druso, el movimiento shiíta Amal, el Partido Comunista Libanés, el Movimiento 24 de Octubre, el Movimiento Nacional Árabe y el Partido Socialista Sirio. Los enemigos del Movimiento Nacional eran básicamente las Falanges de cristianos maronitas, agrupados en las milicias Kataeb, Namur, Tanzim y Guardianes de los Cedros.
Las armas comenzaron a circular dentro del país y en febrero de 1975 estalló una guerra civil que desembocó en espeluznantes masacres. En octubre de 1989 los legisladores libaneses, cristianos y musulmanes, anunciaron la concreción de un acuerdo para la reconciliación nacional que estableció una mayor cuota de poder a los musulmanes.
Sin embargo, el abuso a los derechos humanos de las minorías cristianas no ha cesado. Constantemente se realizan arrestos arbitrarios a miembros de la comunidad que son acusados de formar “asociaciones cristianas” que se oponen al gobierno y mantienen contacto con judíos e israelíes. Estos presos son trasladados a cárceles y centros de seguridad, en los que son golpeados y torturados por miembros del gobierno. El mismo gobierno libanés, ha reconocido la captura de 210 presos cristianos, mientras que otras estimaciones calculan que el número asciende a 600 prisioneros.
Asimismo, las comunidades cristianas del sur de Líbano viven bajo la constante amenaza del régimen de terror de Hezbollá (2), y son víctimas de francotiradores, bombas, secuestros y bloqueos económicos.

Sudán
A partir de la independencia de Sudán en 1956, surgieron confrontaciones civiles entre los grupos islámicos y los cristianos. Estos últimos consideran que han sido sometidos políticamente por el gobierno y que no gozan de autonomía ni de igualdad. Los misioneros han intentado persuadirlos de que se conviertan al islam, ofreciéndoles la garantía de que así podrían gozar de los mismos derechos que el resto de la población, pero las comunidades cristianas no aceptan la Sharía o ley islámica.
Como consecuencia de esta represión política, en 1964 se desató una guerra civil que hasta la actualidad enfrenta el gobierno de Jartum, situado en el norte y de base musulmana, con grupos opositores del sur del país, básicamente cristianos y animistas (3) entre los que destaca el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (SPLA por sus siglas en inglés).
Sólo en los últimos 18 años esta guerra ha dejado un saldo de aproximadamente dos millones de muertos y cuatro millones de desplazados. Reanudando, además, prácticas de esclavitud que ya se creían erradicadas. Algunos reportes de instituciones internacionales de derechos humanos estiman que existen más de 600,000 esclavos sudaneses, quienes son sometidos a trabajos domésticos o vendidos a otros países árabes.

Minorías cristianas en otros países del Medio Oriente
Irán 
– Los cristianos que portan crucifijos son castigados y los que rezan en público son encarcelados. Miles han sido asesinados y aquellos que se han salvado se esconden de las autoridades para poder seguir profesando su fe en la clandestinidad. En diciembre de 1993, el reverendo Mehdi Dibaj fue condenado a muerte por haberse convertido al cristianismo 45 años antes. Cuando otros dos reverendos intentaron apelar por él, también fueron asesinados por el gobierno.
     Libia – De las innumerables iglesias cristianas que alguna vez llegaron a existir, actualmente no queda ninguna. Los inmuebles son utilizados como depósito de armas, campos de entrenamiento de terroristas y surtidora de refrescos.
     Siria – Los cristianos, discriminados en el área laboral y educativa, viven sumergidos en la pobreza. Algunos dirigentes sirios los describen como “enemigos del Estado”, alejándolos del resto de la sociedad y excluyéndolos de muchas oportunidades.
     Arabia Saudita – Los cristianos son considerados como ciudadanos de segunda clase y está severamente prohibido todo culto que no sea el islámico. Los más afortunados recurren, en ocasión de las grandes festividades, a sus propios ámbitos extraterritoriales (embajadas y consulados), mientras que la inmensa mayoría se organiza en grupos clandestinos de oración. Su presencia es constatada en todas las grandes ciudades por medio de las continuas redadas de arrestos. No se permite la construcción de iglesias y desde 1986 el gobierno prohibió la importación de biblias, crucifijos, símbolos cristianos y todo tipo de material “anti-islámico”.
     Irak – La comunidad cristiana comprende aproximadamente a un millón de adeptos, quienes radican principalmente en la zona kurda. Las diferencias religiosas prevalecientes en Irak así como las divisiones étnicas han tenido un enorme impacto en la estabilidad y la vida política del país. Por ello el régimen de Saddam Hussein intentó limitar este esquema con medidas represivas tendientes a unificar a la población. Además, un número creciente de cristianos ha sido asesinado a manos de los grupos fundamentalistas radicales.

Conclusiones
En muchos casos los árabes musulmanes visualizan a los cristianos como representantes del mundo Occidental, por lo que les es difícil identificarse con ellos. A pesar de que son ciudadanos en sus países, que hablan el mismo idioma, que forman parte de su historia y que colaboran en el desarrollo de los Estados árabes, los musulmanes los segregan de la sociedad debido a su creencia religiosa. Temen, asimismo, que al entablar cooperación con estas minorías, ellas cobren peso a expensas del islam. Por su parte, las minorías cristianas consideran que la interacción con los musulmanes podría provocar, a largo plazo, la asimilación de sus costumbres religiosas y eventualmente, la disolución de su comunidad.
Es por ello que los lazos que vinculan a ambas comunidades son muy débiles. Esta premisa, aunada a las restricciones gubernamentales, a los conflictos civiles, y al surgimiento y fortalecimiento de los grupos fundamentalistas islámicos, conforman un panorama de discriminación religiosa y social hacia las minorías cristianas en los países del Medio Oriente.

Notas

1. Organización por la Liberación Palestina. En la década de los setentas y ochentas era el principal grupo terrorista palestino. En 1993 abandonaron el terrorismo al firmar la Declaración de Principios con Israel, y se convirtieron en la ANP, representación oficial de los palestinos. 2. Grupo fundamentalista islámico. 3. Grupos de religiones africanas tradicionales  que componen el 25% de la población de Sudán.

Bibliografía

Alcoverro, Tomás. La agonía de los cristianos. Uruguay, 2001.

Cukier, Golde y Shabot, Esther. Panorama del Medio Oriente Contemporáneo. Editorial Nugali; México, 1988.

Eid, Camille. La inexorable fidelidad a una historia. Huellas – Litterae Communionis; México, 2002.

Kashan, Hilal. The Forgotten Arabs. The Review; Australia, 2001.

Slonin, Inda. Los cristianos del Medio Oriente. Línea Directa con Israel y Medio Oriente; Israel, 2001.

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