Tribuna Israelita

La mujer en los países árabes

Pese a los esfuerzos internacionales, la desigualdad de géneros en los países árabes continúa siendo vigente. Además de padecer maltrato físico y psicológico, la mujer árabe se enfrenta a la discriminación en los sistemas jurídico, político y social.
Según Naciones Unidas, la utilización de las capacidades de las mujeres árabes mediante la participación económica y política sigue siendo la más baja del mundo en términos cuantitativos. La participación femenina representa sólo el 34 por ciento de la masculina, un porcentaje que se eleva hasta 67 para el resto del mundo.

Las mujeres de estos países afrontan una serie de obstáculos culturales, legales, sociales, económicos y políticos. Los esquemas educativos tradicionales, las disposiciones discriminatorias de derecho de familia y el código de estatus personal acentúan las desigualdades y la subordinación.
La Sharía o ley islámica, define las reglas del comportamiento social tradicional. Según esta ley, a las mujeres se les asigna un papel inferior al del hombre y, en consecuencia, todavía no desarrollan su pleno potencial y la igualdad de oportunidades aún es rechazada, lo que afecta la prosperidad y progreso de las sociedades árabes en su conjunto.
A pesar de que la religión es una de las principales causas a la que se le atribuye la discriminación de la mujer en las sociedades musulmanas, cabe contemplar la posibilidad de que no sea la religión en sí la causa de esta segregación, sino la errónea interpretación del Corán lo que lleva a ella. De hecho, en algunos países la reinterpretación religiosa ha tenido como resultado la eliminación de leyes claramente discriminatorias para la mujer.
Desde sus orígenes, la sociedad musulmana, patriarcal y jerárquica, le confiere a la mujer el espacio privado de la casa y el cuidado de los niños. Práctica fomentada tanto por hombres como por mujeres.
En esta realidad conservadora y tradicional, la familia determina toda la vida de la mujer dentro de la sociedad. A diferencia del occidente, donde el individuo es la base unitaria del Estado, en los países árabes la base es la familia. Esto significa que el Estado está más preocupado en la protección de la familia que en el resguardo de los miembros de la familia como individuos. En esta realidad, los derechos de la mujer son tomados en cuenta únicamente en su papel de madre y esposa.
Por ser consideradas ciudadanas de segunda clase, las mujeres son excluidas de los derechos, privilegios y seguridad que los ciudadanos de toda nación deben gozar.
La discriminación del Estado en contra de las mujeres la podemos encontrar en las leyes que niegan un acceso igualitario en los temas relacionados con divorcio, herencia y la custodia de los hijos. En varios países del mundo árabe, las mujeres que decidieron contraer matrimonio con un extranjero no tienen el derecho de extender su nacionalidad a sus maridos. Es facultad exclusiva del varón transmitir la nacionalidad a sus hijos. Inclusive, existen casos, cuando una mujer enviuda, se divorcia, es abandonada o su marido es extranjero, que sus hijos no cuentan con la ciudadanía, por lo que son excluidos de todos los derechos que esto les confiere. Estos derechos incluyen el acceso a la educación, al sistema de salud, a la propiedad y herencia.
En países como Egipto, Jordania, Marruecos y Arabia Saudita, entre otros, las mujeres casadas deben tener permiso de sus maridos por escrito para viajar al extranjero y ellos pueden impedir que lo hagan argumentando cualquier razón. Además, la herencia que recibe la mujer es menor a la de sus hermanos varones.
En Arabia Saudita se prohíbe a las mujeres conducir automóviles. De hecho, en diversas discusiones sobre el tema, se afirma que el conducir para las mujeres tendría consecuencias negativas ya que además de estar ausentes en el hogar, las mujeres estarían obligadas a exponer sus rostros para ver el camino de una forma clara, así como cuando se les pida identificarse durante los chequeos rutinarios en las carreteras o en caso de un accidente de tránsito. Las mujeres deben cubrirse todo el cuerpo y la cara en público, y la que no lo haga están sujeta al hostigamiento físico de parte de la policía religiosa saudita.
Tradicionalmente, las mujeres árabes se casan a temprana edad con un hombre elegido por su padre. El marido tiene derecho a divorciarse en cualquier momento, incluso contra la voluntad de su esposa, con sólo declarar verbalmente que ésa es su intención y la custodia de los hijos pasa automáticamente al padre.
En algunas naciones árabes, la violación marital y los delitos de honor son legales. En los lugares donde los asesinatos por honor están prohibidos, las penas son mínimas. Se estima que más de 5 mil mujeres mueren anualmente por esta causa. Por ejemplo, las leyes marroquíes excusan el asesinato o la injuria de una esposa que es sorprendida cometiendo adulterio; sin embargo, se castiga a las mujeres que agraden a sus maridos en las mismas circunstancias.
Por su parte, en las zonas rurales de Egipto, Libia, Omán, Sudán y Yemen la mutilación genital ritual de las mujeres sigue siendo una práctica común.

Una lucha con lentos resultados
Desde hace varias décadas se desarrollan en los países árabes importantes corrientes reformistas y feministas que denuncian el monopolio tradicional de los varones y luchan por la defensa de la igualdad de géneros. Estos grupos reclaman el derecho de las mujeres a acceder directamente a los textos religiosos e interpretarlos desde la perspectiva de la mujer, que lleva a considerar el Corán como un importante instrumento a favor de la liberación de la mujer.
El estatus de la mujer ha avanzado lentamente en algunas naciones árabes más seculares. Sin embargo, estas mejoras siguen estando en gran medida reducidas a los centros urbanos y a los círculos de clase alta. En términos generales, ante la presión internacional los regímenes árabes prefieren introducir leves mejoras en la condición de las mujeres para no legislar reformas radicales que pudieran contradecir su ideología y antagonizar a los elementos conservadores del país.
Los pasos dados hasta el momento no son suficientes. No obstante, en el contexto de aquellas sociedades conservadoras son significativos. Un importante logro es el derecho a voto y a la participación en la vida política que se ha otorgado en la mayoría de estos países, concesiones que hace apenas algunos años serían impensables. Asimismo, pese a que la mitad de las mujeres árabes continúan siendo analfabetas, los índices educativos han aumentado considerablemente alrededor de la región.
Importante labor ha desempeñado la reina Rania de Jordania, quien dirige una campaña para lograr reformas estructurales en la situación de la mujer. Rania describe un Medio Oriente en el cual la vida de varias mujeres se encuentra estancada por la desigualdad y la injusticia: “no se encuentran trabajos, deben permanecer en sus hogares bajo la tradición patriarcal, y en el peor de los casos su vida les es arrebatada por la simple sospecha de haber cometido algún acto inmoral”.
Por su parte, las mujeres de Afganistán han avanzado considerablemente. Mientras durante el régimen talibán se enfrentaban a los más crueles tipos de discriminación, en la actualidad las mujeres educadas destacan como políticas, activistas sociales, profesoras, periodistas, artistas, e incluso hay una campeona de tae kwan do. Lamentablemente, en las zonas rurales las severas tradiciones tan arraigadas a la vida cotidiana restringen el papel de la mujer en su casa y les sujetan a los caprichos de sus maridos, padres y ancianos tribales. La mayoría de las mujeres continúan siendo analfabetas, con poco acceso a los servicios de salud y las hijas aún son vendidas para resolver disputas entre familias o tribus.
Cabe señalar que recientemente en Egipto se publicó una ley que otorga el derecho a la mujer de divorciarse unilateralmente y otorgar la nacionalidad a sus hijos de padre extranjero. Incluso, en este país ya existen 31 jueces mujeres, mientras que en el 2003 solamente había una.

Conclusiones
A pesar de haber logrado el reconocimiento de ciertos derechos, las mujeres árabes aún son víctimas de violencia, verbal, física, sexual y psicológica. En varios lugares donde la ley ya establece la igualdad de géneros, las costumbres del lugar impiden que la mujer reciba trato igualitario en la educación y el empleo, o incluso ir más lejos de su rol tradicional en la casa.
De acuerdo a activistas de derechos humanos, para fortalecer la posición de las mujeres y consolidar sus logros, se requieren nuevas leyes que no sean ambiguas en cuanto a los derechos de la población femenina. Paralelamente, las mujeres deben recibir una educación que les permita conocer sus derechos y le aporte herramientas para defenderlos.

Bibliografía

Arab Human Development Report. ONU, 2002.

UNIFEM (United Nations Development Fund for Woman). Reporte Anual 2006-2007.

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