Tribuna Israelita

El fundamentalismo islámico: Una amenaza constante

Para satisfacción de los representantes del Fundamentalismo Islámico radical, diversos analistas consideran que este movimiento se ha convertido en la nueva amenaza para Occidente, en una especie de sucesor del comunismo soviético. A pesar de que aparentemente los fundamentalistas protestan por el uso de etiquetas sensacionalistas que los describen como la “Amenaza Verde”, no hay duda de que se sienten halagados por dichos epítetos e intentan establecer una nueva configuración política en donde los polos opuestos serían Teherán y Washington.

Hace tan sólo algunos años, el Fundamentalismo Islámico era considerado como un problema efímero. Sin embargo, con el transcurso del tiempo el movimiento se vio beneficiado por el surgimiento de circunstancias políticas fortuitas e inesperadas. Día a día, los radicales musulmanes se fortalecen al absorber bajo su cúpula a los camaradas de izquierda que se sintieron desplazados tras la disolución del imperio soviético. Su liderazgo ideológico se nutre de intelectuales exmarxistas de renombre como es el caso del egipcio Ahmad Husain, el pakistaní Safdar Mir y el europeo Roger Garaudy.
Esta no es la primera vez que los islamistas se ven beneficiados por las inesperadas vicisitudes de la historia. Más aún, es posible afirmar que no tendrían el mismo poder sin los recursos económicos que les proporciona la industria petrolera árabe. Como fuerza política el Fundamentalismo no tuvo un nacimiento natural sino que fue creado artificialmente como instrumento para contraatacar el comunismo y el pan-arabismo radical. Posteriormente se transformó en una amenaza a la estabilidad de los gobiernos locales o pro-occidentales de la región.
El ascenso de los islamistas al poder en Pakistán (1977-88), Irán (1979) y Sudán (1989) intensificó sus posibilidades de éxito en otros países. Con el tiempo se popularizó el uso de la propaganda en contra del pluralismo y aumentaron los ataques a la presencia y a los símbolos norteamericanos. El combate a la influencia occidental se manifestó, sobre todo, en el rechazo a la emancipación femenina y a la igualdad de derechos de las minorías.
En la década de los ochenta, los llamados partidos fundamentalistas como la Hermandad Musulmana, fueron desplazados por los grupos radicales llamados “anarquistas”. Al principio de la década de los noventa aparecieron en la arena internacional los fundamentalistas extremos conocidos como los “afganos”, que se caracterizaron por su intención de liquidar a la élite secular, especialmente a los profesores y académicos, ideología que se asemeja a la de Pol Pot en Cambodia. Su virulencia contribuyó a crear una atmósfera de crisis en diversos estados del mundo musulmán, incluyendo a países como Jordania, Marruecos y Kuwait.
El colapso de la Unión Soviética proporcionó un gran impulso a los islamistas. Convencidos de que Estados Unidos experimentaría un destino similar, se auto-definieron como los candidatos ideales para ocupar el liderazgo mundial

Estados Unidos: El Enemigo Común
A pesar de que existen profundas diferencias entre las diversas corrientes radicales, hay una plataforma básica en la que confluyen: la supremacía musulmana y la máxima unificadora que estipula: “Muerte a los Estados Unidos”. En esencia, los fundamentalistas comparten la convicción de que Norteamérica es la fuente de todos los males e impulsan a las naciones del Tercer Mundo a creer en la existencia de una conspiración mundial para mantener sometidos a los países no-occidentales. Los términos “explotación” y “pobreza” son utilizados para explicar las condiciones de pobreza de la mayor parte de la población tercermundistas.
La élite musulmana y los círculos no-fundamentalistas mantienen, a su vez, una posición de ambivalencia con relación a Occidente. A pesar de no mostrarse abiertamente intransigentes, comparten algunas de las visiones de los fundamentalistas con relación a la supuesta explotación de la que son objeto y están dispuestos a cultivar sentimientos anti-occidental con el propósito de afianzar su legitimidad. La mayor parte de estas élites no son islamistas, sin embargo, han contribuido a crear un ambiente de apoyo al radicalismo.
Es necesario destacar que existen grupos musulmanes que desean integrarse a lo que perciben como la “nueva civilización”. Se trata de musulmanes liberales y reformistas pro-norteamericanos y su crítica es generalmente “constructiva”. En algunos países, como Sudán, constituyen la mayoría, pero se ven opacadas por la fuerza de la minoría.

La Amenaza Fundamentalista
La naturaleza de la amenaza islamista varía de país en país. Depende del medio ambiente social, económico y político, así como del grado en que las autoridades locales responden al desafío. A pesar de que la mayoría de los partidos fundamentalistas trabajan activamente en el corazón de los estados musulmanes, mantienen expectativas de atraer al mercado internacional y se han abocado a plantear sus demandas e imponer sus principios en los países no-musulmanes, incluyendo a los Estados Unidos. Para ello utilizan las siguientes estrategias:
1. Crear alianzas o uniones con Estados anti-occidentales.- Han formado un bloque que incluye a Afganistán, Irán, Yemen y Sudán, países que por tradición se oponen a Estados Unidos y a Arabia Saudita.
2. Implementar actos terroristas.- La red terrorista que han establecido es muy poderosa y cuenta con el apoyo de miles de seguidores.
3. Apoyo financiero.- Con la ayuda musulmana y la motivación fundamentalista, diversas instituciones bancarias han jugado un importante papel en el desarrollo de los movimientos radicales.
4. Infiltración en las instituciones occidentales.- A pesar de que dicha influencia se restringe básicamente al sector académico, su infiltración en este campo no debe ser subestimada. Un sinnúmero de integrantes del movimiento fundamentalista ha obtenido títulos en universidades norteamericanas, lo que les permite ascender socialmente y ocupar posiciones de influencia.

La Revolución del Libro: De la Periferia al Centro
La diversidad de esfuerzos islamistas no ha tenido un éxito uniforme. Los resultados varían en función del rol que han jugado en el debilitamiento de los gobiernos locales o el establecimiento de asociaciones eficaces en los Estados islámicos.
En distintos países los radicales realizan incursiones militares y ejercen influencia sobre algunos sectores de la población. Existe incluso la posibilidad de que instrumenten un golpe de estado como fueron los casos de Pakistán en 1977 y Sudán en 1989. En ambos países las autoridades gubernamentales habían sido elegidas democráticamente y aparentemente no existían las condiciones adecuadas para el establecimiento del Fundamentalismo, sin embargo, un grupo de oficiales subversivos logró que el movimiento islamista ascendiera al poder.
A pesar de los avances en Irán, Sudán, Yemen y Afganistán, el progreso del movimiento islámico en otras naciones ha sido relativamente lento. Los medios masivos de comunicación, por ejemplo, han contribuido en gran medida a la inestabilidad en Argelia y han vaticinado la toma del poder por parte de los insurgentes tanto en ese país como en Egipto. Un análisis a profundidad de las circunstancias nos ofrece un panorama substancialmente distinto: la usurpación del poder en estos dos países se considera como viable sólo a largo plazo y existe una amplia oportunidad de que en el interim se obstruya dicho avance.
Los fundamentalistas han abocado sus esfuerzos también en Mauritania y Tanzania en donde han logrado infiltrar a muchos de sus partisanos. Existe, además, la posibilidad de que eventualmente tomen Nigeria y Níger.

La Subversión Académica
Las actividades terroristas perpetradas por los Fundamentalistas, especialmente en Argelia y Egipto, han lesionado su popularidad en gran medida. En Pakistán y Sudán, sus seguidores han comprobado que el radicalismo no evita la corrupción y los activistas continúan explorando nuevos frentes para expandir su influencia más allá del mundo musulmán.
El ideal fundamentalista es ganar terreno en las instituciones académica de Occidente. El Departamento de Religión de la Universidad de Filadelfia, por ejemplo, se convirtió en una fortaleza islámica gracias a la presencia de Isma`il Al-Faruqui, un profesor palestino de Estudios Islámicos, quien hasta su muerte en 1986 promovió el ingreso de un sinnúmero de estudiantes musulmanes becados por sus países natales. Irónicamente, el contar con un doctorado de una universidad norteamericana proporciona gran prestigio a los Fundamentalistas Islámicos y les permite ocupar puestos clave.
Algunos países, como es el caso de Pakistán, fácilmente confieren grados universitarios a los miembros del Partido Fundamentalista. Dichas referencias académicas les permiten obtener sin dificultad visas para Canadá, Estados Unidos o Europa occidental, mecanismo que simplifica el acceso de sus militantes a los países no musulmanes. Con la esperanza de que actúen como una importante fuente de financiamiento, los radicales impulsan a sus militantes a convertirse en ciudadanos norteamericanos y a trabajar activamente en la política nacional.
A pesar de que este elemento de subversión académica y política se convierte, día a día, en el arma más poderosa de los Fundamentalistas, aún es subestimado por los países de Occidente.
El pensar que la disminución en el número de ataques terroristas simboliza que el movimiento ha perdido fuerza es, sin duda, un error de cálculo. El Fundamentalismo Islámico es una ideología totalitaria que continúa amenazando la estabilidad mundial.

Bibliografía

The Continuing Threat Radical Islamic Fundamentalism Update, AJC, USA, 1999

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