Un meme recorría las redes sociales recientemente comentando: “Si la pandemia del COVID-19 les estuviera ocurriendo a los antiguos hebreos, tendríamos que quedarnos en casa durante un mes al año”. Absolutamente divertido y completamente cierto.
Desde el comienzo de la vida hasta la muerte, y durante más de 3.000 años, la vida judía ha estado determinada por una serie de rituales.
Todos los años durante la Pascua, comemos matzot (pan sin levadura) durante una semana para recordarnos cuando éramos esclavos en Egipto. En Sucot, nos sentamos en cabañas para recordar el refugio de nuestros antepasados en el desierto. Y justo antes de Purim, ayunamos para honrar el sacrificio que hizo la reina Esther por su pueblo. Un día después, participamos en una gran celebración en honor al milagro.
Todo sucede en ciclos.
El ciclo de la vida. El ciclo de las cuatro estaciones. Los días festivos que componen el calendario hebreo. El ciclo semanal que culmina con un día de descanso, Shabat.
Existen plegarias para todo absolutamente, rezos en la mañana, en la tarde, en la noche, al despertar, y antes de dormir. Cada alimento que consumimos debe ser bendecido.
Todo tiene una razón de ser, generalmente la fuente de sabiduría es la Torá, pero existen explicaciones en el Talmud y en la mística de la Kabalá. Si esto no fuera suficiente, algunos filósofos y rabinos judíos han escrito innumerables páginas de interpretaciones de las escrituras originales.
Nuestros textos sagrados, incluso tienen una historia única que contarnos sobre la obligación que tiene la humanidad de mejorar el mundo. No es de sorprender que nuestra relación con la Tierra implique rituales que reafirman nuestro vínculo especial con la naturaleza.
Desde las primeras líneas de la Torá, aprendemos sobre la creación del mundo y se nos ordena “trabajarlo y protegerlo”. (Génesis 2:15.)
Cumplir con estos preceptos era fácil antes de la era industrial, cuando era evidente que la supervivencia de la humanidad dependía de la naturaleza para proporcionar alimento, refugio y otras necesidades básicas. Durante la Revolución Industrial, comenzamos a perder nuestra conexión con la tierra.
Nuestra relación con el planeta se distorsionó, a tal manera de convertirse en una relación abusiva. Los pesticidas, las fábricas, las emisiones de carbono, la explotación incesante de recursos naturales, la deforestación, la contaminación de los mares y lagos son ejemplos del deterioro que los seres humanos hemos provocado a nuestro propio hogar. Literalmente estamos mordiendo la mano que nos alimenta y hoy somos testigos de las consecuencias.
El 16 de enero celebraremos Tu Bishevat, el año nuevo de los árboles. Esta festividad judía, que ha evolucionado a lo largo de los siglos, nunca ha sido más vital o significativa de lo que es hoy, pues la deforestación impulsa el cambio climático y limita la biodiversidad.
Con su rica herencia e historia de respeto por la naturaleza, el judaísmo se encuentra en una posición única para proporcionar lineamientos hacia un futuro de conciencia ambiental. Esta es una oportunidad para reflexionar e infundir una antigua tradición con un nuevo significado.
Además, es el año de Shemittah (año sabático), que exige que la tierra descanse: “Seis años sembrarás tu tierra y recogerás su rendimiento, pero en el séptimo la dejarás reposar”. (Éxodo 23: 10-11) Esto permite que la tierra se recupere y almacene materia orgánica mientras retiene la humedad.
Debemos aprovechar esta oportunidad para reflexionar que se nos dio nuestro planeta como un regalo y debemos trabajar para preservarlo. Es lo correcto, la acción más humana que podemos tomar.
Tratemos a la naturaleza con respeto, empatía y justicia.
Después de 3000 años, si todavía podemos masticar matzot durante una semana para celebrar la libertad, seguro que podemos seguir la guía del judaísmo para salvar a nuestro hermoso planeta.
*Sara Galico es miembro del Cuerpo Diplomático Judío del WJC, el programa insignia del Congreso Judío Mundial (WJC), bajo la visión y el liderazgo del presidente Ronald S. Lauder. Este programa empodera a las nuevas generaciones de destacados líderes judíos para conformar una red global de más de 350 miembros en 60 países.