“Y harás un santuario para mí Y habitaré en medio de ellos.” Éxodo 25:8
En la medida en que al judaísmo se le puede considerar mucho más que una religión, el lugar de reunión de los que lo profesan -la sinagoga- va más allá de un sitio de rezo. Es el hogar de los judíos, el sustento de su fe, el centro para el enriquecimiento del espíritu.
A pesar de que los orígenes de la sinagoga se remontan a la época del éxodo judío de Egipto, existe un consenso entre los historiadores de que ésta adquirió su forma durante el exilio a Babilonia, cuando Nabucodonosor destruyó el Primer Templo de Jerusalem en 586 a.e.c.
El santuario de los judíos había sido construido durante la época del rey Salomón: “Y aconteció que en el año 480 a.e.c. después de que salieron, los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el año cuarto del reinado de Salomón, se puso a edificar la casa del Señor. (Reyes 1, 6:1).
La inauguración del majestuoso Templo se realizó con el traslado del Arca y de las Tablas de la Ley que los judíos llevaban en el Tabernáculo o santuario portátil construido por mandato divino, y que los acompañó en su deambular por el desierto del Sinaí. El Templo se constituyó en el santuario nacional para el culto divino en la antigua Jerusalem, centro de la vida religiosa y símbolo de la unidad e independencia judías.
El sacerdote principal era la más alta autoridad religiosa y además ostentaba poder político. Dentro y alrededor del Templo se realizaban grandes asambleas, principalmente durante las festividades de peregrinaje -Pésaj, Shavuot y Sucot- en las que los judíos de todos los confines llegaban a Jerusalem con sus ofrendas al Todopoderoso, como expresión de su devoción y agradecimiento.
Durante el destierro babilónico, los judíos llevaron consigo su Torá y sus tradiciones. El santuario menor que se menciona en Ezequiel 11:6 fue interpretado como una casa de estudio en donde se ofrecía a los judíos la oportunidad de estudiar la Torá, de rezar por la redención y de encontrar consuelo en su nuevo entorno, después de la separación forzada de la Tierra Santa y de la pérdida del Templo y de su ritual consagrado.
A diferencia de Jerusalem, en Babilonia la reverencia pública no podía llevarse a cabo en plazas abiertas, por lo que los judíos construyeron instalaciones apropiadas para el rezo, el estudio y demás actividades comunitarias.
Cuando en 536 a.e.c. el rey Ciro de Persia decretó el Edicto del Retorno a través del cual los judíos podían regresar a Jerusalem y reedificar su Templo, los exiliados trajeron con ellos sus casas de estudio. La construcción del nuevo santuario se inició en 520 a.e.c. durante el reinado de Darío I para concluirse en 515 a.e.c. La población judía se regocijó ya que por segunda vez el Templo se convertía en el centro espiritual y faro de luz de la comunidad.
De acuerdo a la tradición, los judíos jerosolimitanos asistían al Templo diariamente, así como los sábados y días de luna nueva. Y para asistir cada mañana todos los días a dar gracias y tributar alabanzas a Dios, y así mismo por las tardes. (Crónicas 1, 23:30). Además, continuaron con las ceremonias anuales en las que todos los judíos peregrinaban al Templo para llevar las primicias de sus cosechas como ofrenda al Creador.
En el Templo, el Cohén o sacerdote oficiaba diariamente, bendecía al pueblo y gozaba de privilegios especiales. Por ley, los sacerdotes tenían que ser miembros de la tribu de Leví, descendientes de Aarón, el primer gran sacerdote.
Los levitas descendientes del tercer hijo del patriarca Jacob, de la tribu de Levi, ayudaban a las tareas sacerdotales, como cantores, músicos y maestros. Al resto de la población se le denominaba Israel.
Independientemente de la suprema santidad y adoración del Templo, en pocos años se multiplicó el número de sinagogas alcanzando la cifra de 480 en Jerusalem. Paralelamente, en la diáspora resultante del exilio babilónico, se dio un intenso desarrollo de la vida judía alrededor de las más de mil sinagogas construidas en distintas ciudades, como sustituto del Templo. No obstante, los judíos nunca olvidaron su gran santuario y mantuvieron estrechos vínculos con Jerusalem a través de las peregrinaciones, en las que se fomentaba la unidad por medio de la oración.
En 70 e.c. el ejército romano comandado por Tito destruyó el Segundo Templo y construyó sobre éste un santuario pagano que posteriormente fue sustituido por una iglesia bizantina y por la mezquita de el-Aksa y el Domo de la Roca. Como consecuencia, los judíos fueron expulsados de su tierra y la sinagoga se convirtió en eje y fundamento del judaísmo.
Como institución central de la vida judía, las sinagogas han sido objeto de numerosos ataques e incendios. Muchas miles fueron destruidas y centenares de los lugares de culto que sobreviven fueron clausurados por políticas antisemitas.
Símbolos y Liturgia Sinagogal
Muchas de las costumbres y rituales del Templo se integraron a la liturgia sinagogal; tal es el caso de la oración diaria, que en la época de los Templos se realizaba coincidiendo con los horarios de las ofrendas.
Cuando el santuario fue destruido la costumbre de rezar tres veces al día perduró: “Tarde, mañana y medio día oraré y El escuchará mi voz y clamaré”. (Salmo 55:18).
En la actualidad, en las sinagogas aún se oficia tres veces al día: Shajarit que se reza por la mañana y Minjá y Maariv que se rezan antes y después de la puesta del sol.
Se continuó además, con la separación entre Cohén Levita e Israel; pero por otra parte, desapareció la institución del sacerdocio para dar paso al Rabino o maestro, que es aquella persona instruida en la Torá y en la Ley que dirige los servicios religiosos, predica y sirve de líder espiritual a la comunidad judía.
La legislación judía establece que no hay estipulaciones concretas respecto a la forma y apariencia exterior de las sinagogas, mismas que generalmente se construyen de acuerdo al estilo arquitectónico prevaleciente en la época y en las diversas regiones del mundo. Sin embargo, si se indica que toda casa de oración debe tener ventanas para que el hombre pueda mirar al cielo y proyectar así, reverencia y devoción en la oración.
En el interior de una sinagoga se utilizan diversos elementos entre los que destacan:
-El Arca Sagrada o Arón Kodesh que es la sección más prominente y sagrada, en donde se depositan los Rollos de la Torá. Generalmente se construye en la pared opuesta a la entrada y debe estar en dirección a Jerusalem, indicando así hacia donde deben dirigir sus rezos los judíos. El nombre de Arca Sagrada proviene del arca portable que contenía las Tablas de los Mandamientos que los hebreos llevaron en el desierto del Sinaí y que finalmente depositaron en el Templo del rey Salomón.
-Vela Eterna o Ner Tamid es la lámpara colocada delante del Arca y que se encuentra encendida permanentemente en recuerdo de la luminaria que se prendía en el Templo de Jerusalem.
-Plataforma o Bimá. Desde aquí se lee la Torá a la congregación, se conducen los servicios religiosos y se dirigen mensajes.
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