Tribuna Israelita

La figura divina en el judaísmo

 “No tendrás dioses ajenos ante mí” . Éxodo 20:3

La idea de Dios ha constituido el punto nodal del cuestionamiento filosófico de todas las culturas. Desde las épocas más remotas, cuando a través de politeísmo los pueblos intentaban dar coherencia a un universo inaccesible, el hombre ha buscado permanentemente la razón principal y última de su propia existencia así como la de su entorno. En este contexto los judíos se distinguieron por su creencia -desde tiempos inmemoriales- en un Dios único, eterno, omnipresente y universal, creador del universo quien mantiene una relación personal con todo ser viviente. Su monoteísmo en un medio pagano ha prevalecido como la esencia de la teología judía basada en la revelación divina.

Imagen divina a través de la historia judía
En el principio Dios creó los cielos y la tierra. . .”  Génesis 1:1
Época Bíblica. La existencia divina se da a conocer a través de los versículos bíblicos. No se ofrece ninguna prueba de su presencia pero sí se estipula la obligación de servirle. La teodicea bíblica -parte de la metafísica que trata de Dios, de su existencia y de sus atributos -establece los siguientes principios:
1. Dios es uno
“Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es”  Deuteronomio 6:4
a) El judaísmo cree en la figura de un Dios único e inefable. Es concebido como sostén del universo cuya voluntad y propósitos son supremos. Es el único ser cuya existencia es necesaria e inmotivada y todos los otros seres dependen de El. El politeísmo, la idolatría y los dioses mitológicos son categóricamente rechazados (Éxodo 20:3-5). La grandeza del Ser Supremo reside no sólo en su fuerza sino en su sabiduría y en su omnipotencia.
De la unidad divina deriva su universalidad. Dios trasciende el mundo de la naturaleza porque El lo creó. Estableció sus leyes y determinó su orden. Es eterno y se halla fuera del tiempo ya que precedió al universo y habrá de sobrevivirlo. Es un Ser inmutable que constituye el vigía de toda la existencia.
2. Omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia.
“Todo, menos el temor a Dios, está sometido al poder de Dios”  Berajot 33b
El Ser Supremo es concebido como el poder soberano e ilimitado para quien el espacio no es significativo. Determina el destino del individuo aunque éste tiene la libertad para seguir su propio camino ya que la sabiduría divina no rige su comportamiento moral.
Además, Dios sabe todo lo que es, lo que fue y lo que será.
3. Eternidad.
“Todo perece, mas Tú subsistes”  Levítico 19:2
Para Dios el tiempo no significa nada. Capaz de crear el Universo, necesariamente continuará su existencia cuando todo lo que no es El haya terminado.
4. Dios es moral.
“El Señor es misericordioso y benévolo, pausado en la ira y abundante en el amor y en fidelidad constante… que perdona la maldad y la transgresión pero que no absuelve al culpable…”  Éxodo 34:6-7
Existe la creencia errónea que el Dios concebido por el judaísmo es severo y rígido juez de la maldad humana que “castiga a la cuarta o quinta generación de quienes cometen pecado”. En realidad a lo largo de los textos judíos Dios está especialmente identificado con el bien e inclinado a hallarlo en la conducta del hombre. Es indudable que el Todopoderoso exige del hombre rectitud de conducta y que le castiga por sus transgresiones, pero también es un Ser piadoso que perdona (Salmos 103:3-5) y que no exige sacrificios (Salmos 51:16). Es un Dios justo que anhela una alta moralidad por parte de la humanidad.
5. Dios es amor.
“Y amarás a Dios, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”  Deuteronomio 6:5
En la tradición judía el ser humano y Dios se encuentran estrechamente entrelazados. Dios ama al hombre y lo dirige, y sus mandamientos constituyen el criterio del bien. El ser humano debe imitar sus caminos con absoluta devoción.
En el Talmud. El pensamiento y la ley bíblica fueron analizados e interpretados por los judíos en el siglo II e.c. y los comentarios fueron compilados en el Talmud. En estos textos también se concibe la existencia divina como un axioma que no requiere de argumentos convincentes para comprobarlo. El reconocimiento de su unicidad es considerado como un principio cardinal. La imagen divina talmúdica se distingue por ser más “humana” que la bíblica; se le presenta como un ser más cercano a los necesitados de su ayuda.      Las autoridades rabínicas de la época concibieron al Todopoderoso como:
1. Un ser amoroso y tolerante, como el Dios de la paz: “La bendición de Dios es la paz.” (Meguilá, 18 a). Detesta las guerras y las matanzas porque quiere a todas sus criaturas y no acepta el sufrimiento del hombre infringido por la maldad de otro hombre. Ama al hombre quienquiera que sea y sufre por toda la humanidad: “Dios experimenta dolor cada vez que un hombre sufre; cuando corre la sangre de un hombre, aun siendo impío, la divinidad gime.” (Sanhedrín VI, 5). La maldad y la crueldad no son parte de sus atributos y son los hombres los que con sus malos procedimientos obligan a Dios a actuar en forma aparentemente cruel.
2. Padre amoroso cuyos cuidados acompañan al hombre en su difícil tarea por la vida.
En la Edad Media. En esta época el concepto fundamental de la divinidad permaneció inmutable pero su forma de expresión adquirió un tono filosófico. Grandes sabios rabínicos como Bajyéh, Yehudá Haleví e Ibn Gabirol intentaron conciliar la razón con la fe y externaron -a través de sus obras- su fe en la unidad de Dios, en su infinita misericordia y en su amor a la justicia.
Maimónides, máximo exponente de la filosofía judía medieval expresó sus pensamientos sobre este concepto en su libro Mishne Tora (Libro del Conocimiento): Dios es absoluto y no puede ser compuesto; es la causa de todos los seres. No se puede afirmar lo que es Dios sino únicamente que es. El conocimiento de Dios es perfecto y no es comparable con el hombre, pues no consiste en la adquisición de información o conclusiones sino que abarca lo infinito. En El no existe diferencia entre la esencia y la existencia.
En la filosofía moderna. Los filósofos judíos modernos abordaron el tema de la divinidad desde el punto de vista científico. El primer representante de estas corrientes fue Baruj Spinoza (filósofo holandés, 1632-1677) quien defendió el panteísmo -sistema que identifica a Dios con el mundo- condenado por el tradicionalismo judío. Concibe a Dios como el sustrato permanente y común de todas las cosas, y no como potencia creadora. El amor de Dios es el fundamento de su ética.
Posteriormente Moisés Mendelssohn (filósofo alemán, 1729-1786) fundamentó su exposición en el diezmo inglés, esto es, en la creencia de un Dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo. Afirma que a través de la reflexión racional sabemos que Dios existe, que es un Ser necesario y perfecto, creador del mundo, omnipotente, omnisciente y absolutamente bueno. La verdadera religión es universal.
Hermann Cohen (filósofo alemán 1842-1918) intento fundamentar el concepto judío de la divinidad sobre una base filosófica. Defendió la idea de la voluntad sagrada de Dios, única que garantiza el futuro ético de la humanidad.
Por su parte Franz Rosenzweig (filósofo alemán, 1886-1929) cree que Dios no puede ser conocido a través de la investigación filosófica o la demostración racional. Sólo puede ser encontrado en un enfrentamiento existencial directo que constituye una verdadera revelación y así, el hombre encuentra a Dios y su dependencia de Él.
Como Rosenzweig, Martin Buber (filósofo austriaco, 1878-1965) subraya la calidad personal divina. No habla del Dios despersonalizado, sino que el hombre lo conoce como el Siempre-Presente, al que enfrenta en un encuentro verdadero.
En oposición a las concepciones supernaturales Mordejai Kaplan (rabino y filósofo fundador en Estados Unidos del Reconstruccionismo, movimiento que promueve los aspectos culturales, educativos y folklóricos del judaísmo) desarrollo un enfoque naturalista de Dios. Lo concibe como una fuerza de la naturaleza que posibilita el cumplimiento de las legítimas aspiraciones del hombre.
A pesar de que los detractores del judaísmo han intentado propagar la imagen de un “Dios hebreo de los ejércitos, vengativo y cruel”, el concepto judío de la divinidad, esto es, de un Dios moral que exige de toda la humanidad una vida ética y justa, es universal. La tradición judía considera a Dios como soberano o señor que premia la obediencia a sus mandatos pero que también reprueba la desobediencia. De hecho la ira divina se considera como una característica indispensable dada la proclividad al mal de los seres humanos.
Con el surgimiento del cristianismo y la creación del Nuevo Testamento se popularizó la idea de un Dios amoroso en contraposición al Dios “vengativo” del Antiguo Testamento. Sin embargo no existe tal contradicción. La imagen cristiana del Dios misericordioso es parte de la tradición judía que estaba vigente aún antes de la era común. El pasaje bíblico clásico (Exodo 34:7) que amenaza con castigar la iniquidad de los padres hasta en la tercera y cuarta generación, ofrece al mismo tiempo el perdón hasta a un millar de generaciones. Este carácter tolerante y bondadoso de Dios aparece a lo largo de toda la teología judía.

BIBLIOGRAFÍA

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