Tribuna Israelita

Filosofía judía: el pensamiento de Baal Shem Tov

Israel ben Eliezer, mejor conocido como Baal Shem Tov (1700-1769) o Besht (Maestro del Buen Nombre) fue, sin duda alguna, uno de los líderes espirituales más destacados dentro del judaísmo. El movimiento que fundó, conocido como Hasidismo, provocó una revolución espiritual en la vida de los judíos de Europa oriental del siglo XVIII, misma que tuvo repercusiones importantes en los siglos posteriores.

HISTORIA
Baal Shem Tov nació en 1700 en la ciudad de Okup, en la frontera entre Polonia y Turquía, en una región conocida como Podolia. Huérfano a muy corta edad quedó bajo la protección de los líderes de su comunidad. A los 12 años fue ayudante de maestro en el heder (escuela religiosa elemental) al que asistía. Posteriormente trabajó como shamash (ayudante en la sinagoga) y durante la noche se dedicó a estudiar, abocándose principalmente a la Cabalá (misticismo judío).

A los 18 el Baal Shem Tov decidió abandonar su ciudad natal para establecerse en Tlust, cerca de Brody (Galicia), en donde trabajó como maestro. Por su personalidad magnética y su perspicacia logró convertirse en una especie de guía al que se acercaban muchos en busca de consejo. Más adelante contrajo matrimonio y junto con su esposa emigró a un pequeño pueblo en los Cárpatos en donde reveló su inclinación por la soledad y su amor por la naturaleza. En sus paseos por los campos y los bosques comprendió que el culto religioso debía realizarse a través de la alegría, en contraposición a la disciplina rigurosa.

A través de su amistad con campesinos del lugar conoció los secretos medicinales de plantas, hierbas y raíces y se convirtió en consejero tanto de hombres humildes como acaudalados dedicándose a los remedios homeopáticos.

Siete años después, establecido en Tlust como maestro y curandero, obtuvo el título de Baal Shem Tov (BESHT) o “Maestro del Buen Nombre”. Visitó comunidades vecinas en su misión “curativa”. En 1740 emigró a Medziboz, cerca de las fronteras de Polonia, Ucrania y Lituania, y su fama se extendió. A través de sus discípulos -rabinos, cantores, líderes de comunidades- se diseminó su mensaje y su influencia. Con él surge el movimiento Hasídico que fue adquiriendo popularidad entre los judíos de Europa oriental al actuar como antídoto contra el árido racionalismo que impedía el flujo del pensamiento religioso creativo.

A pesar de no tener preparación de rabino el Baal Shem Tov comenzó a predicar proclamando su misión de amor por Dios, por la Torá (Pentateuco) y por el hombre. Fue un conocedor de la psicología individual y grupal. Comprendía a la gente y deseaba comunicarse con ella en un lenguaje accesible para todos. Los “milagros” que se le atribuyen pueden ser explicados en términos psicológicos. Algunas de las enfermedades que “curaba” eran de carácter psicosomático. La verdadera cura. decía, se obtenía por el arrepentimiento, por la oración sincera desde el corazón y a través de la invocación a la piedad divina.

SU FILOSOFÍA
El sistema religioso enunciado por el Baal Shem Tov gira en torno al concepto de Dios. El principio de devekut (adhesión) debe existir en todos los actos del hombre. El hombre debe reverenciar al Creador no sólo en los servicios religiosos sino también durante sus relaciones sociales, de trabajo y familiares. “El amor a Dios debe ser como el amor entre hermanos o entre una madre y su hijo, no como el amor entre esposos o amantes. Los primeros pueden demostrar su amor tanto en público como en privado, mientras que los últimos deben hacerlo sólo en privado. No debemos imitar a aquellos que dicen que el amor hacia el Todopoderoso debe demostrarse sólo en la sinagoga o en nuestros hogares”.

El Baal Shem Tov impartía meditaciones y homilías accesibles a los iletrados sobre el poder de la oración y la importancia de cada palabra. En esta línea la oración establece un puente de unión entre el Hombre y su Creador. Su significado no reside en la súplica a Dios ni en los contenidos formales de las plegarias, sino en las intenciones y aspiraciones del alma que pueden expresarse en simples actos de bondad y amor hacia sus semejantes.

La música jugaba un rol decisivo en la vida comunitaria y la danza formaba parte de un esfuerzo por expresar la alegría en el culto. Dios exige del hombre no lamentaciones sino un espíritu jovial y un corazón lleno de fe y esperanza.

La Kavana (concentración) para acercarse a la divinidad es también esencial. Se requiere de un gran esfuerzo del hombre para sobreponerse a la plenitud de la realidad exterior y poder así expresar el amor a los que lo rodean. El amor por Dios así como su contraparte, el temor o la reverencia, se encuentran vinculados a través de la concentración en el culto.

Para él existían dos tipos de temores. El primero, el externo, es al castigo e induce al hombre a arrepentirse. Es entonces cuando puede llegar al interno que consiste en el temor a desagradar al Creador.

No todos los seres humanos son capaces de alcanzar un alto grado de devoción a Dios. El Baal Shem Tov reconoce la existencia de individuos superiores cuyas cualidades espirituales son mayores que las de otros seres humanos y que tienen un mayor grado de devekut y los considera como un canal a través del cual fluye la gracia divina. Para cumplir con su misión estos hombres, conocidos como tzadikim (sabios, piadosos), deben mantener contacto con el mundo material que los rodea. La tarea del tzadik es la de enseñar al pueblo el culto divino y estimular el arrepentimiento de los pecadores. Está al centro de su comunidad y mantiene un vínculo espiritual único con Dios y colabora en la restitución y elevación del alma.

SU MENSAJE
Desde el primer momento de su trayectoria hasta convertirse en el “Maestro” de un incontable número de discípulos, el Baal Shem Tov actuó bajo la premisa central de que la comunión con Dios no se limita a un selecto y aristocrático grupo, sino que es privilegio de todos los seres humanos. Esta idea deriva de la afirmación atribuida a Hillel (sabio del siglo I): “Un hombre ignorante no puede ser piadoso”. Con el objeto de proveer un antídoto contra la arrogancia de muchos de los estudiosos de la época, el Baal Shem Tov impulsó a las masas a creer en su facultad de profesar sentimientos religiosos auténticos. A través de su acercamiento a campesinos, carpinteros y sastres, les permitió comprender que Dios los amaba.

Para Baal Shem Tov el amor es el elemento fundamental en la vida del hombre. Debemos, por ello, abarcar el amor por Dios, por el judaísmo y por la Torá (Pentateuco), luchando a la vez por optimizar nuestra condición física para combatir a las inclinaciones malignas.

De acuerdo con su actitud hacia la humanidad y el mundo rechazó la creencia en el “mal absoluto” afirmando que “cuando el hombre bueno percibe al malvado se regocija en su propia bondad”, porque “el ser humano noble y puro sólo ve en otros la bondad”. Así mismo, inmerso en su amor por el hombre se opuso radicalmente a los sermones para reprender a los pecadores y propuso un fácil arrepentimiento para aquellos que sinceramente lo profesan.

En ese orden de ideas para el Baal Shem Tov la humildad sincera contrasta con el orgullo. Por ello, el hombre que sirve a Dios no tiene espacio para la arrogancia y no debe perseguir el respeto de los demás. Expresó, a la vez, su oposición a los lujos y la ostentación.

SU LEGADO
El principal legado del Baal Shem Tov es la creación del Hasidismo. La alegría se convirtió en el leitmotif de su movimiento. En contraste con el ascetismo y esoterismo de las prácticas cabalísticas comunes entre las élites místicas, inculcaba un método de integración a las ocupaciones mundanas a donde siempre estuviera presente la alegría. Si el universo está lleno de la gloria divina, afirmaba el Baal Shem Tov, los mitnagdim (término hebreo que significa oponentes) y los ascéticos estaban equivocados al rechazar la alegría, así como los placeres y la belleza del mundo. Consideraba que el placer físico podía llevar al placer espiritual. El ascetismo sólo debía practicarse para llegar a la autodisciplina, hasta que el hombre lograra vencer las inclinaciones malignas.

La doctrina predicada por el Baal Shem Tov implicaba un gran desafío para los judíos de esa época. Muchos sectores religiosos promovían el ascetismo y apoyaban la práctica de ayunar los lunes y los jueves. Este y cualquier castigo corporal era rechazado por los hasídicos ya que conducía a la melancolía y la depresión. Las diferencias en las prácticas religiosas los separaron de sus adversarios, los mitnagdim. Los hasidim utilizaban un cuchillo más filoso durante la matanza ritual, por lo que no comían en otras casas y se basaban en un libro de rezo distinto, con lo cual debían conducir un servicio religioso separado.

Durante años los hasidim fueron perseguidos por los mitnagdim quienes temían que se convirtieran en una secta herética. Rechazaban, además, la tolerancia hasídica hacia los horarios de rezo (claramente establecidos dentro de la ley judía), ya que para el Baal Shem Tov no se debía legislar sobre las horas precisas para realizar las tres oraciones diarias porque para rezar con devoción no se debía tener conciencia del reloj.

Así mismo el Baal Shem Tov enfatizó constantemente la importancia de mantener una buena condición física y de llevar un ritmo de vida normal: “No consideres que el tiempo que empleas en comer y dormir es gastado en vano. Tu alma descansa en esos intervalos y renueva su trabajo sagrado con mayor entusiasmo…Podrás estar libre de pecados pero si tu cuerpo no está sano, tu alma estará demasiado débil para servir a Dios. Mantén tu salud y preserva tu energía”.

Su mensaje no se encuentra en sus escritos sino en el trabajo de sus discípulos y seguidores quienes recopilaron sus enseñanzas. Veinte años después de su muerte su discípulo Jacob Joseph presentó cientos de sermones y homilías que aprendió del Baal Shem Tov. Las leyendas sobre su vida y su obra lograron distorsionar su carácter histórico. Los relatos sobre sus milagros se han convertido en parte integral de la atmósfera hasídica aumentando la admiración de sus seguidores y estimulando a sus oponentes.

A lo largo de los siglos el movimiento hasidico ha evolucionado y adquirido inmensa popularidad a pesar de la hostilidad de ciertos sectores. Durante el siglo XIX cristalizó en un sistema único que fue institucionalizado. Con el advenimiento del nazismo en Europa numerosas comunidades de hasidim fueron destruidas, pero algunos de sus líderes encontraron refugio en Estados Unidos impulsando el resurgimiento de esta corriente.

En la actualidad existen diversas agrupaciones hasidicas. Entre las más conocidas se encuentra el movimiento de Lubavitch, establecido en Brooklyn, N.Y. bajo la dirección del rabino Menachem Mendel Schneerson (17° líder desde la fundación de este grupo a fines del siglo XVIII).

BIBLIOGRAFÍA

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Noveck, Simon
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Siegel, Richard & Rheins, Carl
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