Para el judío, el Talmud proporciona alimento espiritual; asimismo, es consuelo e inspiración de toda una nación. En él está reflejada la esencia del espíritu profundamente reflexivo con el que los judíos se han aproximado a los problemas y cuestionantes que se les han presentado a raíz de su dispersión, de su exilio y de su desenvolvimiento en sociedades tan disímbolas en las que sus legados y tradiciones tuvieron que sufrir mutaciones para adaptarse a las circunstancias, preservando al mismo tiempo la ley y el espíritu bajo los cuales fueron concebidas.
Literalmente, la palabra Talmud significa estudio o aprendizaje . El Talmud es un compendio de la tradición oral recibida por Moisés en el Monte Sinaí y transmitida verbalmente de generación en generación. En él se encuentran vertidas las opiniones rabínicas sobre las experiencias del hombre en sus relaciones con la sociedad, con el pueblo de Israel y con Dios, así como las diversas interpretaciones de las leyes bíblicas.
En esencia, el Talmud está compuesto de dos partes principales: la Mishná, que es el código de leyes orales, y la Guemará, que consiste de los comentarios al texto de la Mishná.
Mishná
Para poder cumplir con los preceptos religiosos, el judío tiene que ser leal a las enseñanzas de la Torá. Sin embargo, muchas de las prescripciones bíblicas no son lo suficientemente claras en sí mismas para ser comprendidas por el hombre común y corriente y para ser puestas en práctica en la vida cotidiana. Los sabios tanaítas -médicos de profesión- se dedicaron a analizar los textos bíblicos con el objeto de salvaguardar la religión y la tradición, y aportaron explicaciones adicionales para comprender la Torá a través de la elucidación de cada una de sus palabras.
En un principio, las enseñanzas de los tanaítas -que a partir de 50 e.c. fueron llamados rabís- se transmitían en forma oral, pero conforme el volumen de sus conocimientos aumentó y la memoria humana fue incapaz de preservarlos, los escribas o soferim recopilaron sus aclaraciones e interpretaciones en forma escrita.
La sistematización de los textos que posteriormente condujo a su redacción definitiva fue realizada en 200 e.c. por Rabí Judá Ha-Nasí (135-219), quien a través de un estudio prolongado y de la institución de academias religiosas, sintetizó la Mishná partiendo del legado de sus antepasados. Originalmente, la Mishná de Ha-Nasí era oral y fue hasta el siglo V cuando se redactó. Su texto está dividido en seis órdenes: 1.- Zeraim o Semillas -tratado sobre agricultura. 2.- Moed o Fiestas -sobre el Shabat y las fiestas judías. 3. Nashim o Mujeres -sobre los derechos y obligaciones matrimoniales. 4. Nezikim o Daños -sobre el derecho civil y penal. 5. Kodashim o Leyes Sacras -sobre las ofrendas y servicios del Templo. 6. Tehorot o Pureza -sobre las leyes de pureza e higiene.
Cada una de estas secciones está dividida en tratados que se encuentran ordenados en forma decreciente de acuerdo a su extensión. En ellos se cubren todos los aspectos de la vida del hombre.
Ha-Nasí presenta las discusiones basadas en una exégesis rigurosa que permite relacionar los textos con las tradiciones en forma expositiva y con estilo conciso. La Mishná fue redactada en neo-hebreo, una evolución del hebreo de los tiempos bíblicos que cuenta con diferencias gramaticales y de vocabulario por la inserción de palabras en arameo, griego y latín. La edición más antigua de la Mishná impresa data de 1492, editada en Nápoles, Italia con los comentarios del gran filósofo Maimónides.
Guemará
Literalmente significa fin y se refiere a la segunda parte suplementaria del Talmud. La Guemará está conformada por los comentarios a la Mishná, que surgieron a raíz de las discusiones de los amoraim o intérpretes, quienes discutían párrafo por párrafo de la Mishná, buscando los fundamentos bíblicos de sus leyes. De este modo, resolvían las contradicciones o posibles indecisiones a través de un análisis crítico.
Existen dos Talmuds el Babli y el Yerushalmi. Los judíos que vivieron en el exilio babilónico a partir de la destrucción del Primer Templo de Jerusalem en 536 a.e.c. -como fue el caso de la mayoría de los amoraim- gozaban de la tranquilidad y de la seguridad necesarias para desarrollar más ampliamente su vida cultural, a pesar del exilio. Como consecuencia, se produjo un importante movimiento cultural en Babilonia centrado básicamente en cuestiones religiosas. En las academias de estudio babilónicas se realizaban sesiones en las que se discutían y analizaban los pasajes bíblicos. A partir de las actas de esas reuniones se desarrolló lo que se conoce como Talmud Babli o de Babilonia.
El material talmúdico se clasifica en Halajá, que son las leyes que regulan la vida del judío, y en Hagadá, que es un compendio narrativo de anécdotas, leyendas y proverbios favoritos del pueblo. El estilo del Talmud Babli es muy sencillo y concreto. Está escrito en hebreo clásico, neo-hebreo y arameo. Sus oraciones están unidas por simple yuxtaposición, sin signos de puntuación, lo cual complica su lectura. Aunado a esto, el frecuente uso de términos extranjeros dificulta su comprensión. Por ello, se requiere de años de estudio y del uso de comentarios aclaratorios, entre los que destacan los de Rabí Shlomó Ben Isaac (1040-1105), mejor conocido como Rashi, quien con gran agudeza de espíritu hace comprensibles los pasajes más intrincados.
Por otra parte, los judíos que se quedaron en Jerusalem crearon su Talmud posteriormente, con la Mishná de Ha-Nasi como parte central. Sin embargo, su Guemará surge a raíz de las discusiones de las Academias de Judea, que por la ocupación romana de Jerusalem, no tuvieron el mismo alcance que las de Babilonia. El Talmud Yerushalmi consta de 39 de los 63 tratados del Talmud Babli y su contenido es básicamente legal. Por esta limitación no se le considera de la misma importancia que el Talmud babilónico.
A lo largo de la historia de los judíos en la Diáspora, el Talmud ha sido blanco de innumerables ataques. La Novela 146 de Justiniano (533 e.c.) es uno de los primeros ataques públicos contra este texto. Años después, en 1239, el Papa Gregorio IX ordenó la quema del Talmud en Italia y Francia y, para 1263, Clemente IV dictaminó que de todos los manuscritos talmúdicos se debían suprimir los pasajes ofensivos para la Iglesia, decreto abrogado por León X en 1520. Sin embargo, con el transcurso de los siglos, los opositores al judaísmo continuaron con sus ataques.
A pesar de esto, el Talmud ha sido siempre parte tradicional de la educación judía porque es el fundamento legal y moral de la vida cotidiana de este pueblo. Además de que sus dialécticas agudizan la mente y coadyuvan al desarrollo de habilidades de inferencia y análisis, el Talmud ha permitido al judío hacerle frente a los dilemas prácticos y éticos que conforman su existencia día a día.
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