Tribuna Israelita

El pueblo judío y le idea democrática

Los judíos se han distinguido, en toda época y en todo lugar, por su defensa de los principios democráticos. La ética judía sostiene que, sólo si se respeta al individuo, independientemente de su sexo, religión, nacionalidad y capa social, se tendrá la posibilidad de vivir libre y dignamente.

Es en la filosofía judía donde se encuentran los orígenes de la democracia, tal y como la conocemos hoy en día. Aunque los griegos presentaron las primeras ideas sobre el tema no aceptaban la igualdad entre los hombres. Promovían la esclavitud, despreciaban las labores manuales y su sociedad se fundamentaba en la diferencia de clases.
Como contraparte, los judíos se oponían a la esclavitud y apoyaban las ideas igualitarias. Añorantes de sus épocas beduinas, al establecerse en Cananea comenzaron a legislar sobre la división de tierras. La democracia verdadera se aseguraba, ya que las condiciones poco fértiles de los campos impedían la creación de grandes latifundios. Además, al vivir en tribus independientes, no se permitía el establecimiento de estados autocráticos.
Sin embargo, la más importante fuente de ideas democráticas procede de la religión judía que sostiene que aquél que viola los derechos de otro hombre, está por tanto profanando a la divinidad que es el centro de todo. En la Biblia una y otra vez se encuentran enunciados democráticos que hablan del constante respeto al individuo y de la búsqueda de la justicia social. En sus páginas se trata de despertar la conciencia colectiva para inducir a los hombres a tratar al pobre como hermano y aplicar la ética en las relaciones humanas.
De acuerdo a la legislación talmúdica, el Bet-Din o Tribunal Judío era el que juzgaba los casos que se presentaban. Sus dictámenes se ajustaban a principios desconocidos por otras culturas y, al contrario de algunos pueblos, no emitían sentencias de muerte. Los judíos introdujeron el principio de responsabilidad individual de los jueces por errores cometidos, con lo que se logró que sólo las personas muy versadas en la ley fungieran como tales.
Las ideas democráticas contenidas en la Biblia se reflejaron en la organización política del pueblo judío desde tiempos antiguos, cuando establecieron una monarquía conjuntamente con una “mancomunidad”, aproximadamente en el año 1,100 a.e.c. Al pueblo nunca se le sometió a un gobierno autocrático al encontrarse bajo este sistema de Rey y Consejo. Por el contrario, sus representantes se reunían como un órgano cuando los llamaba el Rey y era precisamente en este encuentro donde se ratificaban los decretos.
Las ideas democráticas se manifestaron también en la vida comunal judía en Europa Oriental, en el área asignada a los judíos para asentarse en Rusia y Polonia. Allí las comunidades auto-gobernadas, llamadas “kahals”, se basaban en sistemas representativos y de elección popular. El famoso Consejo de las Cuatro Tierras, que funcionaba en Polonia y Lituania en los Siglos XVII y XVIII, tenía poderes para la cobranza de impuestos a nombre del reino polaco. Pero lo que es aún más importante, regulaba los aspectos sociales, éticos y legales de la comunidad judía al dar apoyo a los líderes del poblado, coadyuvando así a preservar la autonomía judía.
Continuando con esta tradición, las comunidades judías a través del mundo se han organizado para ofrecer asistencia social y proteger al débil del fuerte. Existe representación popular en todos los asuntos y comités elegidos democráticamente para dirigir los caminos del pueblo.
Con este bagaje democrático no es de extrañar que en la actualidad el Estado de Israel, como la nación hebrea, conjugue las experiencias almacenadas por los judíos desde sus principios como pueblo en su deambular diásporico hasta su resurgimiento como nación.
Conjuntamente con el mandato histórico de las Naciones Unidas en 1947, la Asamblea Electa de los judíos que vivían en el país, así como la Organización Sionista que representaba a judíos de todo el mundo, acordaron establecer un estado soberano. Esto significó que, simultáneamente, Israel fue formado como una nación para beneficio directo de aquellos que ya vivían y trabajaban en el país así como para el resto del pueblo judío.
Los ciudadanos de Israel participan en el proceso legislativo y directamente contribuyen a moldear las tendencias sociales y políticas del futuro. Esto se logra a través de representantes electos que son enviados al parlamento nacional o Knesset.      La Knesset adopta su nombre hebreo moderno de la Gran Asamblea, instituida por Ezra y Nehemiah en Jerusalem en el Siglo V a.e.c. A los 120 miembros se les elige por sufragio universal por períodos de cuatro años.
Cualquier ciudadano puede ocupar un puesto público; es así que, por ejemplo en 1984, siete árabes fueron nombrados para ocupar escaños en la Knesset y en el pasado, otros han ocupado puestos en el gabinete. Durante ese año la participación popular fue impresionante. Poco más de dos millones de personas acudieron a las urnas a depositar sus votos. Esto constituye casi el 80% de los ciudadanos con derecho a voto.
En Israel existen dos bloques políticos principales: el Likud y el Laborista, que en la actualidad constituyen el gobierno de unidad nacional. A su vez, este último está integrado por otros partidos que, aunque representan a grupos de presión relativamente pequeños, pueden obtener una o dos curules, con lo que ejercen cierta influencia sobre las decisiones parlamentarias.
El actual Estado Judío, a pesar de que no cuenta con una Constitución establecida, ha optado por un marco de leyes básicas que incluyen asuntos como los derechos humanos, igualdad para la mujer, la Ley del Retorno y gran variedad de reglamentos sobre elecciones y cuestiones administrativas.
En la misma medida, Israel cuenta con uno de los más desarrollados y progresistas sistemas de libertad de prensa. La información fluye sin ninguna restricción y sin reglas de censura, salvo la referente a cuestiones de seguridad nacional.
Israel es un país donde la democracia se expresa prácticamente; una nación donde el pueblo gobierna, en la cual prevalece un firme sentido de justicia y rectitud, así como una pasión por la libertad para cada uno de los ciudadanos y sus compatriotas en la mejor tradición judía

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