Los judíos de la Diáspora adoptaron los idiomas vernáculos de los países en donde se establecieron. Sin embargo, el hebreo ha existido y funcionado como instrumento efectivo de auto-expresión creativa y de intercomunicación del pueblo judío desde hace miles de años, manteniendo la vitalidad y elasticidad a pesar de la adversidad de las circunstancias.
El hebreo no ha sido solamente el lenguaje de un grupo religioso o la lengua nativa de una etnia. En sus orígenes constituye el idioma sacro de los judíos, de su cultura y civilización. De hecho, el hebreo no puede desligarse de éstos porque es la voz de su experiencia histórica dentro de un continuo en el que se unen diversos elementos. Las emociones, los pensamientos y las actitudes de un grupo se registran y se reflejan a través de su idioma, en cuya formación toda nación representa su concepción del mundo, su ética moral e intelectual y su esfera de pensamiento e ideas.
No existen evidencias para establecer con exactitud los orígenes del hebreo. Los fragmentos más antiguos de lo que se conoce como la Torá (Pentateuco) -una de las máximas creaciones de la literatura religiosa- datan de 1300 a.e.c.
Cuando los judíos fueron expulsados de Jerusalem y trasladados a Babilonia en 586 a.e.c., muchos de los exiliados abandonaron la lengua de sus antepasados para adoptar el arameo, idioma que prevalecía en la zona. Años después, Ciro el Grande de Persia ofreció a los judíos del exilio la oportunidad de regresar a su tierra y la posibilidad de preservar sus características nacionales y culturales. Muchos de los judíos retomaron el hebreo pero con evidente influencia aramea.
El período posterior fue conocido como la “Edad de Plata” del hebreo ya que se produjeron importantes creaciones literarias. Es en esta época cuando Ezra el Escriba instituyó la costumbre de dar lectura pública a la Torá en hebreo y con traducción al arameo, tradición esencial para la preservación del judaísmo.
Esta práctica convirtió al hebreo en el lenguaje de la vida religiosa judía, pero lo aisló del habla cotidiana. El arameo se adoptó como lenguaje literario de los judíos y como idioma oficial del Cercano Oriente.
Con la conquista musulmana del Imperio Persa, el árabe reemplazó al arameo como idioma vernáculo. Siglos después, conforme la España morisca se constituyó como nuevo centro judío, surgieron muchos escritores y poetas que dejaron su huella en la vida cultural judía. Destacan, entre otros, Ibn Ezra, Yehuda Haleví, Ibn Gabirol y muchos más, los cuales realizaron sus principales creaciones en árabe. No obstante, a pesar de la influencia del idioma de la región, algunos escritores comenzaron a utilizar el hebreo en sus obras, en un intento de revitalizar la lengua de sus antepasados. El cenit de la cultura árabe-judía estuvo representado por Maimónides y a su muerte se decadencia que se vio intensificada por las inestables condiciones económicas, políticas y sociales de la vida judía. No fue sino hasta 700 años después, con Moisés Mendelssohn, en Alemania, cuando se fomentó el renacimiento del amor por el hebreo y, de este modo, el lenguaje se convirtió nuevamente en un vehículo apropiado para transmitir todas las ramas del conocimiento.
Por otra parte, en Europa oriental, los pogroms rusos de 1881 provocaron desilusión en los judíos que luchaban por lograr la emancipación. Se inició un período de búsqueda interna que acercó a los judíos con su idioma ancestral, con autores como J.L. Gordon y Peres Smolenskin.
Durante siglos, los judíos de la diáspora hablaron idiomas vernáculos distintos al hebreo; sin embargo, como lengua sacra, el hebreo permaneció como elemento inmutable y esencial del judaísmo.
Una nueva y brillante fase comenzó para el hebreo en Europa del este y Palestina en los años que precedieron a la primera guerra mundial. Aparecieron distinguidos escritores y estudiosos judíos, y por primera vez el hebreo dejó de ser un lenguaje exclusivamente intelectual y religioso para convertirse en una lengua viva. En los años posteriores y particularmente a raíz de la creación del Estado judío, el hebreo se transformó en el idioma cotidiano y oficial de Israel. Más de 200 publicaciones periódicas e infinidad de libros se editan en este idioma que sigue generando frutos creativos. Así mismo obras literarias del acervo universal han sido traducidas al hebreo.
La modernización del hebreo no hubiera sido posible sin la intervención de Eliezer Ben Yehuda, quien contribuyó a hacerlo apto al uso cotidiano a través de la introducción de nuevas palabras y la modificación del idioma clásico.
La literatura hebrea moderna se alimenta de las magníficas creaciones de S.I. Agnon, Premio Nobel de Literatura, 1966; Amos Oz, Ieoshúa Faigón, y muchos más, quienes han proyectado una nueva imagen del judaísmo y del sionismo de nuestra época a tasé de sus obras.
No obstante, la importancia del hebreo no se limita a un plano meramente judío, sino que el idioma también se ha estudiado y cultivado como fundamento esencial de la civilización occidental. En su historia milenaria ha logrado combinar la modernidad con la tradición, su naturaleza dinámica con sus atributos clásicos, y se distingue por unir lo relativo de un idioma cotidiano con lo permanente de un lenguaje que encierra la verdad divina.
BIBLIOGRAFÍA
Ausbel, Nathan
The Book of Jewish Knowledge
Crown Publ. Inc. USA, 1964
Chonsky, William
The Eternal Language
The Jewish bl. Society of America, USA, 1986
Gross, C. David
The Jewish People Almanac
Bantam Books, USA, 1980
Patai, Rafael
The Jewish Mind
Charles Scribner’s Sons, USA, 1977
Siegel, Richard & Rheins, Carl
The Jewish Almanac
Bantam Books, USA, 1980