“Este es mi pacto, que guardaréis … será circuncidado el prepucio de todo varón entre nosotros y esa será la señal del pacto entre mí y vosotros. De edad de ocho días será circuncidado todo varón por vuestras generaciones… y el varón incircunciso… será borrado de su pueblo, ha violado mi pacto.’ Génesis 17:10-14
La circuncisión es uno de los ritos fundamentales del judaísmo. Todo padre judío tiene la obligación de cumplir con este precepto bíblico como condición indispensable para que se considere que su hijo forma parte de la “Alianza de Abraham”. Este ritual se conoce con el nombre de Brit-Milá. Brit significa “pacto” y milá quiere decir “circuncisión”.
Este pacto de la circuncisión entre Dios e Israel se refiere a la promesa que ofreció el Todopoderoso al patriarca Abraham de bendecirlo si le era fiel y garantizarle que sus descendientes heredarían la tierra de Canaán.
El origen de este rito se remonta a la época de Abraham, quien fue el primero que lo llevó a cabo y llegó a constituir un signo distintivo del judaísmo a partir de la salida de los judíos de Egipto, ya que para recibir las tablas de la ley tuvieron que realizar la circuncisión para identificarse como pueblo. El carácter simbólico de esta práctica aparece en diversos pasajes bíblicos en donde se habla de la circuncisión del corazón.
A lo largo de los siglos los judíos han mantenido su adhesión a esta práctica a pesar de que en ocasiones tuvieron que enfrentarse a circunstancias difíciles y legislaciones antisemitas. Por ejemplo, en 168 a.e.c. el rey seléucida Antioco Epifanes prohibió la circuncisión bajo pena de muerte y castigó a las madres que circuncidaron a sus hijos. La indignación del pueblo fue profunda y ocasionó en parte la revolución macabea, que terminó con la ocupación extranjera del reino de Judea.
Posteriormente, en Roma, el emperador Adriano ordenó que la circuncisión fuera castigada como un crimen. Su sucesor, Antonio Pio, permitió la práctica de este ritual entre los judíos de nacimiento, mas no para los conversos.
Así, la práctica de circuncidar fue considerada ridícula y tratada hostilmente por algunos grupos antagónicos a los judíos, ya que constituía un poderoso símbolo de su identidad.
En la actualidad el brit-milá es practicado universalmente por los judíos. La ceremonia se realiza el octavo día después del nacimiento; sólo se puede posponer si el niño está enfermo, es débil o prematuro, o si la opinión del médico indica que la circuncisión puede ser peligrosa. Esto se debe a que en el judaísmo el cumplimiento de cualquier ordenanza divina debe ser postergado si existe un peligro para la vida humana.
Considerado uno de los ritos más importantes, en un principio se estableció la costumbre de que el padre circuncidara a su hijo. Con el transcurso de los siglos la tarea se transfirió a un “mohel” o “circuncisor”. Este oficio debe realizarlo un judío piadoso y observante que haya sido cuidadosamente instruido para efectuar el brit. Debe, además, entender perfectamente las leyes y tener un excelente manejo y conocimiento de las técnicas más avanzadas de higiene quirúrgica.
Antes del siglo X la circuncisión se realizaba en las casas con la participación del mohel y del padre. Posteriormente se llevaba a cabo una ceremonia en la sinagoga con la presencia de toda la congregación. Hoy en día, este rito se lleva a cabo tanto en el hogar como en la sinagoga.
Con el objeto de honrar a un pariente o amigo cercano, una tercera persona se une al mohel y al padre. Es el llamado “sandak” o “padrino”, cuya tarea consiste en sostener al niño mientras se efectúa el brit.
Se acostumbra colocar durante la ceremonia una silla cerca del lugar reservado para el sandak. Esta silla -que permanece desocupada- es reservada simbólicamente para el profeta Elías, quien de acuerdo a la tradición, asiste a la circuncisión para proteger al infante.
El brit-milá se festeja con una ceremonia alegre en la que se recitan las bendiciones y oraciones apropiadas y se otorga formalmente el nombre al niño.
Es, la circuncisión, el ritual más antiguo dentro del judaísmo, símbolo físico indeleble del pacto milenario entre Dios y el pueblo judío.