Es un hecho indiscutible que a lo largo de la historia la mujer mayoritariamente ha ocupado una posición subordinada al hombre. Aún hoy en día, en muchos países del mundo persiste la convicción de que su función primordial es la de servir al hombre. Con el transcurso de los siglos, sin embargo, esta situación se ha ido modificando. En diversas latitudes protagonistas femeninas, quienes exigen equidad entre los sexos, iniciaron una revolución que ha cambiado dramáticamente la fisonomía de la sociedad contemporánea.
Paulatinamente, y a pesar de una fuerte oposición, las mujeres cada día obtienen más y más prerrogativas que antes les estaban vedadas. La mujer de fines del siglo XX cuenta con un sinfín de opciones para su evolución en todos los ámbitos. No obstante, persisten un cúmulo de prejuicios que quedan por ser conquistados.
El movimiento feminista dentro del judaísmo. A lo largo de los siglos el judaísmo ha generado diversas filosofías que han sido consideradas como revolucionarias por culturas contemporáneas. La igualdad, en distintos niveles, se convirtió en un principio fundamental de la tradición judía. Pero por múltiples circunstancias, grandes sectores de la sociedad judía han mostrado sus reservas ante los retos que implica el feminismo.
El rol de la mujer dentro del judaísmo se ha definido por elementos profundamente enraizados en la historia. Aún así es difícil generalizar sobre la condición de la mujer judía debido a la diversidad de sociedades, estilos de vida y circunstancias que rodearon su existencia. De hecho las obras clásicas judías, en su mayoría escritas por hombres, expresan una variedad de enfoques sobre la mujer.
–Período bíblico. El hombre y la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27) pero, a la vez, no son considerados como iguales ya que la mujer fue creada de la costilla del hombre (Génesis 2:21-23). La esencia de la mujer en esta sociedad patriarcal reside en la procreación (Génesis 3:16) y su deber primordial es el de ser compañera del hombre (Génesis 2:18). De acuerdo con la antropología bíblica, la razón fundamental para la existencia de dos sexos se centraba en la función reproductiva.
La mujer dependía del padre (Números 30:4-6) y cuando se casaba esta autoridad era transferida al esposo (Números 30:7-16). Así mismo, de acuerdo con la literatura bíblica, existen muchas diferencias legales que subrayan la posición subordinada de la mujer como por ejemplo, el hecho de que el hombre podía divorciarse sin el consentimiento de su esposa mientras que una mujer no podía iniciar este proceso, así como la prohibición de que éstas sirvieran como jueces.
Sin embargo, a pesar de que la mujer no gozaba de igualdad de derechos, no fue perseguida ni humillada. Si bien sufría de limitaciones en cuanto a su participación en las cuestiones rituales y en su posición en las relaciones familiares, se veía protegida por la ley en muchas otras áreas.
–Período talmúdico. Bajo la legislación rabínica se propusieron diversas modificaciones que elevaban el status de la mujer. Se estableció que la mujer debía de contar con una propiedad en caso de divorcio. Se le adjudicaron mayores beneficios en materia de herencia y se legisló que ninguna mujer podía ser dada en matrimonio sin su consentimiento. Sin embargo, el rol femenino continuó básicamente restringido. Por ejemplo, el testimonio legal de una mujer no gozaba de credibilidad. Además no se le exigía el cumplimiento de los preceptos religiosos para no interferir con sus obligaciones en el hogar.
–Periodo medieval. Durante esta época persistieron las diferencias entre los sexos. No obstante la posición de la mujer no permaneció estática sino que fue mejorando. Grandes cambios se generaron en el siglo XI cuando el Rabino Gershom de Mainz, Alemania, realizó un sínodo de prominentes rabinos que legislaron prohibiendo la poligamia. Así mismo se estableció que los hombres no podían divorciarse sin el consentimiento de su esposa.
–Período moderno. A través del movimiento reformista -que surgió en Alemania en la segunda década del siglo XIX como respuesta a los desafíos de la modernidad- se propiciaron importantes cambios en la posición de la mujer. En 1846, en la conferencia de Breslau, Alemania, se realizaron diversas reformas que pretendían favorecer la igualdad religiosa para las mujeres. En la práctica no fue sino hasta 1972 que un seminario reformista -el Hebrew Union College- ordenó a la primera mujer rabina.
La corriente reconstruccionista fundada en 1986 en Filadelfia por discípulos del Rabino Mordejai Kaplan buscó otorgar a la mujer la igualdad en todas las cuestiones rituales y en 1974 ordenó a la primera mujer rabina. El movimiento conservador -por su parte- también aspiró a la igualdad femenina, pero hasta 1984 permitió el acceso de las mujeres al Seminario Teológico Judío y en 1985 ordenó a la primera mujer rabino. La corriente ortodoxa se opone a estos cambios y mantiene estrictamente las diferencias entre sexos en materia religiosa.
En comparación con otras culturas, la mujer judía -en general- ha gozado de mejores condiciones ya que a pesar de su posición subordinada ha sido respetada. Estas circunstancias propiciaron que se sintiera más o menos satisfecha con el rol social y religioso que tradicionalmente se le ha asignado. Por ejemplo, su posición en relación a las obligaciones religiosas no es vista como una limitación sino como una posibilidad de cumplir en forma óptima con su rol en el hogar.
La halajá o ley judía, incluye la institucionalización religiosa del status social y sexual de la mujer. Esto implica que lo que fue una verdad sociológica en generaciones anteriores -como es el caso de las diferencias sexuales- fue codificada como ley en conceptos que afectan a generaciones futuras. La sociedad secular ha abierto un nuevo rango de roles y de expectativas psicológicas para las mujeres mientras que bajo el status halájico la vida de la mujer permanece estática. Por ello, mientras más tradicional es una comunidad más se resiste a los retos de la ideología feminista que rompe con el equilibrio previo, estableciendo demandas que son contrarias a los modelos generados por la Halajá.
A pesar de la abierta oposición de algunos de los sectores que componen el judaísmo contemporáneo, el movimiento feminista ha contado con destacadas judías de la diáspora e Israel. En el Estado judío, particularmente, la mujer ha logrado igualdad social y equidad de derechos y obligaciones. De hecho, existen varias leyes que protegen el status legal de la mujer como es el caso de la Ley de Derechos Iguales para las Mujeres promulgada en 1951 y la Ley de Empleos para la Mujer, de 1954, en la que se garantizan múltiples beneficios antes desconocidos para el sector femenino.
BIBLIOGRAFIA
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Valores del Judaísmo
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