El pueblo judío se ha singularizado, a lo largo de su historia, por la pluralidad de corrientes ideológicas y culturales en su seno. De hecho, multitud de interpretaciones han proliferado en relación a las fuentes del pensamiento ético-religioso judío. Muchos de los grandes maestros han basado sus enseñanzas en las cuestiones planteadas por sus seguidores y por comunidades enteras en entornos disímbolos y marcos temporales diversos. El proceso de consolidación del cuerpo legal y filosófico que rige los senderos del judaísmo ha estado caracterizado por su dinamismo y por la voluntad, en la mayoría de los casos, de dar respuesta apropiada a los desafíos que los judíos han tenido que enfrentar en infinidad de circunstancias. Surgen, así, diversas corrientes religiosas, a saber, la ortodoxia, el conservadurismo y el reformismo.
No obstante, a pesar de que una gran parte del pueblo judío participa activamente en el quehacer religioso, se ha desarrollado una importante corriente secular que enfatiza el transfondo humanista y/o nacional dentro del judaísmo, a través de la producción intelectual.
LA ORTODOXIA: SU HISTORIA
A pesar de que la ortodoxia es un concepto moderno, a lo largo de la historia, diversos grupos han apoyado esta postura. Desde 160 a.e.c. los fariseos, por ejemplo, promovían la observancia del ritual judío y el estudio de la Torá. Para ellos, los valores religiosos prevalecían sobre los políticos y pretendían imbuir en las masas el espíritu de santidad, basado en una total observancia de la Torá, cuyas enseñanzas eran adecuadas para todos los hombres y todos los tiempos. Siglos después, en la España sefaradita estudiosos como el rabino Yosef Caro autor del Shuljan Aruj, el manual de observancia religiosa ortodoxa vigente hasta nuestros días. Sin embargo, la ortodoxia como fenómeno aislado y bien definido dentro del judaísmo, cristalizó en la respuesta al desafío que representaban los cambios que se producían en la sociedad judía, en el centro y occidente de Europa, en la primera mitad del siglo XIX. El Iluminismo, el nacionalismo y otras tendencias hacia la secularización, provocaron que muchos judíos se opusieran al cambio y que rechazaran las innovaciones. Surgió en ellos la necesidad de poner énfasis en su calidad de guardianes de la Torá y sus mandamientos bajo las nuevas condiciones y de encontrar los caminos adecuados para salvaguardar su particular estilo de vida.
La palabra ortodoxia asociada con la religión judía apareció por primera vez en 1795. Con el tiempo, su uso se fue generalizando, y para principios del siglo XIX, ya se usaba ampliamente en contraposición a los postulados expuestos por el movimiento reformista que surgía en el seno del judaísmo. A pesar de que en épocas posteriores diversos términos adquirieron popularidad, en general la palabra ortodoxo, se utiliza para denominar a aquellos que aceptan que la totalidad de la religión judía es producto de la inspiración divina, tal y como se estipula en la Ley Oral y en la Ley Escrita, y como aparece en el Shuljan Aruj.
En los inicios del período emancipatorio, muchos líderes ortodoxos consideraron que la sobrevivencia judía estaba siendo amenazada. Desconfiaban de la nueva política que se les ofrecía y de las oportunidades sociales y económicas que se les presentaban. Sentían que sería casi imposible que los judíos mantuvieran su distintivo nacional y su identidad espiritual. Incluso llegaron a exhortar a las comunidades judías para que rechazaran los privilegios a los que tenían derecho. Otros, aunque se mostraban dispuestos a aceptar los beneficios que producía la corriente emancipatoria, insistían en que no se debería aceptar ningún cambio en la política de segregación total de los judíos con respecto al medio ambiente cultural y social externo. De hecho, algunos rabinos, como el destacado Ezequiel Landau, temían que la exposición del judío a la cultura del mundo moderno podría devenir en una asimilación total y llegaron a prohibir la lectura de las obras de los intelectuales judíos de la Ilustración, aún cuando éstos observaran estrictamente las leyes religiosas.
Su temor se intensificó al presenciar los esfuerzos por parte del movimiento reformista para transformar radicalmente el carácter del judío y facilitar así su integración a la sociedad moderna. Los líderes ortodoxos consideraban, que las innovaciones que caracterizaron a la primera fase del movimiento reformista, estaban motivadas por un deseo de modelar la sociedad judía, de acuerdo con los patrones de la Iglesia protestante para ganar la aceptación de sus vecinos cristianos. Las comunidades ortodoxas comprendieron, que la serie de reformas litúrgicas que se proponían -como el introducir instrumentos musicales en los rezos- era tan sólo el principio de un largo proceso designado para modificar los dogmas y prácticas del judaísmo y para remover las barreras que impedían la inmersión total del pueblo judío en la cultura de la mayoría. Los ortodoxos reaccionaron con celeridad en un esfuerzo por preservar el status quo.
La ortodoxia, que se desarrolla al principio en Alemania y Hungría, se fue extendiendo hacía otras regiones. Estuvo caracterizada por un rechazo contra quienes defendían las reformas religiosas y aún contra aquellos que avalaban el menor cambio en la forma de vida judía. Ejercieron una influencia significativa sobre las comunidades de Europa occidental, principalmente en Holanda y Suiza.
Hasta la primera guerra mundial, los judíos ortodoxos de Europa oriental preservaron su estilo de vida tradicional y su marco educativo. En el período entre guerras, varios rabinos de esta zona emigraron hacía Alemania y otros países de Europa occidental, influyendo y promoviendo el apego al mundo de la instrucción talmúdica. Al finalizar la segunda guerra mundial, los grandes centros judíos se habían transformado, reubicánse en Estados Unidos, principalmente en donde la ortodoxia constituye una de las corrientes más influyentes dentro de la vida judía.
En la actualidad numerosas comunidades ortodoxas coexisten dentro de un mismo marco. Posiblemente, debido al constante ímpetu que se le otorga al estudio de la Halajá o ley judía, al mejoramiento en los sistemas de enseñanza y en los métodos de comunicación, se vive una creciente tendencia hacia una mayor polarización dentro del mundo ortodoxo.
DIFERENCIAS Y CARACTERÍSTICAS
La diferencia entre la ortodoxia y las demás corrientes religiosas se concentra principalmente en la aplicación de las reglas de la Halajá. De acuerdo a la ortodoxia, dentro de la ley judía nada es trivial, carente de importancia u obsoleto, porque cada postulado constituye un mandato directo del Todopoderoso que esta más allá de la dimensión temporal. No obstante, la ortodoxia no es un ente monolítico, sino que se compone de diversos tipos de vertientes:
1. Ultra-ortodoxia. -Está representado por las yeshivot o academias religiosas de estudio, del modelo lituano. Su énfasis fundamental se aplica al estudio de la Torá excluyendo cualquier otro tipo de estudio y promoviendo la implementación detallada de los ritos y ceremonias prácticas. El estudio secular es considerado sólo como una necesidad para obtener el sustento.
2. Neo-ortodoxia. -Posee una actitud más positiva hacia los estudios seculares, principalmente las ciencias físicas. Es la facción moderna de la ortodoxia, cuya ideología e instituciones se establecieron durante la segunda mitad del siglo XIX con el rabino Samson Raphael Hirsch. Su doctrina Torá Im Derek Erez (la Torá combinada con la conducta de la vida) exhorta a la integración judía en el contexto secular de la cultura.
3. Jasidismo. -Se inicia con la figura del místico Baal Shem Tov (Polonia, 1700) quien creía que se podía complacer a Dios con una ofrenda de amor, con el servicio del corazón. La alegría, la canción y el culto fervoroso tenían una gran influencia. El jasidismo abrió camino para un gran número de judíos que no podían adecuarse a la compleja estructura de las yeshivot. Surgieron, así diversas corrientes jasídicas: Lubliner, Berditchever y Lubavitch, éstos últimos considerados como un movimiento proselitista.
4. Extremistas. -Existen, además, grupos extremistas como los de Naturei Karta (Guardianes de la Ciudad) quienes manifiestan un total rechazo al cambio y viven como si el tiempo no hubiese transcurrido.
BIBLIOGRAFÍA
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