Tribuna Israelita

El libre albedrío

“Yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal”. Deuteronomio 30:15

     La doctrina del libre albedrío, que adjudica al ser humano la libertad y la habilidad para seleccionar entre posibles alternativas de acción de acuerdo con sus motivaciones internas y sus ideales, constituye uno de los principios básicos del judaísmo. Los pensadores judíos, en forma reiterada, consideraban que la doctrina del libre albedrío es indispensable para realizar un recuento de la responsabilidad asumida por el hombre hacia sus propias acciones. Más aún la ven como indispensable para explicar la justicia divina que se imparte el castigar la maldad.

De hecho en todos los sistemas religiosos uno de los más profundos problemas teológicos y morales es el de discernir si el hombre efectivamente cuenta con la facultad para elegir entre posibles vías de acción, transformándose así en la causa principal de sus actos. Distintos filósofos aceptan esta idea mientras que otros sostienen, que aunque el hombre tiene la libertad de seleccionar, sus acciones se ven influidas por Dios o por las leyes de la naturaleza.

En este contexto se cuestiona el grado en que el ser humano esta determinado por motivos internos y externos, y en base a esto que tan responsable es de sus actos y qué tan justo es su sufrimiento.

DESARROLLO DE LA DOCTRINA DEL LIBRE ALBEDRÍO

Época Bíblica. La literatura tradicional judía constantemente afirma que Dios enseña al hombre lo que es bueno y lo que es malo y que le otorga la posibilidad de escoger entre distintas alternativas y sus consecuencias. Esta idea aparece por primera vez en la Torá (Pentateuco): “…Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoged pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia . . .” (Deuteronomio 30:19). Así ocurrió en un principio con Adán y posteriormente con Noé y sus descendientes.

En la antigüedad los hebreos se diferenciaban de los pueblos vecinos tanto en su concepto de la divinidad como de la responsabilidad humana. Las deidades paganas eran fuerzas de la naturaleza y como tales había que temerles. De acuerdo con la concepción hebrea Dios era bondadoso y amante de los hombres pero exigía el cumplimiento de su voluntad.

Los enunciados bíblicos que afirman que Dios ordena el comportamiento de una persona en una situación dada interfiriendo así con su libertad como hombre, han sido explicados por diversos estudiosos del tema. Constantemente encontramos referencias sobre el determinismo divino de forma que nada sucede en este mundo que no esté determinado, en cierta forma, por el Creador. Pero toda la doctrina rabínica del castigo y la recompensa gravita en torno a la idea de que el hombre es libre de hacer el bien o el mal.

Época Talmúdica. Las autoridades del Talmud (compendio de leyes judías) coinciden en que todo lo que sucede en el mundo tiene su origen en el Creador. Todas las acciones -sean beneficiosas o perjudiciales- derivan de su poder, pero en los hombres reside la responsabilidad por sus acciones individuales. Multitud de filósofos y rabinos expresaron su opinión al respecto. Tal es el caso de Rabí Janina ben Jama (siglo III e.c.) quien afirmó que “todo está en poder de Dios excepto el temor del cielo”. Por su parte Rabí ben Zakai (autoridad religiosa de los primeros siglos) decía que a Dios sólo puede servirle quien ejercita su voluntad moral libremente. No puede ser servido por esclavos porque el hombre fue creado a su imagen y semejanza, esto es con plena libertad. A su vez Rabí Akiva (siglo I e.c.) decía: Todo está previsto por Dios y la libertad de elegir es dada al hombre. El mundo es juzgado con bondad y todo depende de la preponderancia de la acción, ya sea buena o mala. (Avot 3:15). Dios -según Akiva- prevé nuestras acciones pero no limita nuestra libertad.

La combinación de la doctrina del libre albedrío y la divina providencia en la teología rabínica debe entenderse no tanto desde un punto de vista filosófico sino desde la visión práctica que permea todo el pensamiento talmúdico. Por una parte es necesario entender el mundo bajo la óptica de la supervisión y el control divinos en su totalidad, concepto que fortalece la confianza y la fe de los judíos en Dios. Por la otra el individuo necesita tomar sus propias decisiones, consciente de que tanto el bien como el mal están en su poder.

El hombre está sujeto a la predestinación en relación a su físico, su mentalidad, su medio ambiente, su situación económica, etc., pero es libre en cuanto a su decisión de vivir de acuerdo con las leyes divinas. De hecho la tradición judía establece que el conocimiento de Dios no determina las acciones del hombre, buenas o malas. En cuestión de conducta ética, la elección es del hombre; éste es capaz de seleccionar entre el bien y el mal y de transformar su decisión en acción.

Época Medieval. Según el pensamiento de Rabí Saadia Gaón (siglo X) no se puede concebir el que Dios obligue al hombre a realizar una acción determinada para después castigarlo. Si no existe el libre albedrío no puede haber castigo ni recompensa, ya que tanto el justo como el malvado se reducen a cumplir la decisión divina. A su vez Yehuda Haleví, filósofo contemporáneo de Gaón, desarrolla la idea de que Dios es la causa primera de las cosas. De él se derivan todas las acciones humanas.

Maimónides (filósofo y rabino del siglo XII) consideró la doctrina del libre albedrío como pilar de la Torá y de los mandamientos divinos y afirma que “toda persona es capaz de ser tan justo como Moshé o tan malvado como Joroboam, sabio o tonto, cruel o malvado. El Creador no determina si un hombre debe ser bueno o malo”. La verdadera libertad reside en la posibilidad de llevar a cabo lo correcto. Maimónides explica que normalmente el hombre es libre pero que puede dejar de serlo si abusa.

El Testamento del Libre Albedrío escrito por Maimónides (en su Código de Leyes Relativas al Arrepentimiento, Capitulo 5:1-4) ha sido transmitido durante ocho siglos de generación en generación por los judíos de todos los confines: “Cada ser humano es dueño de sus acciones, de lo que hace o deja de hacer. Si desea seguir el camino del bien y ser una persona justa y piadosa es libre de serlo. Si desea seguir el camino del mal y ser un perverso, también es libre de hacerlo”.

Época Moderna. El pensamiento judío moderno favorece el concepto del libre albedrío. Se considera que el hombre es el único ser de la Creación que bajo su propio criterio y pensamiento puede diferenciar entre lo bueno y lo malo. Los filósofos judíos modernos establecen que los eventos externos condicionan su acción más no su carácter.

A simple vista podría parecer que el pensamiento judío maneja una contradicción básica en cuanto al libre albedrío. Por una parte establece que Dios no sólo conoce sino ordena todos los eventos que suceden en la tierra. Por la otra, insiste en que cada ser humano es libre de actuar como desee y que como tal es responsable de sus acciones. Se plantea así la pregunta sobre la omniciencia y la omnipotencia de Dios ¿por qué nos deja hacer el mal aún si puede prever nuestras acciones? ¿por qué el hombre es castigado por sus pecados?

Las autoridades religiosas constantemente han entapizado que la figura y el poder divinos no nos liberan de la responsabilidad por nuestras acciones. La libertad del hombre de resistir u obedecer la voluntad de Dios debe ser considerada como un acto de autolimitación divina. En su amor por el ser humano el Creador establece un área en cuyos límites cada individuo puede elegir entre el bien y el mal. Esto agrega una nueva dimensión en la relación entre Dios y el hombre. Este último puede errar pero cuando elige el sendero de la lealtad lo hace por decisión, por verdadero amor. En ausencia de esta libertad no puede existir pecado ni castigo, ni mérito ni recompensa.

BIBLIOGRAFÍA

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