Uno de los momentos más memorables en la vida de todo varón judío es el día de su bar-mitzvá. Es en esta ceremonia ampliamente celebrada cuando los jóvenes judíos alcanzan la madurez para cumplir con la obligación de observar los mandamientos religiosos.
De acuerdo a la tradición judía, un niño alcanza la mayoría de edad al cumplir trece años, según la fecha que indica el calendario hebreo. A partir de este momento el joven es considerado como un adulto al que se le confieren nuevos privilegios y derechos religiosos, y puede ser incluido en un minián o quórum de diez varones, necesario para realizar las plegarias.
En esta ocasión, el niño es llamado a la sinagoga a leer versículos de la Torá o Antiguo Testamento y a recitar las bendiciones correspondientes ante la presencia de amigos y familiares, con lo que se simboliza su ingreso a la comunidad. Es una oportunidad de cumplir en forma pública con uno de los requerimientos y privilegios del adulto judío que no debía observar anteriormente.
Este momento decisivo para el niño judío -desde el punto de vista religioso- es conocido como bar-mitzvá que significa “hijo de los preceptos” o “de los mandamientos”.
La costumbre de celebrar esta fecha es relativamente moderna y a pesar de constituir uno de los ritos fundamentales para el judaísmo, existen pocas referencias escritas al respecto. El tribunal judío que se constituyó en 135 e.c. decidió que el padre tenía la obligación de velar por la educación de su hijo por lo menos hasta los trece años y que al cumplirlos cesaba su responsabilidad.
La primera referencia escrita sobre la celebración del bar-mitzvá como tal se encuentra en el “Shulján Aruj”, código religioso redactado en 1557 por el rabino Iosef Karo. Este documento es la más importante recopilación de normas contenidas en la religión judía.Comprende las leyes relativas a las oraciones, bendiciones, a las grandes solemnidades, los deberes frente a nuestros semejantes, familiares y frente a nosotros mismos.
En el “Pirké Avot” o “Tratado de los Padres” se dice que el joven tiene la obligación de cumplir con los preceptos religiosos desde los trece años. El “Pirké Avot” es un tratado con un rico contenido religioso y moral y con una gran variedad de aforismos y sabiduría doctrinal.
El bar-mitzvá no es una confirmación ritual que confiere al niño su identidad judía; es más bien un término religioso y legal que indica la llegada del niño a la madurez. No se trata de un rito sacramental, tan sólo marca el momento en que el judío que alcanza la mayoría de edad ejercita sus derechos para participar en forma total en la vida religiosa.
Meses antes del día del bar-mitzvá el niño comienza a ser instruido en la historia hebrea; aprende las oraciones y costumbres y estudia la Torá, de modo que logra tener una noción de los valores imperecederos del judaísmo.
Normalmente la ceremonia de bar-mitzvá se lleva a cabo en la sinagoga durante el servicio matutino los lunes, jueves, sábados o días festivos en los que se acostumbra dar lectura pública a la Torá. La costumbre de leer la Biblia en estos días se instituyó porque antiguamente en estas fechas se establecía el mercado en Jerusalem. Ezra el Escriba decidió que en esas ocasiones se debía leer públicamente una porción abreviada de la Torá para que todo el pueblo y no sólo los estudiosos tuvieran acceso a sus enseñanzas.
A partir del día de su bar-mitzvá, el varón judío tiene la obligación de colocarse diariamente los tefilín que son dos cajas de piel que contienen pergaminos con inscripciones de pasajes bíblicos. La obligación de ponerse los tefilín aparece en varios versículos de la Torá. “Estas palabras que Yo te mando hoy estarán sobre tu corazón… y las atarás como una señal en tu mano y estarán como frontales en tus ojos” (Deuteronomio 6:6-9).
Los tefilín son un signo de fe y devoción que se colocan en la frente para simbolizar la lealtad intelectual y en el brazo para recordar al hombre que debe servir a Dios con todas sus fuerzas.
El bar-mitzvá es una ceremonia exclusiva de los varones, ya que tradicionalmente las obligaciones de la mujer se centraban en la casa y la familia, por lo que se les disculpaba de observar los mandamientos religiosos del hombre, ya que podían interferir con las labores del hogar.
Sin embargo en 1922 el movimiento reconstruccionista Sociedad para el Avance del Judaísmo introdujo el bat-mitzvá para las mujeres que cumplen doce años, ya que éstas alcanzan la madurez en forma más acelerada que los hombres. A esta edad las niñas reciben instrucción en las leyes religiosas y toman parte en una ceremonia en la que recitan pasajes bíblicos.
En años recientes, la actitud de aislar a la mujer de la educación y la religión ha ido cambiando y la ceremonia de bat-mitzvá ha adquirido mayor importancia, inclusive dentro de los movimientos conservadores y ortodoxos.
Así los jóvenes judíos, hombres y mujeres, marcan su integración a la vida religiosa y comunitaria y conmemoran la llegada a la madurez celebrando una hermosa tradición que les confiere nuevas responsabilidades y que enriquece su acervo de valores como miembros del pueblo judío.