Tribuna Israelita

Shabat: una señal en el tiempo

“Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis Días trabajarás y harás todos tus trabajo, pero el día séptimo es día de descanso para el Eterno, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu animal, ni el extranjero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo el Eterno el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó: por eso bendijo el Eterno el día del sábado y lo hizo sagrado.” (Exodo XX:8-11)

A lo largo de la historia el Shabat, sábado judío, ha sido uno de los pilares centrales de la tradición judía.

El concepto tiene sus orígenes en la Biblia: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó porque en el reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis II 1-3).
Es, así mismo, el cuarto mandamiento divino, un día de descanso cuyo propósito es crear una pausa en la semana de trabajo para que el hombre pueda distraer su atención de los asuntos mundanos y concentrarse en los aspectos espirituales.
Shabat significa descanso en hebreo. Este día fue destinado para el estudio y la instrucción religiosa con el objeto de elevar la mente y el corazón y satisfacer las necesidades individuales.
La celebración del sábado judío comienza el viernes a la caída del sol y finaliza al anochecer del sábado. El observante de Shabat debe abstenerse de realizar todo trabajo para descansar moral y espiritualmente como parte del pacto entre el pueblo judío y Dios.
El judaísmo fue la primera religión que proclamó la dignidad y santidad del trabajo, rechazando la concepción que sostenía que toda labor era exclusiva del esclavo. Al descansar el séptimo día se evita que el trabajo sea considerado como esclavizante.
El Shabat simboliza una de las más importantes expresiones éticas del judaísmo, ya que no importa cuan pobre o rechazado sea un hombre; el sábado lo dignifica y le confiere el derecho de ser ante Dios, igual que todos los demás.
En sus inicios, este concepto fue una contribución revolucionaria, al enfatizar la libertad del alma humana, de la mente y del cuerpo. La Torá (Pentateuco) prohíbe también el trabajo llevado a cabo en sábado “por tu siervo, por tu sierva, por tu ganado, por el extranjero que está dentro de tus puertas”. La liberación en ese día era no sólo para el propietario, el amo o el hombre libre. El Shabat constituye así, una protesta reiterada contra la esclavitud y la opresión.
Actualmente, el descanso semanal es una ley aceptada en el mundo, donde se reconoce el derecho del ser humano al reposo y a la distracción que merece. Sin embargo, el mundo civilizado tardó siglos en reconocer el valor de la existencia de un día de asueto a la semana para el hombre, el esclavo, la bestia y la tierra. De hecho, en la antigüedad el cuidado del sábado provocó hostilidades y generó rechazo y burlas de sociedades que se preciaban de ser civilizaciones avanzadas pero estaban basadas en el sistema de esclavitud, por lo que se negaban a aceptar el descanso de sus esclavos y por supuesto, de sus animales y del campo. Con el paso del tiempo, otras culturas reconocieron su importancia e imitaron la práctica.
Hoy en día, el ritmo del hombre de nuestro tiempo no le permite reflexionar sobre el objeto de su existencia. El Shabat, en cambio, proporciona a las personas acosadas por sus ocupaciones, la posibilidad de mantener contacto con las fuentes religiosas y tratar de restaurar sus condiciones físicas, morales, espirituales y psicológicas, con el objeto de superar las adversidades.
El hombre demuestra su dominio sobre los objetos materiales al transformar el mundo a su alrededor, y al convertir todo en un instrumento al servicio del ser humano. Por seis días rige al mundo. Sin embargo, en el séptimo día reconoce la autoridad divina y testifica que en realidad el mundo no es del hombre sino de Dios.
En esta línea, la Biblia cita 39 tipos de trabajo que está prohibido realizar en Shabat, entre los que se incluyen el sembrar, arar, hornear, escribir, coser, encender o extinguir fuego. Visto en forma superficial, el Shabat puede ser considerado como un día restrictivo, austero, triste. Pero resulta lo contrario, ya que sirve como una liberación de las preocupaciones rutinarias, que proporciona tranquilidad, alegría y elevación espiritual.
Cada viernes, al anochecer, la mujer debe encender las velas de Shabat, que simbolizan la fe y la esperanza, y que anuncian formalmente la llegada del sábado judío. Se acostumbra encender dos velas, que representan simbólicamente las dos formas del Cuarto Mandamiento: zajor (recordar en hebreo), “Acuérdate del Shabat para santificarlo” (Éxodo 20:8) y shamor (cuidar en hebreo), “Cuidarás el día de Shabat para santificarlo” (Deuteronomio 5:12).
Posteriormente la familia asiste a la sinagoga al servicio religioso denominado Kabalat Shabat (recibimiento del Shabat), que incluye dos salmos especiales. Ya en su hogar, el padre bendice a los hijos y la familia se reúne alrededor de la mesa para celebrar una comida festiva y rezar sus oraciones. Durante el sábado acuden a la sinagoga a estudiar y leer los libros sagrados. Al concluir, regresan a sus hogares a convivir con la familia.
El Shabat fue hecho para el hombre y no el hombre para el Shabat. Y es, desde Moisés, el pacto eterno entre Dios y el pueblo de Israel, el eje fundamental del judaísmo apreciado en su justa dimensión que antecede al tiempo.

Bibliografía

Halevy Donin, Rabi Hayim. El ser judío. Organización Sionista Mundial, Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora. Israel, 1983

Kolatch, J. Alfred. El libro judío del por qué. L.B. Publishing Co.Colombia, 1995

Telushkin, Joseph. Jewish Literacy. Harper Collins. Estados Unidos, 2001

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