Una leyenda relata que cuando Adán fue expulsado del Paraíso su cuerpo se dobló y su alma se arrepintió. Dios lo vio y dijo: el árbol de la sabiduría no hizo sabio al hombre. ¿Cuál será su destino? Dios creó al libro y le dijo: Ve y acompaña al hombre. Sé su amigo y compañero. Enséñalo y alegra su corazón.
En 1539, un siglo después de que Gutenberg, inventara la impresión de tipos móviles, llega a la Nueva España la imprenta. Los inventos, descubrimientos y avances así como los valores éticos y morales pueden ser transmitidos fielmente de generación en generación por medio de la tipografía. Al hablar de imprenta y de producciones literarias viene a nuestra mente la Biblia, que continúa siendo el libro más leído y la aportación más importante de un pueblo a la humanidad.
La Biblia es el documento que caracteriza a los judíos como el Pueblo del Libro. Es el récord de más de mil años de historia judía; es la experiencia colectiva de un pueblo buscando, queriendo entender y aprender los caminos y deseos de Dios.
La Torá, como la conocen los judíos, implica un patrón de conducta individual y comunal. Contiene las leyes que rigen el comportamiento del hombre, la historia, profecías y crónicas. Aquí se expresan los ideales principios de vida judíos, escritos en soberbia forma literaria. Constituye el registro de la experiencia de un pueblo.
La Biblia ha llevado a los judíos a un constante entrenamiento de la mente porque a ellos no sólo se les exige amar a su Dios, sino entenderlo y para esto necesitan estudiar. El Pueblo del Libro tiene en la Biblia una biblioteca, un mar de conocimientos indispensables para concebir la historia del hombre. Comprender la Biblia es ahondar en el pasado y establecer los fundamentos del futuro.
La expresión Pueblo del Libro se refiere básicamente a la existencia de la Biblia, pero también indica la predilección de los judíos por los libros en general. La literatura hebrea se inicia con Moisés y continúa hasta nuestros días. La producción literaria más conocida es la Torá, pero los judíos han contribuido constantemente con creaciones sobresalientes que nutren la cultura universal.
Podemos decir que, a grandes rasgos, la literatura judía se divide en varias épocas. Dentro del periodo religioso postbíblico existen obras consideradas como el Talmud, que es un conjunto de tratados e interpretaciones de la ley, filosofía y ética hebreas. Forma parte de la educación judía tradicional porque sus dialécticas legales afilan la mente y desarrollan habilidades para inferir y analizar.
En el centro del Talmud está la Mishná, considerada la primera legislación posterior a la Biblia. Es una amplia compilación de las leyes hebreas. Contiene las normas sobre agricultura, matrimonio, festividades, etc. Esta obra fue un factor decisivo en la fijación de los ideales del judaísmo postbíblico.
Una segunda etapa dentro de las letras judías es la Edad Media. En la España medieval los artistas judíos llegan a la Edad de Oro. La mayoría de los escritos son en árabe, ya que la gran literatura judía en suelo ibero coincide con la dominación musulmana.
Debemos mencionar que la poesía hebrea tuvo un importante florecimiento en este tiempo. Destaca la figura de Yehuda Halevi, considerado una personalidad por su estilo y técnica, así como por la profundidad de sus sentimientos. Su obra es alegre, un canto al amor y la amistad, con acento bíblico.
La máxima figura de la Edad Media fue Maimónides con su Mishná Torá y Guía de los Perplejos. Se distingue por su rico lenguaje y por haber sometido las ramas del saber a una interpretación racional. El Rambam trató de conciliar la fe y la razón. Se le conoce como portador del saber judío y por elaborar un sistema de ley oral en su propio estilo. Fue un escritor muy prolífico, creador de obras filosóficas y teológicas, poesía, matemáticas, medicina y astronomía.
Como una tercera época podríamos considerar a la moderna literatura hebrea, que es producto de una profunda metamorfosis del pueblo hebreo. En el Siglo XVIII con la emancipación, termina para los judíos del centro y este de Europa, la Edad Media y se inicia la Haskalá o Ilustración con la que querían abolir las barreras que apartaban al judaísmo del mundo.
Prontamente los judíos se adaptaron al cambio. Dejaron atrás las raíces religiosas, espirituales y éticas para participar del nuevo mundo. Aparecieron artistas como Moisés Mendelssohn, Stephen Zweig, Ajad Haam y Jaim N. Bialik, considerado el más grande poeta hebreo de los tiempos modernos.
En la segunda mitad del siglo XIX comienza la época realista de la literatura y el pueblo regresa a sus tradiciones. Surge Martín Buber, excelente filósofo espiritualista, compenetrado con el jasidismo, que es un movimiento socio-religioso con raíces místicas que expresa su devoción por Dios a través de las plegarias. Buber fue educador de una generación de sionistas germano-judíos. Figura también Sholem Aleijem, popular escritor en yidish, que es el lenguaje de la mayoría de los judíos del centro y este de Europa, desarrollado en el siglo IX, a partir del alemán. Aleijem se distingue como gran humorista, cuyos personajes tienen la pasión de luchar para lograr una meta. Es considerado el Mark Twain judío.
Hasta principios del siglo XX las letras hebreas se desarrollaron principalmente en los países europeos.
Posteriormente surge en Palestina un centro literario que va tomando fuerza. Al crearse el Estado de Israel en 1948, la vida judía adquiere un nuevo carácter. En esta tendencia destaca Schmuel Iosef Agnon, Premio Nobel de Literatura en 1966. Un gran intérprete del alma judía, Agnón se considera un neo-romántico con tendencias religiosas, y con anhelo y amor a Israel. Constantemente manifiesta una profunda fe en la misión espiritual de su pueblo.
En la actualidad, la literatura hebrea se alimenta de personajes como Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz, quien retrata importantes características de la posición judía, con la conciencia de la muerte adquirida en el Holocausto.
Están también una serie de escritores judíos como Amoz Oz, Ieoshúa Faigón, Schlomo Avnieri, judíos en su mayoría radicados en Israel, quienes intentan dar una visión del sionismo y del judaísmo de nuestra época.
No podemos terminar esta nota sin hablar de Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Literatura en 1978. Periodista, critico y escritor, se concentró en la cultura polaca de antes de la guerra para proyectar las fuerzas internas en imágenes derivadas del folklore.
Muchos otros nombres serían necesarios para relatar la contribución de los judíos a la cultura universal, ya que la creación del libro hebreo se remonta a más de 3,000 años.
La llegada de la imprenta a América nos invita a reflexionar sobre las trascendentales aportaciones del pueblo judío y de muchos otros pueblos más al conocimiento universal.
Ideas, valores y corrientes de pensamiento de todas las latitudes nutren al saber humano en el que se asimila la experiencia del pasado y edifica el futuro.