Entre los historiadores hay un debate acerca de si la historia es o no la maestra del hombre. Más allá de los argumentos que puedan presentarse a favor o en contra, nuestra más íntima convicción es que la racionalidad y sensibilidad humanas nos hacen susceptibles a aprender de nuestro pasado personal y colectivo.
Esta exposición que ahora acoge la Universidad Nacional quiere ser una contribución a nuestro aprendizaje generacional. La trágica historia contemporánea del pueblo judío no debe repetirse con ninguna otra nación o grupo, en nombre de cualquier supuesta superioridad, inferioridad o pretensiones de hegemonía, por parte de un régimen político, social o religioso. El sufrimiento de ese pueblo y su sangre derramada por toda Europa han de robustecer nuestra creencia en la igualdad de los seres humanos, en la libertad de los individuos y de las naciones; en la justicia y la tolerancia como valores fundamentales de la convivencia civilizada y condiciones indispensables de la paz.
La Universidad Nacional, al abrir las puertas de este venerable recinto a la exposición…
“Y aún veo sus rostros. Imágenes del pueblo judío polaco” refrenda el compromiso que adquirió hace 6 años ante el gobierno del Distrito Federal y ante el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de hacer realidad la aspiración de ofrecerlo a México como un espacio que enlazará nuestro presente con las más diversas manifestaciones culturales de nuestra Historia y de la del mundo.
Nos sumamos también al propósito que creemos descubrir en el título: el de recordar ese pasado extraordinariamente doloroso de la comunidad judía europea, y particularmente polaca, el de volver a hacer presente esa parte de la historia del hombre, la parte, más vergonzosa tal vez, de la historia contemporánea. Este recuerdo debe fortalecer nuestra voluntad individual y colectiva para evitar cualquier intento de repetirlo por parte de eventuales afanes totalitarios. Los rostros de millones de hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos están aquí como un testimonio lacerante de lo que no debe repetirse. Si la razón no ha tenido la fuerza necesaria para conducirnos a una civilización de la paz, los sentimientos que suscitan las imágenes del dolor, la solidaridad, la compasión y también la ira, han de ser sólido fundamento de una sociedad que haga posible lo que desearon los judíos que sufrieron y murieron, cuando nada fue suficiente para imponerse sobre la sinrazón de un régimen político.
Esta colección de más de 450 fotografías, nos ofrece un panorama de lo que vivió esa comunidad desde principios del siglo XX hasta la Segunda Guerra Mundial y sus terribles consecuencias; fotos que, al paso del tiempo, se vuelven no sólo documentos, sino verdaderos testimonios de la historia que nos permiten volver la vista atrás, y robustecer nuestra convicción de no permitir que se repita una historia infamante para la condición humana en general.
Con esta exposición, la Fundación Shalom, cuyo nombre pone de manifiesto un ideal plenamente compartido por nosotros, después de haber llevado a cabo un arduo trabajo de compilación, que gracias a la generosidad y solidaridad de muchos, logró reunir 8 mil fotografías, pone ante los ojos del mundo una emotiva selección de los diversos rostros de un presente condensado en imágenes impresas; intensamente vivas que ha de constituir una enseñanza imborrable y significativa para la sociedad contemporánea. Esas imágenes han de valer más que mil palabras, esas que no pudieron pronunciar los judíos polacos, los judíos de toda Europa.
La enseñanza del pueblo judío ha sido siempre de vida, a pesar de haberla transmitido, en ocasiones, con la muerte de millones de miembros de su comunidad. Sus contribuciones a la historia de la humanidad, a la cultura, han sido de singular valor. A ese pueblo han pertenecido algunos de los grandes protagonistas de la historia universal. Tan sólo en este siglo que está por terminar, no podríamos dejar de mencionar los nombres de Freud y de Einstein, quienes revolucionaron a la humanidad contemporánea con conceptos novedosos que han tenido, y siguen teniendo, un impacto impresionante en el devenir universal. Las ideas que dieron sustento a las teorías del Psicoanálisis y la Relatividad marcarán por siempre al siglo XX. Los nombres de sus creadores podrían encabezar una numerosa lista de artistas, científicos o humanistas contemporáneos, cuya influencia es incuestionable por su creatividad e inteligencia.
En México, en particular, el pueblo judío ha tenido una gran presencia, y una prueba de ello es que, tan sólo por la línea polaca, en la actualidad se reconocen a más de 15,000 judíos inmigrantes o descendientes de aquéllos que escogieron a este País como segunda patria, y en la cual fueron bienvenidos, como lo han sido tantos otros en este México generoso. Su agradecimiento se ha demostrado a través de su trabajo constante y creativo.
Hace setenta años que Polonia y México iniciaron relaciones diplomáticas. En 1928 fue inaugurado el Consulado General de Polonia en este país. A ese hecho seguirían años muy difíciles para el mundo, y a partir de entonces, también, se iniciarían las grandes oleadas de inmigrantes judíos a tierras americanas las cuales se les ofrecían como la tierra de la salvación.
México abrió sus puertas a quienes así lo desearon y decidieron radicar en su territorio. Muchos fueron los que aceptaron el ofrecimiento, y es así cómo la comunidad judía mexicana es hoy floreciente y numerosa.
Hace setenta años México dio la bienvenida a los judíos polacos; hoy lo vuelve a hacer, esta vez por medio de su Universidad Nacional; que pretende al cobijar a esta exposición darle un sano ambiente de Universalidad y con ello ha hacer posible la paz mundial. También ofrece este espacio para que la comunidad judía reciba las expresiones de solidaridad de los mexicanos, y para que nosotros, especialmente nuestros jóvenes, aprendan el valor de la paz y de la libertad.
Sean pues todos ustedes bienvenidos a este Antiguo Colegio de San Ildefonso, recinto histórico de la Universidad Nacional, que al igual que todos sus edificios, son espacios abiertos a la diversidad de la cultura universal en un ambiente pleno de respeto, tolerancia y libertad. Gracias, porque la presencia de esos rostros nos impedirá olvidar. Shalom.