Jerusalem, ciudad de paz, representa un mosaico de culturas, nacionalidades y credos que confluyen desde todos los ángulos del orbe. Es historia de pueblos cuya identidad y tradiciones permanecen intactas en vez de disolverse en un crisol de amalgamas, de barrios que reflejan costumbres y tradiciones de vida de sus habitantes, que conviven y trabajan juntos en un estilo de coexistencia que debería servir de modelo para la consecución de la tan anhelada armonía entre los hombres. Ciudad Santa de hipnotizante hermosura, epicentro de las esperanzas humanas.