Durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler, sumergido en el delirio, narró un maníaco episodio en el cual visualizaba la ciudad de Nueva York destruida en un huracán de fuego. El Führer nazi predijo que los rascacielos se convertirían en flamantes antorchas, colapsándose e iluminando los oscuros cielos de la ciudad.