Tribuna Israelita

Sionismo: orígenes el movimiento nacional judío

“Si me olvidase de ti, oh Jerusalem, que quede seca mi diestra.  ¡Péguese mi lengua a mi paladar, si no me acordase de ti,  si no prefiriese a Jerusalem como preferente asunto de mi alegría!”. Salmo 137:5-6

A lo largo de su historia, los judíos han preservado sus vínculos con la tierra de sus antepasados como uno de los aspectos de mayor trascendencia en su devenir como pueblo. Estos lazos indisolubles son y han sido de una intensidad y profundidad tales que han permeado todas las manifestaciones espirituales y culturales judías. El retorno a Sión ha constituido -a todas luces- el leit motiv de la existencia de los judíos en la diáspora.
La idea del retorno a Sión nació durante el primer exilio de los judíos a Babilonia en 586 a.e.c., como lo atestigua el Salmo 137:1 “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos y lloramos recordando a Sión”. Este deseo se fortaleció cuando los judíos fueron obligados por los romanos a vivir en la diáspora, al ser destruido por segunda vez el gran Templo de Jerusalem -corazón del pueblo judío- en 70 e.c. El anhelo de retornar al hogar ancestral nutrió el espíritu judío y se constituyó en un símbolo de fe y de integración de grupo.

Los nexos con Sión se han manifestado constantemente en las plegarias y costumbres judías. El recuerdo de Jerusalem está presente tanto en los momentos alegres como en los episodios tristes. “El año que viene en Jerusalem” es una frase que forma parte del ritual judío, y que desde siglos inmemorables fue utilizada por poetas y escritores de la talla de Yehuda Halevi y Najmanides, para manifestar su nostalgia por Sión.
El lazo con Eretz Israel no se interrumpió en el transcurso de las generaciones y la presencia judía en Jerusalem nunca se extinguió. Constantemente se presentaron casos de migraciones a Sión, territorio dominado por diversos imperios hasta 1918.
Sin embargo, tales concentraciones jamás actuaron regidas por la idea de promover una redención judía de carácter nacional. Se puede decir que hasta la segunda mitad del siglo XIX no hubo un movimiento efectivo que lograra el retorno judío a Palestina, hasta que la efervescencia generalizada del nacionalismo europeo, combinada con las precarias condiciones de las comunidades allí residentes, permitió el desarrollo de una aspiración nacionalista específicamente judía, fundamentada no sólo en criterios mesiánicos, sino en esfuerzos humanos con miras a la acción concreta.
Este movimiento nacionalista culminó con el sionismo y el establecimiento del Estado israelí, hechos que cambiaron el curso de la historia judía y la naturaleza de los lazos entre este pueblo y Eretz Israel. “Sionismo” se deriva de la palabra Sión, antigua fortaleza de Jerusalem, que en la historia judía ha fungido además como metáfora de esta ciudad. Como concepto moderno fue acuñado en 1890 por Nathan Birnbaum, en su periódico Selbstemanzipation para designar al movimiento nacional-político que aspiraba a la creación de un Estado judío. ¿A qué circunstancias se debe el hecho de que el sionismo surgiera en el siglo XIX y no muchos años atrás, cuando las condiciones de la población judía en Europa eran mucho peores?
La historia judía está llena de episodios de discriminación y persecución; para comprender el presente debemos remontamos al pasado.

ANTECEDENTES
La judería europea, dispersa por todo el continente, vivió hasta principios del siglo XIX -dentro de un marco de organización social y política donde la permanencia religiosa era la que definía básicamente su identidad. Tanto la sociedad mayoritaria cristiana -que tenía la hegemonía en todos los planos- como la sociedad judía, se autodefinían en términos fundamentalmente religiosos. El compromiso religioso del judío le impedía participar en diversas esferas ya que la sociedad europea consideraba su organización política como expresión de los dogmas cristianos y por lo tanto, esto excluía a los judíos.
Estos dos mundos se interrelacionaban a través de diversos nexos y tenían bien delimitadas sus diferencias y características, que se manifestaban en una relativa autonomía administrativa, instituciones educativas y jurídicas propias, esferas económicas especificas y formas de comportamiento, vestido y consumo particulares.
Hasta las primeras décadas del siglo XIX las comunidades judías europeas vivían marginadas del resto de la sociedad mayoritaria cristiana -geográfica y socialmente hablando. Los judíos no podían habitar las grandes capitales, y estaban excluidos generalmente de los cargos públicos, de las escuelas, universidades, el ejército, etc. No podían ejercer muchas profesiones y se vieron obligados a participar principalmente en el sector mercantil. La sociedad europea se limitaba a tolerar sus diferencias religiosas, aunque los mantenía marginados en numerosas actividades económicas y sociales.
A pesar de las persecuciones intermitentes, conversiones forzadas, migraciones, exilios y pogroms, la judería sobrevivió en un equilibrio jerárquico y no igualitario durante casi dos mil años.
El siglo XIX trajo consigo los efectos de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, drásticos cambios ideológicos y sociopolíticos que rompieron el equilibrio prevaleciente durante siglos de convivencia entre las sociedades judía y cristiana en Europa.

LA EMANCIPACIÓN
El siglo XIX constituyó uno de los mejores momentos para los judíos desde la destrucción del Templo. La Declaración de los Derechos Humanos proclamada con la Revolución Francesa despertó en los judíos el concepto de identidad y auto-estima grupal. Cambios favorables en la vida judía se suscitaron a partir de las ideas revolucionarias. Por primera vez, las puertas de la sociedad europea se abrieron a los judíos, con la posibilidad de ingresar éstos a todas las áreas socioeconómicas, educativas y culturales que les habían sido vedadas casi permanentemente.
Sin embargo, los 19 siglos de separación entre cristianos y judíos no podían disolverse por efecto de la joven mentalidad secularizada que construía su identidad nacional en función del territorio habitado, la etnicidad, el idioma y la creencia en un pasado histórico común. Pronto surgió un antisemitismo moderno legitimado en una animadversión que se justificaba en elementos distintos a los religiosos. Los judíos resultaban nuevos competidores en todos sentidos, con el agravante de que a los ojos de los europeos éstos eran unos imitadores que se consideraban a sí mismos como occidentales y que no eran partícipes de sus respectivas nacionalidades sino advenedizos de los que había que desconfiar, aun cuando hubieran convivido con el resto de la población por siglos.
Las condiciones de los judíos no eran similares en toda Europa. En Rusia, por ejemplo, el proceso de emancipación no se había dado totalmente aún hacia la década de los ochenta. Las condiciones de la mayor parte de los casi cinco millones de judíos rusos eran de una miseria y pauperización creciente. Con Nicolás I (1825-1855) se fijaron una serie de represalias que afectaron el espíritu judío. Las adversas circunstancias se recrudecieron cuando en mayo de 1881 el gobierno zarista de Alejandro III decretó una serie de leyes antijudías que dieron pie a sangrientos pogroms que lograron evaporar las ilusiones judías de constituirse en verdaderos ciudadanos rusos y formar parte de este prometedor futuro.
Fue así como los años de lento progreso para los judíos se desintegraron con la reacción y la intolerancia religiosa, las persecuciones, el burocratismo y la complicidad oficial en los pogroms. Turbas asesinas perseguían a los judíos y éstos se vieron obligados a emigrar masivamente. Se fundaron diversas asociaciones de jóvenes rusos en distintas ciudades para promover la emigración de judíos a Palestina, en busca de su auto-determinación, de su identidad y de su liberación.
El grupo más activo fue fundado en 1881 por unos estudiantes universitarios de Jarkov, quienes conformaron lo que se denominó la “Primera Aliá” (ola inmigrante). Estos jóvenes llegaron a Palestina diezmados por las adversas condiciones del viaje y sufrieron innumerables penurias en la Palestina dominada por los turcos.
Los pogroms se suspendieron en 1884 para reanudarse nuevamente en 1903. alcanzando su clímax en 1905 con brutales ataques que se prolongaron hasta 1914.
La política antisemita rusa terminó con las aspiraciones de los judíos de integrarse gradualmente a la sociedad. La emancipación no logró satisfacer los anhelos de igualdad de los judíos y más de tres millones de judíos rusos tuvieron que abandonar su país.
Por otra parte, en occidente se vivía uno de los más impresionantes casos de antisemitismo colectivo. Con la emancipación, muchos de los 75,000 judíos que habitaban Francia a fines del siglo XIX lograron integrarse con rapidez a la sociedad. Ingresaron en el sistema económico y político nacional y obtuvieron grandes éxitos en diversas profesiones. Ante esta situación comenzaron a aparecer escritos antisemitas que afirmaban que los judíos dominaban económicamente la República.
Bajo estas circunstancias surgió el tristemente célebre Caso Dreyfus. En enero de 1895, Alfred Dreyfus, oficial judío de alto rango del ejército francés, fue denigrado públicamente en la Academia Militar de París. Acusado falsamente de traicionar a Francia en beneficio de Alemania, Dreyfus fue condenado a prisión perpetua en la Isla del Diablo. Este incidente fue utilizado para enardecer los sentimientos antijudíos.
Entre el público que presenció este episodio se encontraba Teodoro Herzl, judío húngaro y reportero para un diario vienés. A pesar de que no practicaba su judaísmo, Herzl se sintió conmovido por el virulento antisemitismo que se extendió por todos los sectores de la sociedad francesa. Experimentó un profundo odio por la falsa liberación del judío que no pudo impedir que Dreyfus -judío emancipado, nacionalista francés y militar- fuera culpado injustamente por su condición judía. La promesa de la emancipación se veía truncada; la nacionalidad era una característica que se adquiría por nacimiento y no había posibilidad de conversión. El judío siempre sería judío ante los ojos del mundo.
Intelectuales y profesionistas repudiaron la actitud del gobierno francés. Tal fue el caso de Emilio Zolá, notable escritor que publicó una carta titulada Yo Acuso en donde afirmaba que el Caso Dreyfus constituía el más infame abuso del judío en los tiempos modernos, un crimen de alta traición a la humanidad.
Impactado por las connotaciones antisemitas implícitas en la acusación Dreyfus, Herzl escribió en 1896 El Estado Judío, en donde establece la idea de un hogar nacional para el pueblo judío. Pronto inició una lucha por conseguir el apoyo necesario para la conformación de un Estado Judío, sin tener éxito. A pesar de esto, en 1897 convocó al Primer Congreso Sionista Mundial en Basilea, Suiza, en donde se fijaron las bases para la creación de una organización política con el fin de crear un hogar judío en Palestina.

EL SIONISMO
Herzl logró convertir el sionismo en un movimiento significativo internacionalmente. Junto a él destacan intelectuales como Moisés Hess, Leo Pinsker, Max Nordau, los rabinos Zvi Kalisher y Judah Alkaly entre otros- cada uno de los cuales aportó valiosas ideas para constituir el movimiento sionista, respondiendo así a un desafío de su identidad, hurgando en sus raíces ante una sociedad que los había desarraigado de sus orígenes sin dar las respuestas adecuadas a su búsqueda.
El sionismo fue la revolución más trascendental en la vida judía. Cambió la esperanza pasiva del retorno a Sión -que prevaleció durante siglos- en una fuerza social efectiva que impulsó a la acción a millones de personas, y que transformó las viejas ansias en acción política e histórica.
A pesar de las antiguas raíces del sionismo, éste logró su expresión en el siglo XIX debido a que se trata de un movimiento que no es sólo la reacción de un pueblo ante la persecución, sino que también constituye una respuesta a los desafíos del liberalismo y el nacionalismo. Conformó la búsqueda de la libertad bajo las modernas condiciones de secularización.
El sionismo es la prolongación ininterrumpida, armónica y directa de la historia del pueblo judío. No sólo expresa las ansias del retorno a Sión, sino que es un intento de traducirlas en conceptos del mundo actual.
La construcción del Estado de Israel representó la cristalización de una parte de las aspiraciones judías. Sin embargo, la continua confrontación bélica con el mundo árabe, iniciada a partir del surgimiento del Estado, es una de las razones que han imposibilitado el cumplimiento total de los objetivos del sionismo.
Los ideólogos del sionismo creyeron que podrían conciliar los intereses nacionales de los judíos y de los árabes, y supusieron que la sociedad judía complementaria a la sociedad árabe. Nunca pensaron que se enfrentarían a una actitud árabe tan hostil, que a pesar de los esfuerzos de reconciliación se ha ido agravando.
Con la creación de la Organización para la Liberación de Palestina en 1964, y especialmente a partir de la década de los setenta, los países árabes iniciaron una intensa guerra psicológica en contra del sionismo, con la ayuda del bloque soviético. El sionismo, como movimiento de liberación nacional, fue falsamente asociado con la agresión, el colonialismo y el racismo, actitud que influyó para que el 10 de noviembre de 1975, en el seno de la ONU, ésta adoptara la infame resolución 3379 que afirma que el “sionismo es una forma de racismo y discriminación racial”.
El sionismo -a diferencia de lo que se sostiene en esa declaración- es un movimiento nacionalista no imperialista cuyos esfuerzos se han concentrado en crear un estado libre, soberano y democrático, en el cual no sólo los judíos, sino los ciudadanos de todos los credos y extracciones, tengan la oportunidad de vivir libremente. De hecho, Israel es el único estado democrático de la zona mesoriental, en donde existe la libre participación de ciudadanos israelíes no judíos -de origen árabe u otros- en todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural del país. Por todo esto, a cuarenta años de la fundación del Estado de Israel, el sionismo enfrenta nuevos desafíos.
La creación del Estado representó un primer paso para consolidar la identidad del pueblo judío en la época moderna al dar respuesta política a siglos de dispersión y de animadversión por parte de las sociedades en las que éstos se desenvolvían. Circunstancias cambiantes, tanto en el mismo mundo judío como en el panorama geopolítico, han exigido un replanteamiento del ideal sionista, que conserva a pesar de todas las vicisitudes, el anhelo por fortalecer la democracia, por defender los derechos humanos, por dar término a la confrontación bélica con el mundo árabe y por resolver las contradicciones dentro del propio Estado de Israel.

BIBLIOGRAFÍA

Acercamiento Análisis sobre el Medio Oriente Comité de Amigos Pro-Paz en el Medio Oriente, México, 1985

Avinieri, Shlomo La Idea Sionista La Semana Publ. Ltd., Israel, 1983

Laquer Walter Historia del Sionismo ICMI, México, 1982

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