En una época de horrores incomprensibles solo el arte puede resistir al olvido, puede hacer presente lo ausente. El arte es un recuerdo continuo de aquello que el espíritu deja fuera.
Theodore Adorno
Fotógrafos judíos en los guetos
Oficialmente, todos los fotógrafos del gueto estaban bajo las órdenes del Judenrat, encargados de fotografiar la “aparente eficiencia” de las instituciones del gueto y su fuerza de trabajo y así, agradar a las autoridades nazis. El fotógrafo oficial del gueto debía tomar retratos de oficiales, la cobertura de funciones sociales y reuniones y hacer fotografías de cada habitante del gueto para su tarjeta de identidad.
Algunos de esos fotógrafos también tomaban fotos clandestinas sobre las abominables condiciones en que vivían, con la esperanza de dejar una constancia que exprese la verdad sobre la vida en el gueto. Los fotógrafos, cualquiera que fuese su papel, arriesgaban su vida para registrar estas imágenes que, ahora, nos ofrecen un testimonio de la resistencia humana, además de un complemento importante para el entendimiento de aquellos hechos inhumanos.
Algunos fotógrafos lograron tomar fotografías clandestinas de las deportaciones, con la esperanza de que sus imágenes sobreviviesen incluso si ellos mismos fueran asesinados por los nazis. Lo hacían poniendo en riesgo sus vidas y escondían los negativos donde nadie los pudiera encontrar, en barriles de granos o dentro de los muros de la casa.
El Álbum de Auschwitz
En noviembre de 1956, dos prisioneros austriacos de nacionalidad checa llegaron al Museo Estatal de Auschwitz con 64 viejas fotografías. Los dos hombres, Ota Kraus y Erich Kulka, explicaron que eran parte de un conjunto de 203 fotografías que se habían encontrado en el Museo Estatal de Praga. Parecía que éstas fueron vendidas en 1947 ó 1948 por una mujer no identificada por 10.000 coronas checas. Se supo luego que su nombre era Lili Jacob (posteriormente cambió a Zelmanovic), y que las había vendido para pagar su fianza de migración a Estados Unidos. Después de haber comprobado la autenticidad de las fotografías, se confirmó que Lili Jacob encontró el álbum en el campo de concentración de Dora-Nordhausen, donde había sido deportada desde Birkenau.
Éste es el único documento fotográfico completo que testifica sobre la última fase del crimen que los nazis denominaron la “solución final” de la cuestión judía.
Las fotografías del álbum, que generalmente se conoce como el Álbum de Lili Jacob o el Álbum de Auschwitz, han sido las únicas que se tomaron en el momento de la llegada de un convoy a la rampa de Birkenau, el mayor y más terriblemente eficiente campo de exterminio en la historia de la humanidad. Este álbum se presentó como evidencia en el juicio de Adolf Eichmann, en 1961, pero no despertó demasiado interés público; sin embargo, durante el juicio una mujer de origen húngaro, Esther Goldstein, logró identificarse a ella y a su familia en diferentes fotografías.
En diciembre de 1964, en Frankfurt, comenzaron los juicios contra los guardianes alemanes del campo de exterminio de Auschwitz. Lili Jacob -Zelmanovic prestó testimonio y mostró el álbum al tribunal.
La mayoría de las fotos del álbum de Lili Jacob se tomaron en la plataforma a lo largo del tramo ferroviario, conocido como la “rampa”, y en diferentes posiciones ventajosas alrededor del área. Algunas tomadas desde un punto elevado, sugieren que el fotógrafo estaba situado en uno de los techos del tren, intentando capturar la enormidad de la operación y la densidad de la multitud. En algunas de estas fotos elevadas puede verse claramente la torre de vigilancia al fondo. Otras fueron tomadas desde un punto un poco más bajo, posiblemente desde el tren mismo, mientras otras eran tomadas entre la multitud. En las últimas páginas del álbum hay fotografías de hombres y mujeres que habían sido seleccionados para el trabajo, con su uniforme del campo.
Estas fotografías muestran una visión general del campo al fondo y los prisioneros en primer plano. En las últimas ocho páginas aparecen enormes pilas de pertenencias siendo trasladadas a los almacenes, conocidos por los presos como “Kanada”, porque Canadá era considerada la tierra de la abundancia. Los presos trabajaban en más de 30 de esos almacenes, preparando bienes y ropas de todas clases que debían ser enviadas de vuelta al Reich o para ser recicladas en los guetos polacos.
La última página del álbum tiene dos fotografías que han sido las más reveladoras. Una muestra el exterior de uno de los edificios de los crematorios y la última, tomada en el interior, presenta los hornos en toda su espantosa claridad.
Una vez más se confirma que la fotografía, como expresión artística, sí puede transmitir el horror, por más inimaginable que sea.