Mayo 29, 2025
Hace algunos años, cuando apenas empezaba mi carrera rabínica, mi bobe me dio un consejo súper importante. Me dijo: Joshu, acuérdate, los discursos de un rabino siempre tienen que ser kurtz un sharf — cortos y al punto.
Y es un consejo extraordinario, pero yo todavía no soy rabino.
Así que siéntense cómodos… relájense. Ahorita les pasamos un cafecito.
No, no es cierto. Ni se me preocupen… no voy a hablar más de cuarenta minutos.
Queridos —
Elías Achar, presidente del Comité Central, Mauricio Lulka, director general del Comité Central, Renée Dayán, directora de Tribuna Israelita, Marcos y Vivian Metta, de la Fundación Metta Saade, presidentes de las comunidades, rabinos, jazanim, familiares, amigos, conocidos, miembros de nuestra comunidad, protagonistas de su historia, bienvenidos. Gracias por estar aquí en un día tan importante para mí, un día que llevo esperando ocho años…
Me siento profundamente conmovido y honrado con la presencia de todos ustedes.
Como se podrán imaginar, me gusta la historia — un poquito —, así que me gustaría contarles una historia. La del libro. Y yo sé que ya vieron un poquito en el video, pero lo que les voy a contar es el detrás de cámaras.
Todo empezó una tarde de mayo del 2004.
Después de haber visto El violinista en el tejado por primera vez, le dije a mi mamá que quería entrevistar a mi bisbobe, Eva Gojman, porque sabía que ella había nacido en Europa. Así que a mis ocho años, me senté junto a ella y le hice miles de preguntas.
Mi bobe tenía ojos verdes, muy profundos, y cuando estaba platicando con ella, me acuerdo haber pensado: “Estos ojos han visto tanto… estos ojos vieron Europa en los años veinte, vieron barcos de vapor llenos de inmigrantes, el México de los años treinta, cuarenta… estos ojos han visto mundos enteros, y ahora me están viendo a mí.”
Y esa mirada despertó en mí una inmensa curiosidad por la historia de los judíos en México. Desde ese momento, nunca me dejé de hacer preguntas…
¿De dónde venimos?
¿Quiénes somos?
¿Quiénes fueron?
¿Qué hicieron?
Pasaron los años, y cuando estaba por acabar mi carrera en historia y estudios judaicos, me dijeron que tenía que escribir una tesis. Y sin pensarlo dos veces, dije: voy a escribir la historia de los judíos en México y voy a diseñar el libro con fotos y documentos.
Así que vine a México en el verano del 2017 a recolectar información. Pero antes de empezar, no sabía por dónde empezar. Y para mi fortuna, una de las historiadoras más reconocidas de la comunidad, la Dra. Alicia Gojman de Backal, es mi tía. Así que fui a su casa y me ayudó a hacer el índice, me prestó unos 15 libros para que empiece a empaparme del tema, y también me ofreció ser mi asesora histórica.
Tía, gracias. Por tu sabiduría, tu guía y por abrirme las puertas de tu casa y de nuestra historia.
Ese mismo verano, me dediqué a recolectar cientos de fotos y de documentos. Y para ello tuve que ir al CDIJUM casi todos los días, que en ese entonces estaba en Acapulco #70. Yo me estaba quedando en Haciendo del Ciervo, y mi bobe, Clarita Zajdman, me llevó al CDIJUM todos esos días. Y ella manejó. Y ahí se sentó junto a mí con toda la paciencia mientras yo me dedicaba a escanear foto por foto y documento por documento.
Así que le agradezco al CDIJUM por el material que me compartieron para darle color al libro; te agradezco, bobe, por toda tu paciencia y por ser mi acompañante oficial durante el proceso de investigación, y zeide, también te tengo que agradecer a ti por tus porras, por tu apoyo, y bueno porque tú pagaste por la gasolina ese verano.
También le quiero agradecer al Sr. Manuel Taifeld, por compartir conmigo las fotos más increíbles que he visto de la comunidad. Literalmente le dieron vida al libro. Manuel, gracias.
Y bueno, una vez de regreso en Ohio, empecé a escribir. En la universidad tuve a mi asesor lingüístico, el Dr. David Odell-Scott, a quien le agradezco por cada revisión y cada té con miel que me daba cuando nos veíamos. Mi tesis empieza en 1519, y cuando iba ya en 1912, el Dr. Odell-Scott me dijo: Ya. Ahí déjala. Está perfecta así.
Y le dije: No, ¿cómo? En 1912 apenas empieza la historia moderna…
Y me dijo: Ya no tenemos tiempo, escribe una buena conclusión y entrégala.
Así que entregué mi tesis y me gradué.
Y me quedé con muchas ganas de seguir.
Me dije… no. No la puedo dejar así. Tengo que acabar de escribir la historia y diseñar el libro con las miles de fotos que tengo.
Y eso hice.
Del 2018 al 2022, me dediqué a escribir y a diseñar, día y noche. Y una vez que lo acabé, dije: necesito que alguien lo lea y corrija. Así que le conté del libro a Hellen Soriano, que es mi tía, y se convirtió en mi correctora de estilo.
Hellen, gracias. Tu entrega y profesionalismo dejaron una huella en cada página.
Una vez terminado y corregido el libro, yo ya estaba más que listo para mandarlo a imprimir. Pero dije: ¿cómo le hago? ¿Cómo se publica un libro? Y para mi fortuna, mi tío, Roni Zajdman, trabaja en Litoprocess. Así que le conté del proyecto, y se convirtió en mi coordinador de producción.
Tío, desde ese momento has estado conmigo en cada paso. Me has acompañado y aconsejado desde los primeros ultrasonidos hasta el nacimiento. Gracias. Me encanta que aparte de mi tío, seas mi amigo.
Siguiendo con la historia, mi tío Roni me dijo que conocía a Marcos Metta y que me iba a poner en contacto para que le cuente del libro y lo podamos convertir en una realidad. Así que tuve una junta por Zoom con Marcos y al final me dijo: “Este proyecto ya es de los dos. Tienes todo mi apoyo”.
Marcos — desde ese primer momento que nos conocimos confiaste ciegamente en mí. Al 100%. Nunca me hiciste preguntas, nunca pusiste peros. Tu apoyo ha sido incondicional y absoluto. Admiro tu humanidad, tu generosidad y te deseo que siempre nos sigas inspirando con tu liderazgo y con tu compromiso incansable con el mundo judío.
Así que Marcos, Vivian, y la Fundación Metta Saade, desde lo más profundo de mi corazón — gracias. Literalmente agarraron mi sueño con sus manos y lo convirtieron en una realidad que hoy todos podemos cargar en nuestros brazos.
Y bueno, además de un mensch, Marcos también es visionario…
Desde el principio me dijo que el libro necesitaba ser avalado y editado por alguna institución de la comunidad porque eso le daría mucho peso y credibilidad. Así que, después de un par de topes, en el 2023 llegamos nada más y nada menos que a la puerta del Comité Central de la Comunidad Judía de México. Le presentamos el libro a Renée Dayán y a Mauricio Lulka, y aceptaron avalarlo con una condición muy inteligente: cada comunidad y cada institución y cada organización tendría que leer su parte del libro y validarla. Y eso hicimos. Y tardamos más de un año, pero lo logramos.
Mauricio, Renée — gracias. Por confiar en este proyecto y por asegurarse de que este libro reflejara con precisión y respeto la voz de toda nuestra comunidad. Trabajar en equipo con ustedes ha sido realmente un placer y un honor.
Y le agradezco también a los miembros de cada comunidad que me ayudaron a leer, corregir y validar la información.
Así que una vez que el libro ya estaba 100% validado, avalado, y con los sellos de la Fundación Metta Saade y del Comité Central, ¿qué más le podía faltar?
Pues un día, me topé en línea con la exposición de cuadros Dos vías, una historia por los artistas Tere Metta y Agustín Castro, la cual relata la llegada, el desarrollo y la presencia de la comunidad judía en México. Y cuando vi los cuadros, dije: tienen que salir en el libro.
Tere, Agustín — gracias. Sus cuadros fueron la cereza del pastel y le dieron un toque mágico al libro.
Le quiero agradecer también a mis hermanos, que son mis mejores amigos — Ariel, gracias por tu paciencia, por tus porras, por acompañarme en cada paso de este recorrido.
Y Tzvi, gracias por tu apoyo constante y por haber vestido al libro con una portada tan colorida y tan espectacular, que refleja, con tu talento, la esencia de su contenido.
Yo sé que parecen los Óscares con tanto agradecimiento, pero por lo menos no hay música que me corte el discurso.
Me faltan tres agradecimientos. Mis tres creadores: mis papás y D-os.
Pa, ma — Ustedes son los autores de mi historia…
Gracias por darme raíces, palabras y alas.
Gracias por enseñarme a amar lo nuestro.
Este libro nace de los valores que me inculcaron.
Todo lo que soy es reflejo de ustedes.
Ustedes son mi historia y los adoro más que a nadie.
D-os — gracias.
No puedo creer que estoy viviendo este momento.
Baruj Atá Ad-nai, El-heinu Mélej HaOlam, Shehejeyanu Vekimanu Vehiguianu Lazmán Hazé.
Todo empezó una tarde de mayo del 2004. Y tantos años después, nace este libro, en una tarde de mayo…
Este evento no hubiera sido posible sin el apoyo de muchas personas. Le agradezco a Marcos, a Vivian y a la Fundación Metta Saade por haber hecho posible todo lo que estamos viviendo en estos momentos, a Mauricio y a Renée por su ayuda en la planeación de esta ceremonia, a Nicole Jusidman y Andrea Sanchez por hacer de este el evento de mis sueños, a la Comunidad Sefaradí por este espacio, a Memo Treistman por ser el mejor maestro de ceremonias, al rabino Leo Levy y al jazán Ari Litvak por su participación que me llena el alma, a Tere y Agustín por sus cuadros que cuentan nuestra historia y a todos ustedes, por acompañarnos y estar aquí presentes en un momento tan importante en mi vida.
Un agradecimiento especial a todos aquellos que vinieron del extranjero: mis papás, Paul y Miri, mis hermanos, Ariel y Tzvi, Tey, Sam, Randy, Stacey… gracias.
Me siento conmovido hasta los huesos, satisfecho hasta las nubes y agradecido hasta el último rincón de mi alma.
Así que… esa es la historia del libro. Esa es la historia de La historia de los judíos en México. Y como siempre me estoy haciendo preguntas, hoy me pregunto…
¿Qué aprendí? Y ¿qué espero?
Aprendí a tener paciencia. Cuando empecé pensé que iba a ser un proyecto de unos meses… y pasaron ocho años. Aprendí que la historia también necesita sus pausas, su tiempo. A veces, esperar es la forma más pura de amar un sueño.
Aprendí que no existe una comunidad judía como la de México. La organización, el profesionalismo, la formalidad, la diversidad de nuestra comunidad es admirable. Y cada miembro de esta comunidad es una pieza vital de un hermoso mosaico que, en su conjunto, refleja nuestra capacidad de colaborar y crecer juntos. Y eso celebro hoy. Porque la riqueza de una comunidad se revela en su abrazo a la diversidad.
Este libro es el Shorashim de todos nosotros. Cualquier judío mexicano o judío que viva en México, cualquiera, shami, jálebi, ashkenazí, sefaradí, ortodoxo, conservador, secular, cualquiera puede agarrar este libro y decir: “Ésta es mi historia. Aquí estoy yo. Aquí está mi familia, mi comunidad, mi país.” Y eso es lo que más me emociona. Porque cuando la historia nos ve, nosotros también aprendemos a vernos.
Cada vez que vengo a México, voy al panteón a visitar a mis abuelos paternos, Ñoma Kogan y Fanny Frenk. Y en ese rincón silencioso del panteón, les cuento quién soy, lo que he hecho, lo que quiero hacer. En ese espacio yo sé que me ven, que me siguen cuidando. Y me siento acompañado. Y camino por los pasillos del panteón y leo los nombres de aquellos que tejieron el alma de nuestra comunidad. Este libro también es para ellos. Porque todos ellos son parte de esa historia que ahora nos ve.
Y ¿Qué espero?
Espero yo que este proyecto los inspire a hacer preguntas, a buscar respuestas, a sentarse con bobes y zeides, abuelos y abuelas, a preguntarles por sus vidas, sus recuerdos, sus caminos. Porque la historia no vive solamente en los documentos ni en las fotos. Vive en las miradas de nuestras abuelas y abuelos. Vive en las arrugas de 7 sus manos, en las maletas que nunca se desempacaron del todo, en los acentos que nunca se perdieron por completo. Y también espero que este libro inspire a aquellos que están llenos de historia, a contar.
La historia está llena de magia: es viajar en el tiempo, es conectar con los que fueron, con los que hicieron. Y ese vínculo con el pasado es la semilla de nuestro futuro.
La mirada de los ojos verdes de mi bobe Eva fue mi primer vínculo con el pasado.
Con su mirada me dijo de dónde vengo, quién soy, a dónde voy. Y aunque aquellos ojos verdes ya no están físicamente conmigo, están en cada página. Y hoy, esa mirada… ya es de ustedes también. Esa es la magia de la historia.
Y para acabar me gustaría pedirles algo.
Lo único, lo único que les pido a todos ustedes es que tomen este libro en sus manos —léanlo, disfrútenlo, aprendan, gócenlo—, y después, entréguenlo personalmente en las manos de la siguiente generación, para que ellos sepan… quiénes son, quiénes fuimos, quiénes fueron, qué hicimos, qué hicieron. Y que sepan, siempre, de dónde vienen para que sepan, siempre, a dónde ir…
Una vez más, desde lo más profundo de mi corazón y de mi alma, gracias, a todos y a cada uno de ustedes.