Excelentísimo Sr. Svi Tal, Embajador de Israel en México; Arq. Marcos Shabot Zonana, Presidente del Comité Central de la Comunidad Judía de México; Ing. David Litchi, Representante del Centro de Estudios Multisensorial; Sr. Elías Achar; Presidente de Tribuna Israelita; Prof. Nina Medrez, Presidenta de la Asociación Yad Vashem de México; Sr. Carlos Ulloa, Secretario de Inclusiín y Bienestar Social
Queridos amigos y queridas amigas,
Este año, como cada enero, es un privilegio y una responsabilidad para el COPRED conmemorar a las víctimas de uno de los episodios más atroces de la humanidad.
Rememorar la Shoa y los genocidios de la historia de la humanidad debe ser un proceso constante que nos confronte con nosotras mismas, que nos obligue a repensar nuestras prioridades, nuestros principios y valores, nuestro lugar en nuestra comunidad, en nuestro país, en nuestro planeta.
Hablar de los procesos de degradación del ser humano es indispensable pues forma parte de nuestro auto-descubrimiento, saber de lo que son capaces los peores vicios de la humanidad.
Amigos y amigas, desde el 2013 el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (COPRED) tiene la oportunidad de participar en la convocatoria y organización para este día, junto con el Comité Central de la Comunidad Judía en México.
No dejaré de mencionar que para el COPRED resulta una fecha de suma importancia, no solamente por la amistad que nos une con la comunidad judía en México o por el trabajo imperioso que todavía se requiere para eliminar los prejuicios que violentan y discriminan, sino porque como parte de la humanidad, tenemos el deber de recordar y la responsabilidad de decir “¡Nunca más!”
En aquel 2013 se realizó un importante llamado desde la CDMX para rechazar toda manifestación de intolerancia religiosa, incitación al odio, acoso o violencia contra las personas, grupos o comunidades por su origen étnico, racial o por sus creencias religiosas.
Los años siguientes, el COPRED insistió en el reconocimiento de la existencia del antisemitismo como una forma de prejuicio que, en acción, violenta a las personas judías. Los seres humanos no podemos estar condenados a repetir nuestra historia, de esta forma, la CDMX no solo reconoció el antisemitismo como una forma de odio y discriminación en la Ley para Prevenir la Discriminación de la Capital, sino que, además, en 2017 se celebró que la Constitución Política de la CDMX haya reconocido el antisemitismo como conducta discriminatoria.
De esta forma, el marco normativo de nuestra Ciudad ha servido para que desde el COPRED no solo se señalen y reparen las conductas contrarias a los derechos y dignidad de las personas judías, sino a que nuestro quehacer diario señale la urgencia de eliminar el antisemitismo como una forma de odio.
Sabemos que nos falta por hacer, recién fuimos testigos de ello. Tendemos la mano a nuestros amigos y amigas de la comunidad judía para avanzar en una tarea pedagógica y humana que busque el respeto, la dignidad y sobre todo la remembranza.
De nuevo, este 2022 Recordaremos los sucesos en aquel invierno de 1945 cuando se liberó el campo de Auschwitz-Birkenau, por vías remotas que no nos permiten vernos de cerca.
Ya lo decíamos hace un año, pero vale la pena recordarlo: Hoy más que nunca debemos acompañar a nuestra remembranza la capacidad de resiliencia de las y los sobrevivientes de la shoa. Esa posibilidad de reconstruir sus vidas, sus costumbres, sus familias; poder mirar hacia el horizonte y labrarse de nuevo una vida con esperanza, amor, paz y felicidad.
Hoy volvemos a recordar la resiliencia del pueblo judío, que a lo largo de la historia de la humanidad se ha caracterizado por su capacidad de readaptarse ante la adversidad. Las muestras de su positividad y entereza son ejemplo vivo del rebrote de la diáspora, aquí representada en la comunidad judía mexicana.
El reconocimiento de este día tiene el propósito de rechazar de manera tajante cualquier negación del Holocausto como un evento histórico, condenando, sin reserva, cualquier manifestación de intolerancia religiosa, incitación, acoso, o violencia en contra de las personas o comunidades basada en origen étnico o creencias religiosas, cuando sea que éstas ocurran. Es una llamada de alerta para que cada generación sea capaz de reaccionar, de ubicar los rasgos de la intolerancia que teje el odio y la violencia, intolerancia que permite que los órdenes social, político, jurídico e inclusive moral, se moldeen para llegar a la masacre.
Sabemos que los prejuicios se alimentan de la desinformación, de las generalizaciones y de la hostilidad hacia grupos percibidos como diferentes, como “los otros”. Los prejuicios puestos en acción producen desde discursos discriminatorios, pasando por las prácticas discriminatorias hasta los ataques físicos y el exterminio. Necesitamos trabajar para eliminar los prejuicios y entender que la diversidad nos une, porque nos enriquece.
Los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial llevaron a la modificación del entendimiento de las relaciones entre las Naciones y entre éstas y las personas que residen o transitan en ellas. El auge de los Derechos Humanos como ideales morales y prescripciones jurídicas para la relación entre seres humanos en la época contemporánea, tuvo como punto de partida el momento más bajo de la humanidad. La responsabilidad de las atrocidades durante la dictadura nazi recae, por supuesto, de manera directa en sus autores; pero también, hay que decirlo, de manera indirecta en sus espectadores, quienes observando la espiral de violencia, fueron impasibles.
Los derechos humanos son universales pues penden de la naturaleza que compartimos los seres humanos, es decir, la idea contemporánea de derechos humanos, descansa sobre el concepto de humanidad, el cual desarrolla el principio de universalidad al comprender que los derechos pertenecen a todas las personas independientemente de sus particularidades.
Además, se ha logrado arraigar la idea de que los derechos humanos sean entendidos como ideales sociales, además de como imperativos legales, pues su faceta de ideal social les concede la fuerza para trascender cualquier orden legal existente y apremian hacia la creación o reconocimiento de algunos imperativos por el Derecho. En este sentido, los derechos humanos vistos como ideales permiten emitir un juicio crítico con respecto a otras normas o actos del Estado, aún y cuando no sean todavía prescripciones jurídicas.
La experiencia del siglo pasado nos deja esta lección: los mandatos del Estado no cumplen con imperativos morales simplemente por provenir de las estructuras jurídico-políticas del propio Estado.
Los actos de exterminio en contra de toda la población judía, y otros grupos de personas también considerados inferiores durante el Tercer Reich, fueron la culminación de un proceso de discriminación y violencia que permeó en la sociedad hasta justificar el mal por el mal. Si bien entre las víctimas del nazismo puede contarse a polacos, gitanos, comunistas, homosexuales y prisioneros de guerra soviéticos, entre otros, ciertamente fueron los judíos el blanco central del régimen nazi. Lo que fue único en el Holocausto fue la totalidad de su ideología y su traducción de un pensamiento abstracto hasta un asesinato planeado, lógicamente implementado.
La filósofa y teórica judía Hannah Arendt fue quien acuñó la expresión “la banalidad del mal” para referirse precisamente a los actos amorales de personas que tendían únicamente a cumplir con las órdenes superiores para los logros personales o profesionales sin tomar en consideración su peso moral y humano. Arendt caracteriza esta maldad banal en la participación mecánica dentro de los actos de maldad, como operadores dentro del sistema.
A pesar de las críticas que ha recibido este concepto, es pertinente destacar que los actos que conforman un genocidio requieren justamente de operadores que funcionan de manera acrítica dentro de las reglas de un sistema que crea y refuerza la desigualdad, operadores despreocupados o inconscientes voluntariamente de las consecuencias de sus actos.
Sin embargo, La visión burocrática y despersonalizada del Holocausto tiene repercusiones sobre la concepción del papel del individuo y de la moral en la historia. Así, “La misma imagen de una maquinaria más que la del hombre como el instrumento primario de la liquidación tiende a absolver a los ofensores individuales y obscurece la identidad y la catálisis de los verdaderos culpables que iniciaron y llevaron a cabo el crimen”(Langer, 1998: XIII).
Auschwitz fue la culminación de un ataque sistemático y auspiciado por la ausencia de controles morales, jurídicos, políticos, sociales.
La ausencia de una sociedad crítica, aunada a un sistema de lenguaje excluyente en el cual el poder discursivo tiene ánimos de dominio y de opresión, permitieron impulsar la vorágine. De acuerdo con el lingüista Viktor Klemperer (1947), el lenguaje guía las emociones, dirige la personalidad psíquica pues en sus observaciones como testigo de este espiral de odio, Klemperer señalaba que el nazismo penetraba en la carne y en la sangre de las masas a través de las palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces hasta que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente.
Es la ausencia de la responsabilidad moral la que hace posible que las técnicas que llevan al exterminio puedan ser puestas en práctica. La falta de crítica y la ausencia de sociedades abiertas capaces de reaccionar, de cuestionar y de no tolerar, fueron las vías para la instalación de un sistema de dominación, de exclusión que se llevó al extremo de la muerte.
Es de suma relevancia que cada 27 de enero recordemos que las vías hacia Auschwitz estuvieron pavimentadas por sociedades entumecidas y acríticas, sociedades que no ponen un alto al lenguaje que excluye, que no denuncian los actos que discriminan, que toleran normas que van en contra de los derechos humanos, que no cuestionan los discursos de odio, que no condenan los ataques a la diversidad, personas dispuestas a fundirse en el lenguaje de la dominación y que por pereza o temor a disentir se vuelven cómplices del privilegio, de la discriminación y la exclusión y de sus hermanas mayores: el odio y la violencia.
Hace 2 años leí en una placa en el centro de estudios multisensorial una frase de Elie Wiesel sobreviviente del Holocausto y premio nobel
Juré no volver a estar en silencio
Cada vez allí donde los seres humanos padezcan sufrimiento y la humillación debemos tomar partido
La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima
El silencio alienta al torturador, nunca al atormentado.
Wiesel decía que la indiferencia es la personificación del mal.
Los actos atroces que millones de mujeres, hombres, niñas y niños judíos sufrieron durante el Tercer Reich no pueden repetirse en ningún rincón del planeta, y todas las personas que lo habitamos somos responsables de no permitirlo.
Encarar los discursos discriminatorios y de odio requiere sin duda valor, pero también es una responsabilidad histórica, de cara al pasado, pero, sobre todo, al futuro. ¡Nunca más!
* Palabras pronunciadas en el acto virtual: Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, 77 Aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio Auschwitz-Birkenau, “Memoria, Dignidad y Justicia”, organizado por el gobierno de la Ciudad de México a través del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México COPRED, Enero 28, 2022