Durante décadas, los historiadores del Holocausto consideraron a los alemanes, a los ucranianos, a los croatas y demás colaboracionistas de los nazis como los principales villanos de la Segunda Guerra Mundial. Como consigna popular, los habitantes de Europa occidental eran culpables, solamente, de haber aceptado tácitamente las acciones emprendidas por las fuerzas del Tercer Reich.
No obstante, recientes revelaciones sobre el comportamiento de los noruegos durante los años de la ocupación alemana obligan a reconsiderar las anteriores suposiciones para intentar comprender por qué un pueblo tan culto y pacífico participó en la campaña de persecución germana.
Desarrollo Histórico
A diferencia de diversos países europeos en los que la presencia judía se remonta varios siglos atrás, los judíos se establecieron en Noruega a partir de 1851, cuando la Constitución fue enmendada para permitir su ingreso al país. En 1897 la población judía sumaba alrededor de 300 personas y, al comenzar la Primera Guerra Mundial, la cifra aumentó a 2,000 a raíz de la ola migratoria procedente de los Balcanes y Polonia.
En 1933, con el ascenso de Adolfo Hitler al poder, se creó en Oslo el partido Unión Nacional (Nasjonal Samsung), encabezado por Vidkun Quisling. El nuevo régimen se fue familiarizando con las prácticas del gobierno nazi y para abril de 1940, conforme las tropas germanas ingresaban al país, se anunciaba que el Tercer Reich asumía de facto la protección de Noruega.
Se inició así una intensa campaña de persecución de judíos a través de una serie de medidas antisemitas. Los judíos fueron destituidos de sus empleos en instituciones municipales y estatales, se les prohibió abandonar e ingresar al país y se creó una Oficina Antijudía que dependía del Ministerio de Propaganda.
La confiscación de bienes
La técnica utilizada por los nazis en las zonas ocupadas para despojar a sus víctimas de sus bienes también fue utilizada en Noruega. A partir de noviembre de 1941 la policía llevó a cabo un registro de todas las propiedades judías y en marzo de 1942 comenzaron los arrestos de judíos mayores de 14 años. Se estableció un ghetto en la ciudad de Narvik para instalar a todos aquellos condenados a trabajos forzosos y se crearon dos campos para albergar a todos los que serían deportados a Polonia.
El 26 de octubre de 1942 el Consejo Noruego de Liquidación de las Propiedades Judías Confiscadas, instituido por el gobierno de Quisling, emitió un decreto ordenando que “todos los bienes propiedad de judíos debían ser expropiados por el Estado”. Con ese fin, antes de subir a los transportes que los llevarían a Polonia, los prisioneros eran despojados de sus escasas pertenencias, las cuales quedaban registradas en documentos que a la fecha se preservan en los Archivos Nacionales de Oslo.
Paralelamente, la lista de estos bienes se publicaba en un diario oficial con el propósito de que quienes apoyaban al régimen tuvieran la oportunidad de adquirirlos a precios ínfimos. Todo parece indicar que durante esos años no fue necesario ser antisemita ni comulgar con la ideología nazi para apropiarse de las pertenencias de los judíos que sistemáticamente eran conducidos hacia la muerte.
¿Cuál fue el destino de las propiedades de los 763 judíos noruegos enviados a los campos de exterminio entre noviembre de 1942 y febrero de 1943? La gran mayoría de los activos fueron vendidos, integrando las ganancias a las arcas de la tesorería del Estado. El oro, la plata y la joyería confiscados fueron entregados a la Gestapo; los departamentos y las casas pasaron a formar parte del patrimonio nazi y de quienes lucharon en contra de los aliados en el frente ruso. Fue así cómo las obras de arte y demás objetos de valor fueron distribuidos entre los cabecillas del partido.
La restitución
En mayo de 1945, al concluir la Segunda Guerra Mundial, el nuevo Ministerio de Finanzas noruego estableció una oficina de reparación que tenía la responsabilidad de ayudar a las víctimas a recuperar las propiedades que les habían sido robadas. En 1947 dicha instancia fue cerrada y los casos que no logró resolver fueron remitidos al Ministerio de Justicia.
No fue sino 50 años después de la liberación de Noruega que se comenzó a explorar la situación real de los judíos durante la ocupación alemana. El 27 de mayo de 1995 el periódico Dagens Naeringsliv publicó un reporte informando que las autoridades de dicho país no se habían esforzado para ayudar a los judíos a recuperar sus propiedades, a pesar de que después de la guerra se descubrieron numerosas cuentas bancarias con los fondos expropiados.
Tras la publicación del artículo, el político conservador Peter Thomasse solicitó a la ministra de Justicia Grete Faremo que creara una comisión independiente para investigar lo que realmente sucedió con los bienes de los judíos noruegos y llegar a “una conclusión honorable sobre ese trágico período de la historia de Noruega”. “Las autoridades” -agregó- “debían ejercer una acción concreta y simbólica para asumir su responsabilidad por las injusticias cometidas”.
A su vez, la comunidad judía inició su investigación independiente con el objeto de reunir la mayor cantidad de información disponible, ya que la mayoría de los sobrevivientes se había concentrado en sus intentos por construir una nueva vida olvidando su trágico pasado.
Finalmente, en 1996 Faremo estableció el Comité Skarpnes para investigar los casos de confiscación no resueltos. El tema de las restituciones y el hecho de que los judíos sobrevivientes de los campos que regresaron a su país no recibían pensiones de guerra, pasó a formar parte de la agenda nacional. Así, a diferencia de otras naciones europeas que se niegan a asumir su responsabilidad durante el Holocausto, Noruega reconoce sus errores del pasado.
BIBLIOGRAFÍA
Levin, Itamar The Last Chapter of the Holocaust? Jewish Agency for Israel, Israel, 1997
Westlie, Bjorn Coming to Terms with the Past Institute of Jewish Congress, Israel, 1996