Posiblemente uno de los requisitos imprescindibles para el historiador que pretende hacer una aportación real al conocimiento de una época, un proceso o situación determinada, sea el cuestionamiento de los lugares comunes, de las versiones oficiales, de todo aquello que ha sido presentado en forma monolítica, unívoca y sin matizar con objeto de imponer un dictamen final que concuerde con lo que se quiere que sea y no con lo que efectivamente ha sido.
Es por eso que el buen historiador nada siempre a contracorriente, ya que resuelto a poner a prueba las verdades anquilosadas y consagradas, opta por la ardua labor de la desmitificación a pesar del esfuerzo implicado en ello, sobre todo cuando se tiene claro que el diseño del discurso historiográfico, hecho tan sólo mediante pinceladas en blanco y negro, se halla muy lejos de la elusiva verdad histórica la cual siempre contiene infinitas gamas de grises. Sabe el historiador entonces también, que para detectar y entender esos múltiples grises, no hay que conformarse con lo que otros han afirmado -por más que esos otros posean una gran aureola de erudición- sino que es menester recurrir insistentemente a lo que sólo las llamadas “fuentes primarias” están en posibilidad de ofrecer como pistas y tabiques para la reconstrucción de un pasado.
Daniela Gleizer como historiadora y su investigación “México frente a la inmigración de refugiados judíos 1934-1940” se enmarcan sin duda en esta práctica. Con una preparación y acuciocidad altamente profesionales, Daniela tomó para sí el reto de sumergirse en un nicho de la historia de México -la política del régimen cardenista en relación a la recepción de judíos- con objeto de corroborar o refutar con sustento firme, lo que al respecto se ha tenido como cierto.
Con esa perspectiva, la autora recurrió a los archivos, a los periódicos de la época, a las declaraciones y los documentos de los personajes e instituciones involucrados, a las fuentes secundarias que podían arrojar una luz adicional y en general a los aparatos conceptuales necesarios para una reflexión rica, sistemática y ordenada. Consiguió, mediante esta tenaz labor de hormiga, producir una investigación que nos revela una cara mucho más compleja y contradictoria de México, su gobierno y su sociedad en esos cruciales años de 1934 a 1940, cuando se da un cruce dramático entre problemáticas internas de peso mayúsculo y un mundo de efervescencia inmerso en el drama trágico gestado por el nazisfascismo en expansión.
Se trata del México nacionalista de la época de la expropiación petrolera, del período marcado todavía por una búsqueda de la identidad nacional formulada a partir del concepto del mestizaje como criterio unificador, del tiempo de la reforma agraria y el recrudecimiento de las pugnas internas entre el régimen y los sectores afectados por la nueva política social y económica.
Por otro lado, se trata también del problema de millones de seres humanos en busca de opciones que les permitan escapar de las garras del nazifascismo con sus comportamientos racistas, xenófobos, antisemitas y asesinos. Ambas realidades se tocan, se confunden, se afectan mutuamente, y es este escenario el que Daniela Gleizer explora para saber cómo se acomodaron sus piezas y qué partes de responsabilidad en sus resultados pueden adjudicarse a quién y en qué medida, y de qué forma el país cerró prácticamente la entrada a los refugiados judíos, a pesar de que la hospitalidad generosa hacia los refugiados españoles en ese tiempo dio a México la imagen de una nación de puertas y brazos abiertos a los perseguidos políticos.
La estructura del trabajo es impecable. Desde el aparato conceptual y la presentación de antecedentes y marcos de referencia, hasta el análisis pormenorizado de los tejemanejes en las políticas migratorias, pasando por las posturas de los funcionarios de alto rango, los constreñimientos internacionales y los emanados de equilibrios de fuerzas a nivel doméstico, los prejuicios, los intereses económicos entrecruzados, los egoísmos y la solidaridad, la postura presidencial y sus condicionantes, las brechas entre el decir y el hacer, entre las apariencias y los hechos concretos, hay en este libro la manifestación de una visión inteligente que logra presentar en forma clara y ordenada esta multiplicidad de factores a los que sopesa y otorga importancia no a partir de presupuestos arbitrarios, sino con base en lo que el material histórico primario mismo le fue indicando y mostrando.
Su valor es el de la investigación bien hecha que intenta ceñirse hasta donde es posible a parámetros de objetividad, sin que ello signifique una ausencia de pasión e involucramiento personal de la autora en el tema, pasión que en este caso se revela no como sesgo distorsionador sino como búsqueda honesta de un conocimiento que pueda aportar luz a procesos que le son entrañables por el entrecruzamiento en ellos de raíces biográficas personales e historia.
La aparición de este libro nos dice mucho sobre los avatares que marcaron la gestación del México nuestro. Gracias a esfuerzos como éste podemos disponer de un espejo más fino en el que reconocernos como sociedad y como cultura, porque en este caso, el libro de Daniela Gleizer ilumina fragmentos que permanecían oscuros y zonas borrosas no contempladas con la suficiente atención.
* Esther Shabot es socióloga y especialista en Medio Oriente. Presidenta de la Fundación Cultural Eduardo Cohen, instancia que coeditó con el Instituto Nacional de Antropología e Historia el libro “México frente a la inmigración de refugiados judíos 1934-1940”.
Fecha de Impresión: Enero, 2002