“Existen estrellas que su resplandor es visible en Tierra aunque se hayan extinguido. Existen personas que su brillo continúa iluminando el mundo aunque ya no estén presentes”. Hannah Senesh
Durante los terribles años de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de los europeos permaneció en silencio, colaborando con su indiferencia al asesinato de millones de seres humanos. Paralelamente, una valiente minoría arriesgó su propia integridad luchando contra tanta crueldad para salvar al menos alguna vida.
Estos héroes, denominados “Justos entre las Naciones”, son los gentiles o no judíos que arriesgaron o dieron sus vidas para salvar las de miles de semejantes condenados a perecer exterminados.
Los gentiles virtuosos utilizaron distintos medios para auxiliar a los judíos. Algunos los escondieron en sus casas para mantenerlos a salvo del ejército nazi. Otros, los proveyeron de identificaciones falsas u optaron por ayudarlos a cruzar la frontera hacia un país en donde se les ayudara. En estos casos, debían acompañarlos en largos viajes clandestinos dentro de territorio ocupado y negociar el cruce seguro. Hubo quienes adoptaron a niños judíos con el fin de protegerlos mientras durara la guerra. En la mayoría de los casos, estos valientes personajes utilizaban su patrimonio para lograr su cometido.
En 1963 Yad Vashem, que es la Autoridad Nacional para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto en Israel, implementó un proyecto para reconocer a aquellos que salvaron al menos una vida en tan terribles años, con el fin de inmortalizar la evidencia de los más grandes gestos de la nobleza humana.
La distinción de los “Justos entre las Naciones” es la única de su género alrededor del mundo que honra, utilizando un criterio previamente establecido, las acciones de aquellos que rescataron judíos durante el Holocausto. El programa ha recibido cobertura mundial y el concepto de los “Justos entre las Naciones”, creado por Yad Vashem, se ha transformado en un concepto universal. A la fecha, cerca de 28 mil hombres y mujeres han sido merecedores del título.
Estos importantes protagonistas de la historia tienen distintas nacionalidades. Una gran mayoría proviene de Polonia, los Países Bajos, Francia, Ukrania y Bélgica. En ocasiones, en toda una nación fue notable el esfuerzo para luchar contra el asesinato de millones de vidas. Es por ello, que Yad Vashem también ha otorgado el reconocimiento a un país o a una comunidad entera.
Un tribunal es el encargado de analizar cuidadosamente los nombres postulados, para decidir quién cumple con los requisitos para ser considerado como un Justo entre las Naciones. El comité, compuesto por sobrevivientes del Holocausto y expertos en la materia, encabezado por la Suprema Corte de Justicia israelí, estudia el caso concreto, utilizando todos los medios posibles para asegurarse de la veracidad de los hechos. Se toman en cuenta los criterios y motivos que se tuvieron para ayudar, se analizan los testimonios de los sobrevivientes y testigos, y se investiga si la persona recibió alguna retribución y en qué grado puso en riesgo su vida.
Una vez que el candidato es aceptado se realiza una ceremonia ya sea en Israel o en el país donde radica la persona, a través de la representación diplomática israelí para otorgar personalmente o a sus parientes (en caso del reconocimiento póstumo) una medalla y un certificado de honor que lo acreditan como tal. Su nombre es incluido en el Muro de Honor del Jardín de los Justos, el cual fue inaugurado en 1996 junto al Museo del Holocausto en Jerusalem. A partir de 1990, un árbol es plantado, como símbolo de la renovación de la vida, a su nombre en el Monte de los Recuerdos. A la par, el museo está trabajando en la realización de un compendio que incluirá las historias de cada uno de estos héroes.
La legislación israelí le confiere a Yad Vashem la facultad de otorgar la ciudadanía honoraria a los Justos entre las Naciones y en caso de que ya hayan fallecido, se les otorga una ciudadanía conmemorativa en reconocimiento a sus apreciables actos.
Los Justos que radican en Israel (alrededor de 35) reciben una pensión de manos del gobierno. Asimismo, aquellos que atraviesan dificultades económicas donde quiera que vivan, reciben ayuda financiera de la Fundación Judía para los Justos, una organización filantrópica cuya base está en Nueva York y fue creada para este propósito.
Los Justos Religiosos
Dentro de los Justos se encuentran religiosos cristianos, que conducidos por sus ferviente deseo de salvar vidas, se esforzaron por ocultar judíos con el propósito de salvarlos de su muerte segura en los campos de exterminio nazis. Entre estos, cabe mencionar algunos ejemplos como es el caso del sacerdote Joseph Nadré de Namur y el padre Bruno Reynders, de Bélgica, quienes cooperaron con diversos grupos clandestinos judíos en búsqueda de lugares seguros para alojar a cientos de niños, y devolverlos a sus comunidades al término de la guerra. El padre Édouard Froidure, es conocido por albergar a cientos de niños judíos cuando las tropas nazis invadieron Bélgica.
Por su parte, el monje capuchino Merie-Benot ayudó a cientos de judíos a escapar desde el sur de Francia hacia Suiza y España. Posteriormente, perseguido por la Gestapo, escapó a Roma, donde continuó sus labores de rescate en coordinación con la principal organización judía de bienestar social (Delasem). Anna Borkowska, monja polaca de un convento dominicano en las afueras de Vilna, Lituania, ayudó varios combatientes de la resistencia escondiéndolos en su convento.
En Italia, monseñor Giuseppe Nicolini, junto con los padres Rufino Nicacci y Aldo Brunacci, ayudaron a cientos de judíos que habían tenido la suerte de escapar, otorgándoles albergue y nuevas identidades.
Los Justos Diplomáticos
Un número importante de funcionarios gubernamentales y diplomáticos aprovecharon sus relaciones con altos oficiales nazis e hicieron uso de sus privilegios para salvar vidas.
Personificando los grados más altos de altruismo, el conde sueco Raúl Wallenberg, protegió a miles de judíos de Hungría de manos de los nazis. En los años de la Segunda Guerra Mundial, Wallenberg fungía como representante diplomático de Suecia en Budapest, lo que le permitió expedir salvoconductos y pasaportes para proteger de la deportación a cien mil judíos. Fue arrestado por los liberadores rusos el 17 de enero de 1945 por razones que aún se desconocen y nunca se supo más de él.
También en Hungría, el español Ángel Sanz Briz, preocupado por la situación que vivían los judíos de la región, evitó la deportación de 5,200 judíos a los campos de exterminio nazi. Al principio, el entonces encargado de negocios en Budapest, solicitó permiso para la protección de 200 judíos de origen español, eventualmente, la lista se fue ampliando.
Otro personaje recordado por su labor es Arístides de Souza Mendes. El entonces cónsul general de Portugal en Burdeos, Francia, desafiando las instrucciones de su gobierno, otorgó miles de visas de tránsito a través de Portugal. Como consecuencia, fue destituido de su cargo y murió en la absoluta pobreza en 1954.
Valiosa fue la labor del cónsul general de Japón en Kovno, Lituania, Sempo Sugihara, quien emitió visas de tránsito a casi cuatro mil judíos, por lo que fue que fuera severamente sancionado por el gobierno de su país.
Los Justos Militares
En el clima hostil en que vivían los judíos, elementos de la policía y militares utilizaron las ventajas de su uniforme para proteger seres humanos. Tal fue el caso del comandante de la policía suiza en St. Gallen, Paul Grüninger, que permitió la entrada a Suiza de miles de judíos. Por contravenir órdenes, fue despedido de su cargo sin derecho a obtener indemnización alguna.
De la misma forma, el Sargento Hugo Arman, emplazado en Baranowice, al este de Polonia, ayudó a muchos judíos a escapar del gueto, además de que les facilitó armas para su defensa. Es así como varios judíos lograron llegar hasta los bosques y unirse a los partisanos.
El mayor Eberhard Helmrich, director de una estación agrícola en Drohobycz, Polonia, ayudó a decenas de mujeres judías enviándolas con credenciales falsas como trabajadoras domésticas polacas y ucranianas a Berlín, donde su esposa Donata les encontraba trabajo en hogares alemanes, cuyos dueños no sabían el origen de aquellas muchachas.
Otra historia es la del miembro de la inteligencia británica Frank Foley, quien salvó al menos a diez mil judíos de la muerte segura en manos de los nazis. Foley, fue enviado a Berlín como encargado de la oficina británica de control de pasaportes para encubrir su verdadera misión como espía. De este modo, preocupado por la vida de miles de judíos deportados a los campos nazis e ignorando las órdenes de la oficina de Relaciones Exteriores de su país, distribuyó visas a tantos judíos como le fue posible.
Wladyslaw Kowalski, un coronel retirado del ejército polaco y representante en Varsovia de la empresa Philips holandesa, quien utilizó su libertad de movimiento para auxiliar a unos 50 judíos de Varsovia, otorgándoles refugio en distintos sitios.
Los Justos Civiles
Muchas personas motivadas por sus ideales humanitarios y guiados por su responsabilidad moral, prestaron auxilio a los judíos en momentos tan difíciles. Tal es el caso de Oskar Schindler, un comerciante alemán de Cracovia, Polonia quien salvó a 1,200 judíos en una operación de rescate sin paralelo por su osadía y la forma en que se llevó a cabo. Aprovechando sus buenas relaciones con altos funcionarios nazis logró emplear judíos para que trabajaran en su fábrica. Incluso, temiendo al terminar su labores los trasladaran a los campos de exterminio, construyó un campo adyacente para que ahí habitaran sus trabajadores.
Por su parte, Elizabeth Abbeg, profesora de la escuela de Berlín, ayudó a sus alumnos judíos a encontrar un refugio seguro y cooperó para conseguir fondos suficientes para aquellos que buscaban cruzar la frontera suiza.
De igual modo, el Dr. Jan Zabinski, quien fungía como el director del zoológico de Varsovia al momento de la ocupación nazi, utilizó las jaulas vacías del zoológico como guarida para varios judíos y les ayudó a escapar.
Ejemplo de valentía fue el caso de la Dra. Adelaide Hautval, quien mientras ayudaba a varios judíos fue arrestada por cruzar de manera ilegal la línea de demarcación que dividía las dos zonas de Francia. Posteriormente fue enviada a Auschwitz, donde se negó a unirse a un grupo de médicos que realizaban experimentos inhumanos a mujeres.
No puede olvidarse la capacidad de amor y sacrificio de Ona Simaite. La bibliotecaria de la Universidad de Vilna, quien aprovechó su libertad de movimiento para entrar y salir del gueto judío – con la excusa de que recuperaba libros prestados a judíos antes de la guerra – con el fin de suministrar alimentos a los prisioneros y rescatar valiosas obras literarias de escritores judíos. Consiguió documentos falsos, así como armas y municiones para el levantamiento del gueto. Finalmente, en el verano de 1944 fue arrestada al ser sorprendida sacando clandestinamente a una niña del gueto, por lo que fue torturada y maltratada en un campo al sur de Francia. Fue liberada por los aliados.
Por su parte, Joop Westerweel, educador holandés y abnegado pacifista, creó una red clandestina para ayudar a jóvenes judíos. Los acompañó a través de Bélgica y Francia, que se encontraban bajo ocupación nazi, hasta la frontera con España. Eventualmente fue aprehendido y ejecutado por los alemanes. De igual modo, Johannes Bogaard, un devoto granjero holandés con poca educación formal, creó en su granja y lugares aledaños, una extensa red de protección para decenas de judíos.
Reconocida fue la labor de John Weidner, quien al ver los horrores del nazismo, decidió trasladarse a la frontera de Francia con Suiza para ayudar a los judíos a cruzar hacia ese país. Eventualmente, organizó una red gracias a la cual lograron pasar por esta ruta más de mil personas.
En Bélgica, la periodista católica Jeanne de Mulienaere participó en un grupo clandestino que salvó al menos 3,000 niños judíos, acomodándolos en conventos, monasterios y casas privadas. Por su parte, la maestra Ivonne Névejean, cooperó con grupos secretos judíos, apoyándolos en el rescate de cientos de niños, escondiéndolos en hogares privados, instituciones religiosas o laicas, bajo identidades falsas.
En Polonia, Irena Sendler, una empleada del Departamento de Salud de Varsovia y miembro de una organización polaca clandestina de ayuda a los judíos, cooperó para encontrar escondites para decenas de niños judíos que fueron salvados cuando el gueto de Varsovia estaba en llamas.
Conocida es la historia del matrimonio de Jan y Miep Gies, la pareja de holandeses que protegieron a Ana Frank y su familia hasta el día en que fueron descubiertos, ocultando el diario de Ana para entregárselo a su papá.
Las Naciones Justas
La región montañosa al sur de Francia de Le Chambon, albergó a miles de judíos escondiéndolos de los nazis y los ayudó a cruzar la frontera suiza. Bajo la tutela de los reverendos André Trocmé y Édoard Theis, ministros de la iglesia protestante, 5 mil habitantes de la comunidad lograron ocultar a igual número de judíos, principalmente niños, en casas de la ciudad o en granjas de los alrededores. Gracias a la muestra de coraje infinito todos los refugiados sobrevivieron. Como muestra de agradecimiento toda la aldea fue merecedora del título de “Justos entre las Naciones”.
Mención especial merece Dinamarca, donde sus distintas organizaciones clandestinas lograron salvaguardar a casi la totalidad de la comunidad judía del país. En una operación realizada en octubre de 1943 trasladaron secretamente a 7,200 judíos a través del estrecho que separa a Dinamarca de Suecia.
Los 117 habitantes del poblado de Nieuwlande, en la provincia de Drente, Holanda, decidieron que en cada casa se acogiera al menos a un judío, por lo que fueron reconocidos.
Conclusiones
Es importante valorar y reconocer la bondad de aquellos corazones que, arriesgando su propia seguridad, decidieron luchar contra la perversidad del ser humano.
Las acciones de los Justos demuestran que incluso bajo una gran presión física y psicológica es posible ayudar y servir como ejemplo para las futuras generaciones. Se demuestra así, que es posible oponerse a la maldad y que la resistencia basada en las leyes morales es necesaria tanto a nivel individual como a nivel grupal.
El ejemplo de los Justos inculca la lección de que la vida es un valor supremo. Ese es el significado del lema inscrito en la medalla de los Justos entre las Naciones: “Aquel que salva una vida, es como si hubiera salvado al mundo entero” (Talmud).