Tribuna Israelita

Los judíos en China

La historia del pueblo judío se ha caracterizado -entre muchas otras cosas- por la serie de movimientos migratorios que los llevaron a vivir fuera de la tierra de sus antepasados. Condenados al exilio e impulsados por establecer un hogar en donde les permitieran desarrollar su cultura y religión, los judíos emigraron de continente en continente, llegando hasta los más distantes confines de la tierra.
Tal es el caso de China, en donde actualmente habitan poco más de 150 judíos, remanentes de una antigua y próspera comunidad. Son profusos los datos sobre el pasado y el presente de estos judíos. La alusión más antigua a su presencia en esta región se encuentra en la profecía bíblica que dice: He aquí éstos vendrán de lejos; y he aquí éstos del norte y del occidente; y éstos de la tierra de Sinim (Isaías 49:12), que probablemente se refiere a la época del cautiverio babilónico durante la cual se cree que llegaron varias caravanas de judíos a China.

A pesar de que no existe certeza, se especula que entre 206 a.e.c. y 200 e.c. comerciantes judíos provenientes de Persia emigraron a China junto con sus familias atraídos por la prosperidad de la Ruta de Seda. La primera evidencia auténtica de la presencia judía en China que se conserva hasta la fecha es una carta comercial escrita en 718 e.c. con inscripciones en hebreo. Se cuenta también con unas crónicas del siglo X.
Algunas inscripciones que datan de 1489 y que se encuentran en un museo de Kaifeng donde se establecieron principalmente, proporcionan datos insospechados. Allí se describen los orígenes de los judíos desde los tiempos del patriarca Abraham y se hace un recuento del proceso migratorio de 960 a 1126 e.c. hasta su llegada a Kaifeng.
En este documento se describe cómo los inmigrantes ofrecieron un regalo al emperador Hsiua Tsung y a cambio, éste les ofreció parcelas para que se establecieran y construyeran una casa de oración: Han venido a China, conserven y continúen con las costumbres de sus antepasados, aquí en Kaifeng.
Los judíos se establecieron en distintas provincias entre las que destacaron Shangai y Kaifeng. Durante los primeros cinco siglos, los judíos vivieron con relativa tranquilidad en su nuevo hogar. Mantenían lazos familiares y comunitarios estrechos, y observaban estrictamente las leyes rituales al dar lectura a la Torá. Por su naturaleza tolerante, los chinos aceptaban distintas filosofías y religiones, por lo que los judíos -al igual que otros extranjeros- tuvieron la oportunidad de ingresar en el servicio militar y ocupar cargos oficiales de importancia.
Estas condiciones cambiaron en 1642 cuando estalló la revolución que acabaría con la dinastía Manchú. Los ejércitos imperiales trataron de evitar la entrada de los rebeldes a la ciudad de Kaifeng, anegaron la plaza central y la sinagoga fue destruida.
La guerra arruinó a la comunidad judía de Kaifeng, pero a pesar de que la miseria se generalizó, en 1653 la sinagoga fue reconstruida. Sin embargo, declinó la instrucción religiosa en los miembros de esta colectividad y pocos continuaron observando los rituales. No había rabino y los servicios religiosos se encontraban en peligro de desaparecer por completo.
De acuerdo a los registros genealógicos, la población judía se fue asimilando, adoptaron costumbres locales y perdieron los valores judíos paulatinamente. Con el tiempo la situación fue empeorando. Los judíos de Kaifeng, a pesar de su antigua historia en China, eran considerados extranjeros, y sufrían constantes discriminaciones ante la indiferencia del Emperador.
A pesar de las adversidades, los judíos de Kaifeng querían ver renacer su religión. Sin embargo, sus esperanzas se vieron destruidas cuando en 1898, con la Rebelión Bóxer, surgió un movimiento anti-extranjero, anti-occidental, que provocó que los judíos tuvieran que encubrir su identidad para salvar sus vidas.
La comunidad judía de Shangai atendió a los llamados de auxilio de la colectividad de Kaifeng hasta que en 1911 se desató la revolución.
La situación mundial propició que, a pesar de las difíciles circunstancias, aumentara la inmigración judía a China. Por ejemplo, la cesión de Hong Kong a Gran Bretaña trajo consigo el establecimiento de un grupo de judíos en esta ciudad. A la vez, con la revolución rusa, millares de intelectuales y comerciantes judíos encontraron un refugio, así como la posibilidad de desarrollar su cultura en Manchuria.
A los inmigrantes se sumaron los que escaparon de la persecución nazi y del acoso japonés.
Fue hasta 1953, cuatro años después del establecimiento del comunismo en China, cuando los judíos fueron reconocidos como minoría y pudieron emerger de la obscuridad.
Por haber estado aislados del resto de la judería mundial y por haber perdido el significado de los requerimientos religiosos, muchos judíos de Kaifeng desconocen sus orígenes y cuestionan su identidad. Sin embargo, hay quienes a pesar de las adversidades continúan leales a su herencia y practican orgullosamente su legado espiritual y religioso.

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