Desde el colapso del sistema socialista el pueblo húngaro lucha por construir una sociedad democrática. En este contexto los judíos de Hungría se enfrentan a una nueva realidad. La apertura política y social y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre el nuevo gobierno y el Estado de Israel han contribuido a la restauración de instituciones judías tanto seculares como religiosas y por ende, al fortalecimiento de la identidad y de la conciencia judías y de una nueva y dinámica vida comunitaria.
Paralelamente, el clima de libertad que resultara de los procesos de democratización, ha permitido que algunas formas de racismo -el antisemitismo entre éstas- encuentren terreno fértil para su expresión. Por ello a pesar de que Hungría es considerada como una de las regiones más liberales de la antigua “Cortina de Hierro”, los judíos son acusados del fracaso del comunismo y son utilizados como chivos expiatorios para justificar la crisis económica.
El odio al judío es legitimado por grupos de extrema derecha y esta presente en círculos políticos así como en periódicos de tendencias fascistas. Hoy en día la población judeo-húngara, que suma entre 70,000 y 100,000 personas, se enfrenta a una nueva ola de antisemitismo que se escuda tras un creciente nacionalismo.
HISTORIA
En la segunda mitad del siglo XI judíos provenientes de Alemania, Bohemia y Moravia se establecieron en territorio húngaro, particularmente en Buda y Pozsony. Diversos decretos promulgados a lo largo de los siguientes años dificultaron la integración de los judíos al país. En 1222, por ejemplo, se publicó la Bula dorada que limitaba la participación judía en diversos oficios y en 1279, como resultado del Concilio de la Iglesia de Buda, se obligo a los individuos de origen hebreo a llevar un distintivo que los identificara. Durante el reinado de Luis el Grande (1342) se intensificó la atmósfera hostil hacia los judíos y a partir de 1349, ante la epidemia de peste negra que mermó a la población húngara, éstos fueron expulsados de la región. En 1364 se autorizó su ingreso bajo severas restricciones y se estableció un “juez de los judíos”, responsable de vigilar sus propiedades, recolectar sus impuestos, representarlos ante el gobierno y proteger sus derechos.
Bajo Matías Corvinus (1458-90) las condiciones mejoraron pero en 1494, como consecuencia de una falsa acusación de asesinato ritual, 16 judíos fueron quemados en la hoguera. Se generalizaron los ataques antisemitas y su situación económica se agravó. Más adelante, en 1526, ante la invasión del Imperio Otomano muchos judíos se integraron a las fuerzas turcas. Cuando en 1541 Hungría fue incorporada al Imperio Otomano, se gozó de un clima de relativa tolerancia. Sin embargo a principios del siglo XVII el territorio quedó bajo dominio de los Hasburgo y las comunidades judías se vieron forzadas a pagar “impuestos de tolerancia”.
De 1830 a 1840 la “cuestión judía” fue discutida en instituciones legislativas, en la literatura y la prensa. Durante años las comunidades judías fueron objeto de restricciones judiciales y económicas, pero en 1867, el Parlamento húngaro les otorgó la emancipación, consolidando su posición en el quehacer político, económico y cultural de la nación. Los judíos jugaron un rol importante en el desarrollo de la economía capitalista y contribuyeron al periodismo incipiente así como a la agricultura, la literatura y las artes.
Alrededor de 1870 el antisemitismo afloró como fuerza política respaldado por el resentimiento de las clases desposeídas ante la economía capitalista y los efectos de los cambios sociales. La propaganda antijudía se intensificó y alcanzó su clímax en 1882 con la acusación de asesinato ritual de Tiszaeszlar. En 1884 se organizó una facción antisemita compuesta por 17 miembros del Parlamento, y para principios del siglo XX, el Partido Católico del Pueblo, a la cabeza del movimiento, se abocó a combatir a los supuestos anticristianos así como al liberalismo y el socialismo, ideas “destructivas” que consideraban asociadas a los judíos.
Durante la primera guerra mundial el antisemitismo se incrementó y para 1920 el gobierno húngaro adoptó la llamada Ley Numerus Clausus que restringía el acceso de los judíos a las universidades. En 1938, como resultado de la influencia nazi, se promulgó la ‘Primera Ley Judía” que restringía su participación en las profesiones liberales, en la administración, en la industria y el comercio. La “Segunda Ley”, de 1939, tenía ya implicaciones raciales. La “Tercera Ley” basada en las Leyes de Nuremberg promulgadas en Alemania en 1935 prohibía los casamientos mixtos y colocaba a los judíos en una situación de total desventaja.
El exterminio de judíos se inició apatir de 1944 cuando Alemania invadió Hungría. El genocidio de cerca de 600,000 judíos, con la colaboración del régimen fascista de Nicolás Horthy, transformó a las comunidad y entre quienes sobrevivieron se fortaleció la actividad sionista. En 1949, bajo influencia soviética se impidió que los judíos expresaran su cultura e identidad. El antisionismo se convirtió en una constante en la prensa del país. Los contactos entre las comunidades judías en Hungría y el resto del mundo fueron restringidos y más de 20,000 judíos se vieron forzados a emigrar.
A raíz de la caída del Muro de Berlín, lo que posibilitó un renacimiento de la vida judía en Hungría a fines del siglo XX se cuenta con un seminario rabínico, una escuela hebrea, un restaurante kosher, un periódico semanal y 33 sinagogas. Los judíos participan en círculos políticos, sociales e intelectuales.
ENTRE EL ANTISEMITISMO Y LA DEMOCRACIA
Aunque hoy en día el antiguo Partido Comunista ya no juega un rol importante en el país, persisten algunos movimientos que manejan una plataforma abiertamente antijudía. A principios de 1994 se descubrió que un pequeño grupo, bajo el nombre de Frente Nacional Húngaro, mantenía contactos con grupos neo-nazis en Austria, Alemania y España. Preocupa también el crecimiento de los grupos de skinheads o cabezas rapadas quienes en un principio actuaban contra gitanos e inmigrantes y que en fechas recientes han adoptado también posturas antisemitas, apoyando a elementos ultranacionalistas y portando símbolos y uniformes nazis.
Destaca, así mismo, el Partido Mundial-Nacional de Régimen Popular, que obtuvo su registro formal en octubre de 1993, dirigido por Albert Szabo. Dicho organismo, que afirma ser “hungarista” mas no antisemita, denuncia a los “judeo-bolcheviques” y niega el Holocausto así como los crímenes cometidos por los húngaros pro nazis durante la segunda guerra mundial. A su vez, la Federación Nacional de Prisioneros Políticos, que sostiene una postura hostil hacia los judíos, se opone a la compensación a las víctimas del nazismo y continúa con su tendencia ultranacionalista.
Existen, paralelamente, una serie de pequeños grupos ultranacionalistas que no son abiertamente antisemitas. Entre éstos se encuentra la Sociedad Húngara de Coordinación presidida por Isabella B. Kiraly, miembro extremista del Parlamento y líder de las cabezas rapadas. El más importante de los grupos extremistas es el movimiento político de Istvan Csurka conocido como Hungarian Way Circles. Junto con sus seguidores formó una nueva asociación, el Partido Húngaro de la Verdad y la Vida, que ejerce cierta influencia a través de sus órganos de prensa. A pesar de la actividad febril de grupos antisemitas, éstos continúan siendo marginales y los ataques verbales no han transitado a la violencia física. De hecho durante 1994 se perpetraron pocos incidentes antisemitas. El más serio fue una manifestación en las afueras del Parlamento húngaro organizada por cientos de jóvenes skinheads ante el silencio total de las autoridades. Por su parte revisionistas del Holocausto distribuyeron material negando el genocidio perpetrado durante la segunda guerra mundial y algunos líderes comunitarios judíos recibieron cartas con slogans antisemitas.
El antisemitismo “moderado” que se vive en Hungría, a diferencia de otros países de la región que son amenazados por un racismo virulento, se debe a la actitud ambivalente del pueblo húngaro que ha oscilado del antisemitismo tradicional y el racismo puro a la tolerancia y el entusiasmo abierto por la presencia judía en su territorio.
Hoy en día los húngaros han comprendido cuán difícil es el camino que lleva a la democracia. Si no se cuenta con una tradición propia no es suficiente permitir la creación de nuevos partidos políticos y celebrar elecciones libres. Al mismo tiempo, han optado por retomar a sus orígenes, a sus valores y por ende, a las fuerzas dominantes de hace ya casi un siglo. como la de la religión tradicional y el nacionalismo. Este último con sus consignas exclusivistas, sirve como marco de referencia conceptual para el antisemitismo ya que sólo aquellos definidos como “legítimos” tendrán cabida en la vida nacional. Dentro de este esquema los judíos son considerados un grupo ajeno a pesar de casi diez siglos de presencia en Hungría. Paradójicamente, algunos de ellos han comenzado a ocupar espacios de participación en círculos intelectuales, sociales y políticos del país, lo que nuevamente es reflejo de la ambigüedad endémica hacia los judíos
. Los judíos de Hungría enfrentan así el desafío de integrarse a sociedades que se encuentran aún en búsqueda de identidad y cohesión. Por ello, al igual que en el resto de los países de Europa oriental, la permanencia de la comunidad judeo-húngara depende del éxito de sus esfuerzos por conciliar el resurgimiento de movimientos nacionalistas con los intentos por reestructurar los principios de una nueva vida política en el país.
BIBLIOGRAFÍA
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