Tribuna Israelita

La noche de los valores rotos. * Sophía Mercado Medrez, Yad Vashem México. Comité de Difusión e Imagen.

La noche de los cristales rotos, Kristallnacht en alemán, no solamente se destruyeron sinagogas, casas, tiendas y propiedades judías, esa noche se le demostró al mundo lo que las SS eran capaces de hacer. La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 dejó muy claro al mundo lo que iba a suceder más adelante, lo que estaba por venir. Nadie lo quiso ver y nadie quiso hacer nada al respecto. Fue muy fácil para el pueblo alemán no hacer absolutamente nada para detener la barbarie. A este trágico evento, le siguieron sucesos terribles como persecuciones políticas y económicas, hasta llegar a la solución final que terminó y el asesinato de seis millones de judíos.
Sin duda alguna esa noche fue el comienzo de la más grande desgracia del pueblo judío, el Holocausto.

A partir de ese momento familias enteras se quedaron sin un techo donde dormir, sin un lugar donde rezarle a D’os. Todo empezó a tener sentido, y daba miedo pensar hasta dónde llegaría esa pesadilla.
Los nazis lograron deshumanizar a la humanidad. Dejaron evidencia del grado de crueldad y la falta de compasión que podían ser capaces. Acabaron con los valores, ignoraron la moral y la ética, hicieron dudar al mundo entero de la capacidad de razonamiento crítico en los hombres.   Dejaron en evidencia el lado maligno y diabólico que los humanos pueden llegar a ser. Y, más que eso, ¿se puede?
La palabra que ahora sería conveniente debatir es estrategia. Y esto es debido a un suceso del 7 de noviembre del mismo año: el asesinato de Ernst vom Rath, un funcionario nazi de la embajada alemana en Francia, en manos de Herschel Grynszpan, un joven judío que estaba furioso por las acciones racistas en contra de judíos en Alemania. El caso fue aprovechado por Hitler y Goebbels, su jefe de campaña pública y de propaganda, para dar inicio a este terrible incidente: Kristallnacht, la Noche de los Cristales Rotos. A partir de ese momento los nazis justificaron el vandalismo y la destrucción masiva de cristales, lugares sagrados, casas; al menos treinta mil personas fueron arrestadas y unas noventa vidas fueron liquidadas; los primeros noventa de los seis millones.
Goebbels se encargó de generar y planear la idea y de modificar la información para justificar sus acciones. Hicieron ver que la muerte de Ernst vom Rath era parte de una conspiración por parte de fanáticos judíos que pretendían apoderarse del mundo y estaban decididos a matar alemanes.
Otro hecho verdaderamente lamentable acerca de esta catastrófica noche es que una cantidad enorme de cultura y de datos históricos fueron destruidos y borrados por completo de la faz de la tierra. Aproximadamente mil sinagogas fueron completamente destruidas, hechas cenizas. Pero lo más preocupante es que, esa misma noche, los judíos comenzaron a perder su fuerza, sus ganas de luchar, pelear por su vida, perdieron la esperanza.
Existen teorías que aseguran que el asesinato del funcionario había sido planeado para justificar los crímenes que sucedieron en la temible noche que se recuerda con tanto pánico. Todo fue preciso y fríamente calculado para que causara el gran impacto destructivo que tuvo.
La Noche de los Cristales Rotos pudo haber sido un detonante de alarma, que el mundo se diera cuenta del grave peligro, la existencia de personas sin compasión, sin piedad, capaces de humillar y mortificar al prójimo. Los nazis no sólo sacrificaron al pueblo judío, también ensuciaron la historia, destruyeron la fe. Devastaron la inocencia y la bondad, rompieron con la clemencia y los valores.
Después de que la vida se apagó dentro de los barrios en donde las casas de judíos fueron saqueadas y quemadas, el régimen nazi culpó de lo sucedido a los mismos judíos. Por lo que, además, los forzaron a limpiar el caos, el desorden, las cenizas y los vidrios rotos. Lo único que no se pudo reparar fueron los valores humanos que habían sido ya despedazados.
Además de obligarlos a limpiar el desastre, el gobierno nazi cobró a la comunidad judía una multa de mil millones de marcos por los daños causados y, confiscaron el dinero equivalente a los daños, que el seguro mandó a los damnificados que habían sido despojados de sus hogares y pertenencias.
Ése fue el primer paso para la aniquilación sistemática y masiva de judíos en toda Europa: el comienzo de la pesadilla. Los judíos no podían creer, no se imaginaban, que algo así estuviera sucediendo en Alemania, su patria desde generaciones atrás.
Hitler provocó miedo, pánico, horror, terror. Pero no fue suficiente para hacer que la gente huyera. Los mantuvo bien controlados, sin querer evitar su destino, sin poder evitar su muerte.
Después de esa noche nada volvió a la normalidad. La vida para los judíos se complicó cada vez más. Las áreas comunes y los lugares públicos estaban prohibidos para ellos. Luego, se prohibió la entrada de judíos a escuelas. Los judíos estaban segregados completamente en Alemania, su misma patria.
Nunca se podrá regresar el tiempo para darse cuenta de lo que se estaba ignorando. Nunca se podrá rehacer todo lo que se perdió en ese momento. Hoy, el pasado y el “hubiera” no existen. Pero hoy sí existe el presente, para seguir viviendo, para no dejar que nada igual vuelva a suceder, para recordar a aquellos que perdieron su dignidad junto con sus casas y sus pertenencias. Nunca jamás se podrán reparar los daños causados, tantos cristales rotos, el deterioro es irreversible. Hoy, lo que importa es no dejar que esos valores que fueron quebrantados sigan dañados. Hoy, debemos recordar que eso sucedió una vez y que podría repetirse si no tomamos conciencia para detenerlo a tiempo.
Cuando se arruga una hoja de papel, ya nunca quedará igual, nada se podrá hacer para alisar las arrugas. Lo mismo sucedió con la humanidad: quedó marcada para siempre por la ignominia. Tenemos que pelear a muerte por la vida y no dejar que nadie ni nada nos avergüence y nos humille como sucedió en aquella noche en la que los cristales y también los valores humanos, se rompieron.

Noviembre, 2016

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