En el marco de la conmemoración del 86 aniversario de la Noche de los Cristales Rotos el pasado 9 de noviembre en la ciudad alemana de Bielefeld, Jennifer Bern-Vogel, cantora de una congregación en California e hija de Marianne Katzenstein – una sobreviviente del Holocausto de aquella ciudad – hizo entrega de la llave de una sinagoga local incendiada en esa terrible efeméride que su madre había resguardado desde aquel día.
La tarde del 9 de noviembre de 1938, Katzenstein, que en ese momento tenía 16 años, se encontraba en la sinagoga de su familia practicando el órgano y al terminar utilizó la llave para cerrar el edificio y regresar a casa. Más tarde la sinagoga fue incendiada por los nazis y sólo dos objetos sobrevivieron, un rollo de la Torá y la llave que tenía Katzenstein y cuya historia había contado a la familia.
Bern-Vogel pasó la semana pasada en Alemania, donde había vivido durante más de una década cuando era más joven, reconectándose con amigos, familiares y la comunidad judía de Bielefeld, donde se restableció la sinagoga poco después del Holocausto.
El viernes por la noche, Bern-Vogel y el cantor de la sinagoga de Bielefeld dirigieron juntos los servicios de Shabat. Bern-Vogel cantó una canción adaptada de un poema escrito por su abuelo, con música compuesta por un viejo amigo de Alemania.
Al término de Shabat, la ciudad celebró una ceremonia que comenzó en el lugar de la sinagoga destruida antes de trasladarse al Ayuntamiento, donde se realizó la entrega oficial de la llave, que se añadió a la colección del museo de historia de la ciudad y estará en exhibición en el edificio actual de la sinagoga.
Al respecto, la presidenta de la comunidad judía local, Irith Michelson, señaló que se trata de un acto “inmensamente significativo” para la colectividad – que antes del Holocausto contaba con alrededor de mil judíos y, actualmente se ha revitalizado y cuenta con 450 miembros – pues ahora se tienen en la ciudad las “únicas dos cosas que sobrevivieron de la antigua sinagoga”, lo cual es muy valioso.
Agregó que dado que en la comunidad actual, al igual que en la mayoría de Alemania “no hay mucha gente originaria de la ciudad ni del país, es un recordatorio físico del pasado, una conexión con la historia. Y una posibilidad para aprender y enseñar algo sobre lo que perdimos”.
Información y fotografía: JTA