A pesar de las frecuentes referencias en el mundo árabe al Holocausto, del difundido uso de la terminología nazi y del especial interés por la Segunda Guerra Mundial, entre la gran mayoría de la población prevalece una enorme ignorancia al respecto. La literatura académica e histórica que aborda el tema es limitada y en la memoria colectiva de las naciones árabes, la guerra es percibida como un conflicto del que ellos resultaron perdedores: no participaron pero sufrieron las consecuencias; sus países se convirtieron en campos de batalla y frentes de defensa; sus ciudades fueron bombardeadas y sus tesoros saqueados.
El Holocausto, al igual que la guerra, es considerado un evento distante. No obstante, al referirse a este punto, la mayor parte de sus publicaciones, artículos y libros de historia aluden al enorme precio que durante 50 años las naciones árabes han tenido que pagar por crímenes que no cometieron. Su marco de referencia es el establecimiento del Estado de Israel y los esfuerzos del pueblo hebreo por lograr su consolidación y legitimación.
Consideran que los judíos fueron los verdaderos ganadores de la guerra y éste es el hilo conductor de su discurso.
De hecho, con frecuencia utilizan el argumento de que el Holocausto fue explotado por los sionistas con el propósito de inculcar sentimientos de culpa en el mundo occidental. El periódico palestino Al-Hayat Al Jadeedah en su edición del tres de septiembre de 1997 publicó un artículo afirmando que “el movimiento sionista impulsó el surgimiento de corrientes racistas como el nazismo ya que ambas ideologías comparten características complementarias”. Líderes musulmanes, como es el caso de Shaykin Ja’bari, ex alcalde de Hebrón, llegan incluso a proponer a los judíos que “construyan un monumento a Hitler y Haj Amín el Husseini (Mufti de Jerusalem durante la Segunda Guerra Mundial) en el corazón de Tel-Aviv, por ser co-fundadores del Estado de Israel”.
En sus intentos por describir lo que llaman el “comportamiento corrupto” de los judíos, se encuentra la explicación a las constantes persecuciones y pogroms antisemitas. De acuerdo a su lógica, los judíos provocaron el Holocausto con sus propias acciones. “El Führer” -afirman- “intentó salvar a Alemania y al mundo del mal que asentaba sus raíces en tierra europea.” De este modo, admiten la aniquilación de los judíos por las huestes nazis y justifican la masacre, llegando incluso a lamentar que el trabajo no hubiese sido terminado.
Desde comienzos de la década de los sesenta los árabes adoptaron los símbolos nazis y su terminología para referirse al sionismo. Racismo, campos de concentración, tortura y genocidio, son expresiones utilizadas para describir al Estado de Israel y convertir a las víctimas en victimarios. Con frecuencia la swástika aparece en caricaturas que representan el encuentro entre soldados judíos vestidos como verdugos alemanes con indefensos palestinos. Es así como irónicamente, a pesar de que niegan el Holocausto, establecen un paralelismo entre Israel y los nazis.
Evidentemente la aceptación del Holocausto no surgió de la comprensión de su trágico significado. Fue, en realidad, resultado de la argumentación árabe en contra del sionismo y el mundo occidental. En un intento por culpar al movimiento sionista de colaborar con las fuerzas del Tercer Reich, establecen que “el liderazgo judío, en su ansiedad por alcanzar sus metas, no dudó en alentar la masacre para impulsar la salida hacia Palestina”.
La trivialización del genocidio es una de las constantes en la literatura árabe: “el Holocausto, reiteran, no fue único de los judíos; millones de cristianos y musulmanes fueron asesinados en situaciones similares” En este contexto Hazim Sariya, comentarista libanés autor del libro Defendiendo la Paz, establece que “los judíos -a diferencia de los palestinos- lograron sacar provecho de su tragedia, constituyéndose en modelo del sufrimiento humano”.
La Negación del Holocausto
En fecha reciente un periodista egipcio de la conocida revista mensual October (Octubre) viajó a Israel. Tras su visita publicó sus impresiones en forma detallada, concluyendo que los israelíes no poseían ninguna característica específica. Considera, sin embargo, que “la vida de los judíos está recubierta de mitos históricos. Entre las invenciones más recurrentes se encuentran: la existencia de crematorios nazis -con la cual lograron obtener el apoyo internacional para constituirse en un Estado- y la presencia de una amenaza árabe que sirvió para obtener la compasión de las naciones desarrolladas”.
A través de la negación del Holocausto los revisionistas árabes pretenden desligitimar la existencia del Estado de Israel, que es considerado el resultado de los sentimientos de culpa y responsabilidad de occidente. Es por ello que persisten en su empeño por confundir sus dimensiones, una tendencia que comenzó en los primeros años de la posguerra y que se ha ido intensificando.
Desde Abdel Gamal Nasser (presidente egipcio en 1958) hasta Shaykh Jadlallah (líder espiritual del Hezbolá), han cuestionado el número de judíos que murieron durante el Holocausto. A su vez, la mayor parte de los escritores revisionistas árabes han adoptado el enfoque neo-nazi para apoyar sus teorías, utilizando diversos argumentos entre los que destacan que: nunca existió un plan para aniquilar a los judíos; las cámaras de gas son una invención y las cifras manejadas son producto de la imaginación; los juicios de Nuremberg fueron fabricados y los judíos arruinaron la reputación de Alemania al difundir el mito del Holocausto.
Como parte de esta corriente revisionista en el mundo árabe destaca Ahmad Rami, un nacionalista marroquí quien en el verano de 1993 fue contratado por el periódico egipcio Al-Sha’b como corresponsal para asuntos europeos. Establecido en Suecia desde 1973, Rami es gran admirador del panarabismo de Nasser y mantiene profundos vínculos con extremistas árabes y revisionistas europeos. En 1987 estableció Radio Islam una radiodifusora antisionista y antisemita. La estación, aparentemente financiada por Libia, Irán y otras fuentes árabes, fue clausurada por las autoridades suecas en 1992. Acusado de difundir propaganda racial, Rami fue encarcelado durante algunos meses. Actualmente mantiene nexos con conocidos revisionistas como es el caso de Robert Laurisson y el recientemente fallecido Ernst Remer. La radio continúa con sus transmisiones.
Varios revisionistas del Holocausto mantienen contacto con autores árabes y son considerados símbolo por periodistas, escritores y políticos de todas las tendencias ideológicas. Tal es el caso de Robert Garaudy, filósofo francés convertido al Islam juzgado en París por debatir sobre los crímenes en contra de la humanidad. Garaudy, de 84 años, recibe apoyo financiero y moral del diario Al- Khaleej, editado en los Emiratos Arabes Unidos. El discurso árabe sobre el Holocausto y su negación derivan del movimiento occidental, pero tienen un propósito distinto. Su objetivo no es rehabilitar el pasado ni “asesinar la memoria de los ya asesinados” como lo define Pierre Vidal Naquet. Los árabes y en especial los palestinos, luchan por construir una memoria paralela.
En términos generales, los argumentos utilizados por los árabes se han ido sofisticando. No obstante, comienzan a escucharse voces distantes, como es el caso del escritor Hazim Sariya que invitan a sus compatriotas árabes a mostrar más sensibilidad a la tragedia judía para así entender a los palestinos. La mutua comprensión ayudará, sin duda, a vencer obstáculos en el camino hacia la paz.
BIBLIOGRAFÍA
Webman, Esther Holocaust Denial in the Arab World Tel Aviv University, Israel, 1997