1. El primero de julio de 1994 Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), llegó al territorio autónomo de Gaza. En su segundo día de visita, ante una multitud concentrada en el campo de Jabaliya -cuna de la Intifada o levantamiento palestino- el dirigente árabe exigió a su pueblo que “afronte el gran desafío de su historia, el de poder construir la autoridad palestina y después el Estado palestino con Jerusalem como capital”. “Jerusalem será” -afirmó- “como Roma, capital de Italia y del Vaticano”. Así mismo, ante la emisora británica BBC y en Rafah, al sur de la Franja de Gaza, reiteró jubiloso que los palestinos “juntos rezaremos en las mezquitas de Jerusalem, que será la capital de Palestina”.
2. Semanas antes, en una mezquita en Johannesburgo, Sudáfrica, Arafat instó a sus seguidores a iniciar un Jihad o guerra santa para recuperar Jerusalem. Poco después el líder palestino rectificó sus palabras; aclaró que utilizó una expresión del lenguaje religioso islámico y que fue mal interpretado. Las declaraciones de Arafat así como las de otros líderes palestinos, provocaron manifestaciones de miles de colonos judíos y de militantes de partidos de derecha en Israel, quienes nuevamente pusieron en tela de juicio la sensatez del acuerdo de paz con los palestinos.
3. Es un hecho que las tradicionales posiciones israelí y palestina con respecto a Jerusalem son excluyentes. Esta última demanda derechos soberanos sobre la zona oriental de la ciudad por considerar que la mezquita del Domo de la Roca es el sitio desde donde el profeta Mahoma ascendió al cielo. Para los judíos Jerusalem ha sido, por 3000 años, “la ciudad santa”, capital única e indivisible del pueblo judío, la fibra más íntima del Estado de Israel.
En la décima ronda de conversaciones de paz, llevadas a cabo en Washington en junio de 1993, los palestinos bregaron por incluir la zona oriental dentro de los límites de la autonomía. Sin embargo se postergó la solución de este espinoso problema, el más complejo en las relaciones entre judíos y palestinos, para una fecha posterior. Así, en base a los acuerdos de Oslo y El Cairo, los palestinos podrían plantear sus demandas con respecto a Jerusalem dos años después de instituida la autonomía.
4. No obstante, pese al plazo fijado para ventilar esta cuestión vital, todo parece indicar que la batalla por Jerusalem ya ha comenzado. Faisal Husseini, miembro del Consejo Palestino, entidad responsable del manejo de la autonomía en Gaza y Jericó, ha insistido que éste es el momento de decidir el status final de la ciudad en disputa. Las autoridades israelíes rechazan dicha postura y exigen que la Orient House (sede del liderazgo palestino), las oficinas de turismo, de industria e información, así como otras manifestaciones institucionales del nacionalismo palestino que actualmente funcionan en Jerusalem, se reubiquen en Jericó.
5. Ha existido hasta ahora consenso entre los israelíes de que Jerusalem debe permanecer indivisible, que la ciudad debe permanecer abierta y con libre acceso. Así mismo se debe garantizar la seguridad física de todos sus habitantes. Los barrios judíos, construidos en Jerusalem oriental después de 1967, deben continuar bajo soberanía israelí así como los lugares santos para el judaísmo. Sin embargo algunos sectores de la sociedad israelí creen que Jerusalem nunca estará unida si no es compartida. Consideran que es una ciudad de dos pueblos y que la única forma de transigir es mediante el reconocimiento a la realidad política que ha existido desde 1967.
6. Por su parte las facciones radicales, como es el caso de líderes de Hamas -Movimiento de Resistencia Islámica- no aceptan la autonomía limitada y circunscrita a un territorio específico y promueven la idea de que la libertad musulmana no puede existir sin la reconquista total de Jerusalem.
7. Distintos sectores de las sociedades palestina e israelí, así como de la comunidad internacional, han ventilado una diversidad de posibles soluciones al problema de Jerusalem.
-Convertir a Jerusalem en una cuidad universal
-Conservar a Jerusalem como la capital unida pero compartida por dos pueblos que luchan por coexistir, una especie de microcosmos palestino-israelí. Deberá ser una ciudad sin fronteras internas, pero en donde cada zona conserve su singularidad geográfica y étnica.
-Conceder autonomía comunitaria a cada barrio bajo un sistema municipal unitario en el cual democráticamente gobernará la mayoría israelí.
-Mantener a Jerusalem como capital del pueblo judío, respetar los derechos de la minoría árabe y permitir el libre acceso a los lugares santos.
-Permitir un control internacional sobre los lugares santos.