“Si me olvidase de ti, oh Jerusalem, que quede seca mi diestra, ¡Péguese mi lengua a mi paladar, si no me acordase de ti, si no prefiriese a Jerusalem como preferente asunto de mi alegría!”. Salmo 137 (5-6)
Jerusalem, ciudad de paz, representa un mosaico de culturas, nacionalidades y credos que confluyen desde todos los ángulos del orbe. Es historia de pueblos cuya identidad y tradiciones permanecen intactas en vez de disolverse en un crisol de amalgamas, de barrios que reflejan costumbres y tradiciones de vida de sus habitantes, que conviven y trabajan juntos en un estilo de coexistencia que debería servir de modelo para la consecución de la tan anhelada armonía entre los hombres. Ciudad Santa de hipnotizante hermosura, epicentro de las esperanzas humanas.
Actualmente, continúan las polémicas, pues a pesar de que Jerusalem ha sido símbolo de paz y de espíritu fraterno, ha servido también de catalizador para las pugnas más encarnizados entre los pueblos que la veneran.
Desde que los romanos expulsaron a los judíos de Jerusalem, la ciudad fue objeto de conquistas por diversos pueblos. En estas circunstancias, el grado de desenvolvimiento y libertad del que gozaban los judíos en la ciudad dependía de la actitud de tolerancia desplegada por los conquistadores. Fue hasta 1967, después de 19 años de dominio ilegal y arbitrario por parte de Jordania, que Jerusalem unificada volvió a manos judías. Nuevamente, representantes de todos los cultos religiosos tendrían la prerrogativa de visitar sus lugares santos en un clima de absoluta libertad y respeto. En 1980, Israel declaró a la Jerusalem reunificada su capital, tal y como lo había hecho el rey David miles de años atrás, convirtiéndose así el pueblo hebreo, en el primero y único en elegir a esa ciudad como su centro nacional.
Por razones históricas, religiosas y culturales Jerusalem ha sido la piedra angular del judaísmo por más de tres mil años. El Midrash (comentarios rabínicos sobre las Sagradas Escrituras) la exalta como el mismísimo centro del universo. Un historiador anglicano contemporáneo observó que “Jerusalem se transformó en el pensamiento nacionalista del pueblo judío, no únicamente en un símbolo de unidad sino en una síntesis de la concepción total del pacto entre Dios, la tierra y el pueblo”.
Los rezos de los judíos son profusos en sus ruegos hacia Jerusalem. Tres veces al día los judíos religiosos entonan plegarias por una Jerusalem reconstruida. “El año próximo en Jerusalem”, indica el término de las ocasiones más solemnes como en la celebración del Año Nuevo y de la Pascua judía.
En la memoria judía, la ciudad ha sido santificada de muchas otras formas. Las sinagogas se encuentran orientadas hacia Jerusalem, y hasta nuestros días, el sufrimiento experimentado por la destrucción de la ciudad sagrada es expresado al romper la copa de cristal cuando finaliza la ceremonia religiosa del matrimonio.
El reconocido catedrático bíblico Shemaryahu Talmón ha encontrado cerca de 750 referencias a Jerusalem en las Escrituras hebreas. El connotado filósofo judío Abraham Joshua Heschel añade: “Por más de tres mil años hemos estado enamorados de Jerusalem. Ocupó nuestros corazones, llenó nuestras plegarias, inundó nuestros sueños…”.
Obviamente los judíos no tienen un monopolio espiritual sobre Jerusalem, que también es ciudad sagrada para cristianos y musulmanes.
Para los cristianos, Jerusalem es un lugar sagrado ya que fue allí donde Jesús terminó su cometido y fue crucificado. Sin embargo, en ningún periodo de la historia intentaron regresar a la cuna de su religión.
Los musulmanes la consideran sagrada porque creen que desde el monte Moriah, desde la roca donde se dice que Abraham preparó a su hijo Isaac para ser sacrificado, Mahoma ascendió a los cielos. A pesar de esto, para los musulmanes primero están las ciudades sagradas de la Meca y Medina.
El judaísmo tiene también sus lugares sagrados en Jerusalem, como lo son: el Monte de los Olivos, el Monte Zión, el Muro de los Lamentos -como único vestigio del antiguo Templo- y muchos más. Pero la devoción de los judíos por la ciudad no reside únicamente en la suma total de sus lugares sagrados.
A diferencia de otras religiones que han dirigido su reverencia por Jerusalem a lugares conectados con eventos específicos, el judaísmo ha santificado a la ciudad como tal, con lo que se mantiene vivo el espíritu y el significado de Jerusalem en la Biblia.
Teddy Kollek, alcalde de la ciudad decía: “Los judíos aman a Jerusalem intensamente. Los cristianos tienen Roma y Canterbury, y los musulmanes tienen Meca y Medina. A pesar de que para ambos Jerusalem posee un intenso significado, para los judíos es algo más profundo, razón por la cual la hicieron su capital”.
A través de los siglos de dispersión, desesperación y persecución, la imagen de Jerusalem fue preservada en el alma judía, y la presencia judía fue también preservada en la ciudad. En los dos mil años desde que el Templo y la nación hebrea cayeron ante el embate romano, nunca ha habido un periodo en el que no existiera una comunidad judía en Jerusalem.
Jerusalem por lo menos tiene cuatro mil años. Su nombre se encuentra grabado en cerámica del Siglo XX a.e.c. La ciudad fue conquistada por los griegos en el Siglo II a.e.c., por los romanos hasta 324 e.c., bizantinos de 324 a 614, por persas, árabes, cruzados, mamelukos y de 1517 a 1917 por los turcos otomanos. Los ingleses la dominaron de 1917 a 1948. Los hashemitas de Jordania dominaron la parte oriental de 1948 a 1967. A pesar de esto, desde 1844 los judíos han constitutido la mayoría de la población en Jerusalem.
La historia de la ciudad también revela un deseo inquebrantable de mantenerla judía, sin alterar el mosaico de culturas y permitiendo la total libertad de credos. Setenta años después de que los babilonios, destruyeron el primer Templo, los judíos estaban reconstruyéndolo. Roma no sólo saqueó el segundo Templo sino que trató de borrar por completo la identidad judía de la ciudad dándole un nuevo nombre: Aelia Capitolina. Medio millón de vidas fueron sacrificadas en los intentos heroicos pero infructuosos del caudillo judío Bar-Kojba con el fin de salvar Jerusalem del dominio romano. Los cruzados también estaban determinados a llevar a cabo multitud de masacres de judíos, quienes defendieron valerosamente su ciudad, pereciendo o siendo vendidos como esclavos en Italia.
Sin embargo estos últimos regresaron a Jerusalem. “Cuando la ciudad fue reunificada -escribió Teddy Kollek en 1977- todos los judíos tanto los religiosos como los seculares, sintieron que la antigua profecía se hacía realidad. Jerusalem fue nuestra capital incluso cuando no estuvimos aquí por dos mil años. Nadie más la hizo su capital”.
Jerusalem dividida
Después de tres mil años de numerosas sucesiones de gobernantes, en 1948 Jerusalem fue dividida en dos mundos donde cada uno ignoraba casi por completo la existencia del otro, con excepción de las esporádicas balaceras del mundo jordano a los sectores israelíes y el anhelo judío por una ciudad unida.
Si mantener a la Ciudad Santa unida significaba internacionalizarla, los líderes judíos estaban dispuestos a pagar el precio en 1947. Pero los árabes no estaban dispuestos a compartirla con nadie, incluyendo a la comunidad internacional. Unánimemente rechazaron el plan de Partición de 1947 de las Naciones Unidas que hubiera dividido a la Palestina bajo el Mandato Británico en un estado palestino judío y uno árabe. También despreciaron la recomendación adoptada por la ONU el 29 de noviembre de 1947 de hacer a Jerusalem un “corpus separatum bajo un régimen internacional especial… que sería administrado por la ONU”.
El Israel moderno pudo mantenerse como estado pero no logró que Jerusalem se mantuviera intacta. Tropas jordanas, entrenadas por británicos y bajo el mando inglés tomaron posesión de Jerusalem Oriental. Aun la Liga Arabe condenó esta acción.
Bajo el párrafo octavo del Armisticio de las Naciones Unidas de 1949, Israel y Jordania se comprometían a formar un comité de cuatro miembros para asegurar el movimiento sin restricciones a lugares sagrados e instituciones religiosas. Pero sólo fueron palabras. Jordania negó el acceso a los lugares santos y éstos, además, fueron profanados. El barrio judío se transformó en hogar de paracaidistas, y muchas sinagogas fueron destruidas.
Árabes, musulmanes y cristianos fueron rechazados de Jerusalem oriental. Ante las constantes agresiones, 20,000 cristianos emigraron del sector oriental y muchos musulmanes buscaron una mejor vida en otros sitios.
Sin embargo, nadie levantó una queja ante las Naciones Unidas, excepto Israel.
Jerusalem reunificada
La mañana del cinco de junio de 1967, el general Odd Bull, Jefe de las Fuerzas de Observación de las Naciones Unidas recibió un mensaje de Levi Eshkol, primer ministro israelí, en donde prevenía a Jordania que se mantuviera fuera de la guerra, pero fue en vano.
La lucha por Jerusalem fue fiera y costó muchas vidas debido a que se intentó salvaguardar los lugares históricos, pero la ciudad fue recobrada por el mundo. En junio, Levi Eshkol declaró: “Todos los lugares santos en Jerusalem están desde ahora abiertos a todos aquellos que deseen rezar en ellos, a los miembros de todas las religiones sin ningún tipo de discriminación. El Gobierno de Israel ha propuesto como principio básico de su política, salvaguardar los lugares sagrados, asegurar su carácter religioso universal y mantener la libertad de acceso a ellos. Es nuestra intención confiar su administración a los líderes religiosos de las comunidades a que pertenecen”.
Líderes cristianos han congratulado a Israel no sólo por su devoción, sino por haber logrado exitosamente la creación de un clima religioso de apertura en la Ciudad Santa. Los líderes de la Iglesia Evangelista Americana declararon en junio de 1971: “Tomando en cuenta que durante toda la historia Jerusalem no ha sido la capital de ningún otro pueblo más que del judío, nos sorprende que desde 1967 todos son libres de adorar en el sitio de su elección, a diferencia de la situación que reinó de 1948 hasta la Guerra de los Seis Días”.
Los musulmanes también expresaron su aprecio. El sheik Toufiq Assiliya Kadi, de Jaffa, indicó: “Rezamos ahora con nuestros hermanos musulmanes de Jerusalem en la Mezquita de Al Aksa, sitio que añoramos por tantos años”.
En la Jerusalem reunificada los asuntos legales como bodas, divorcios y herencias, entre otros, se convirtieron en responsabilidad de las cortes religiosas de cada comunidad. Los días de fiesta y de ayuno de las tres fes fueron considerados días festivos oficiales y nuevas iglesias así como mezquitas han sido construidas en Jerusalem y sus alrededores.
En Israel existe la libertad de prensa y los ciudadanos árabes utilizan su derecho de voto para elegir al alcalde. Se han creado nuevas fuentes de trabajo para éstos y se ayuda a mantener sus escuelas en un intento por mejorar sus condiciones de vida.
Las autoridades israelíes han intentado promover el modus vivendi entre la gran variedad de comunidades. Sin embargo, las tensiones entre éstas son inevitables debido a diferencias culturales y políticas y al surgimiento de grupos fundamentalistas que buscan exacerbar los ánimos y destruir así el espíritu de integración por el que tanto se lucha día con día.
A pesar de los problemas, Jerusalem continúa unida. Judíos, cristianos y árabes profesan sus culturas separadamente, pero con tolerancia unos hacia los otros. El alcalde Kollek observó: “No estamos tratando de crear una cultura monolítica en Jerusalem, lo que queremos es preservar en ese mosaico multicultural de una sociedad pluralista, las tradiciones que han existido en la ciudad por siglos”.
Hoy en día, años después de la reunificación, existen voces que exigen la internacionalización de Jerusalem, pero sería imposible encontrar un israelí dispuesto a sacrificar su ciudad, que es el alma del pueblo judío, puesto que Jerusalem, sin lugar a dudas simboliza la conciencia histórica de este pueblo.