El antisemitismo que se gesta originalmente en Europa y que se instituye como una tradición popular a lo largo y ancho del continente era ajena hasta hace poco a los pueblos de la cuenca del pacífico. A pesar de que los poderes imperiales de siglos anteriores se encargaron de diseminar los estereotipos antijudíos en las tierras que conquistaban, la falta de contacto directo y de identificación con las consignas abanderadas por el antisemitismo religioso y cultural de Europa Impidieron que los países del Lejano Oriente las internalizaran.
Sin embargo, en fechas recientes, el surgimiento de una corriente antisemita en Japón en donde existe una comunidad de 150 familias judías entre los 120 millones de habitantes- ha llamado poderosamente la atención de estudiosos del fenómeno antisemita, quienes coinciden en que aunque éste no es un rasgo endémico al pueblo nipón, si constituye un problema que merece atención. Más aún resulta indignante su aparición dados los múltiples ejemplos de buena voluntad y benevolencia del gobierno y pueblo japonés y la virtual inexistencia de conceptos y prácticas antijudías.
HISTORIA
Hasta mediados del siglo XIX Japón era una tierra desconocida para los judíos. Cuando en 1853 se abrió el archipiélago japonés al comercio internacional, un pequeño número de comerciantes judíos se estableció en los principales puertos de la isla. Para fines de la década de los 60s, alrededor de 50 familias judías -originarias de Polonia y Estados Unidos- se encontraban instaladas en Yokohama. Y, en los últimos años del siglo XIX se creó en Nagasaki una colonia Judía fundada por inmigrantes rusos, misma que fue gradualmente trasladada al creciente puerto de Kobe.
La inmigración a Japón aumentó durante las primeras décadas de este siglo, particularmente a raíz de la Revolución Rusa. Hubo quienes buscaron refugio en Manchuria y China, pero gran parte de éstos siguieron hacia Japón. Sin embargo, su influencia debió haber sido muy limitada ya que a pesar de la gradual existencia de pequeñas concentraciones judías en las grandes ciudades, los japoneses no tenían conciencia de la presencia entre ellos- de un pueblo distinto, practicante de otra fe.
Durante los años 20s, brotes de antisemitismo comenzaron a surgir entre los ejércitos que habían participado en la expedición a Siberia de 1918 a 1922. La hostilidad hacia los judíos que caracterizaba a gran parte de la población rusa había sido transmitida en el campo de batalla y Los Protocolos de los Sabios de Sión -clásico antisemita- encontró gran acogida.
No obstante, el antisemitismo no se difundía de manera masiva. Se trataba, más bien, de una especie de prejuicio intelectual que reflejaba el temor al Bolchevismo con el que se identificaba a los judíos. Por ello, aunque las hostilidades hacia los judíos crecieron durante la década de los 30s los miles de judíos que vivían en los territorios ocupados por Japón no se vieron afectados.
Los años que siguieron fueron particularmente difíciles para las comunidades judías. El desarrollo de estrechas relaciones con la Alemania nazi provocó la proliferación de literatura antisemita en Japón y, a partir de 1937, decenas de obras antijudías fueron traducidas del alemán al japonés, pero el gobierno y el pueblo nipón permanecieron indiferentes ante este tipo de literatura que se diseminaba en círculos limitados.
Después de la Segunda Guerra Mundial y durante la ocupación americana del Japón (1945-1952) el número de judíos en la isla alcanzó sus máximas cifras, para comenzar a decaer en 1953. Se intensificó el sentimiento de simpatía hacia las víctimas del Holocausto y brotó un interés por los asuntos judíos en general.
La mayoría de los japoneses apoyaron al recién creado Estado de Israel, ya que lo percibían como una nación que luchaba por establecerse ante la animosidad árabe.
A partir de 1967, las imágenes de un Israel fuerte e intolerante y del sufrimiento del pueblo palestino comenzaron a ser asimiladas por la sociedad japonesa. Años después, en la década de los 70s, la crisis petrolera y el boicot árabe provocaron un mayor enfriamiento en las relaciones con Israel, particularmente por la dependencia nipona del crudo árabe.
ANTISEMlTISMO
La imagen que tienen algunos sectores japoneses del judío no deriva de su experiencia directa sino del contacto con los escritos antisemitas, entre los que destacan los argumentos anticomunistas, la propaganda nazi de los 30s y los 40s, las publicaciones que promueven el punto de vista árabe y los clásicos antijudíos editados en los últimos 20 años.
Desde el siglo XIX un extenso cuerpo de literatura sobre los judíos se ha venido editando en Japón. Una de las primeras y más influyentes publicaciones es El Mercader de Venecia de Shakespeare que crea por vez primera conciencia sobre la existencia Judía.
En 1924, Los Protocolos de los Sabios de Sión fue traducida al japonés. El mito de que los judíos pretendían apoderarse del mundo y las consignas supuestamente avaladas por la Revolución Rusa convenció a los japoneses de que debían de aliarse en la lucha contra el comunismo y por la soberanía, por lo que su xenofobia abarcó también al pueblo judío. La siguiente fase comenzó en 1930 con el surgimiento del militarismo en la sociedad japonesa y su tendencia hacia el fascismo. Se editaron libros en los que se aseguraba que los judíos trataban de conquistar Japón al igual que Europa.
Al terminar la segunda guerra mundial, los nipones se sintieron horrorizados ante las evidencias del Holocausto judío. Libros que hablaban del sufrimiento ante las atrocidades nazis, como El Diario de Ana Frank y de la relación entre judíos y japoneses, estimularon un gran interés por el judaísmo. No obstante, estas obras testimoniales e históricas no han tenido el mismo impacto que las que utilizan material sensacionalista. Otra de las fuentes de distorsión sobre los judíos se encuentra en los diccionarios japoneses, los cuales en ocasiones presentan definiciones que llegan a ser altamente ofensivas.
La proliferación de literatura antisemita en Japón en la época actual ha sido analizada por la prensa internacional. Los informes noticiosos se concentran principalmente en los trabajos de Masami Uno, Jefe del Centro de Investigaciones de los Problemas del Medio Oriente, quien en su libro Si Entiende a Judea Podrá Entender al Mundo acusa a los judíos de supuestamente ser los culpables de la depresión de los años 30s Y de estar preparando otra depresión para 1990. Muchas otras publicaciones antijudías reciben amplia divulgación en Japón, pero las autoridades niponas han declarado que las ideas manifestadas no representan la posición del pueblo ni del gobierno. Afirman que el antisemitismo no tiene raíces en la historia cultural de su país y no se explican el auge de estas publicaciones.
CONCLUSIONES
Existe una diferencia fundamental entre el antisemitismo occidental y la actitud japonesa hacia los judíos, que percibe a éstos como un seudónimo de norteamericanos o de extranjeros. A través de esta literatura, los japoneses no expresan hostilidad específica hacia los judíos sino una actitud xenofóbica profundamente arraigada. Sin embargo, es evidente que la falta de contacto entre judíos y japoneses, aunado a este tipo de lectura, ha dado pie al surgimiento de una percepción errónea sobre el judío.
La ola reciente de literatura antisemita en Japón merece la atención de científicos sociales ya que constituye un testimonio a la irracionalidad del antisemitismo. Ni la falta de relación con judíos ni una tradición cultural en este sentido han sido mitigantes para que ciertos sectores de la sociedad nipona hagan suyas las concepciones erróneas de otros pueblos.