Tribuna Israelita

Holocausto: orígenes y causas del antisemitismo nazi

 A partir de que comenzaron a aflorar las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, numerosos estudiosos han intentado hallar las causas y orígenes del intenso antisemitismo que invadió a Europa por siglos y explicar, especialmente, el hecho de que el programa de la “Solución Final” propuesto por Adolfo Hitler hubiera sido acogido con tanto entusiasmo por una nación ilustrada como la alemana.
Durante años, Alemania tuvo un contacto permanente con los judíos y, el antisemitismo en ese país, se diferenció de otros, no tanto por la virulencia de sus manifestaciones, sino por su concepción racista.
El antisemitismo nazi que surgió en Alemania en el Siglo XX tiene orígenes muy antiguos que pueden ser estudiados desde diversas ópticas:

IDEOLÓGICA:
     Al igual que en muchos países europeos, los judíos en Alemania sufrieron, durante siglos, constantes persecuciones, matanzas y expulsiones que se debieron a actitudes estereotipadas. Algunas de estas datan de los inicios de la Era Cristiana y alcanzan su punto álgido durante la Edad Media.
A pesar de que el antisemitismo nazi se desencadena a principios del Siglo XX, las bases de su ideología pueden situarse en el sentimiento antijudío medieval y más adelante con Martín Lutero quien, en 1542, publicó un libelo intitulado Contra los Judíos y sus Mentiras. En éste los acusa de ser usureros, parásitos y ajenos a la nación germana. En verdad, los judíos siendo extranjeros, no deberían poseer nada y lo que poseen debería ser nuestro. Sin embargo, tienen nuestro dinero y nuestros bienes, y se han convertido en nuestros dueños en nuestro país, en donde quiera que se hallen”.
A la vez, Lutero propuso una serie de medidas punitivas contra los judíos que incluían el quemar sus sinagogas, confiscar sus libros y expulsarlos de sus tierras. La filosofía luterana abonó el terreno para la propaganda antisemita y se convirtió en un tema clásico durante el mandato de Hitler.
Siglos después, la filosofía alemana contó con exponentes como Johann Fichte quien, en 1793, afirmó que era necesario expulsar a los judíos del territorio alemán: Sólo hay un medio para protegernos contra los judíos: reconquistar la tierra prometida y enviarlos a todos allí.
Para Fichte, los alemanes eran los únicos capaces de encontrar la verdad además de que llegó a proponer la idea de decapitar colectivamente a los judíos, actitud que se puede relacionar con la “Solución Final” que Hitler trató de implementar años después.
Por su parte, Hegel también manifestó sentimientos antisemitas y consideró a los judíos como la antítesis de la Humanidad.
A finales de ese mismo siglo, el conde Arthur de Gobineau propuso la Teoría de la Supremacía de la Raza Blanca. En su obra habló del ario, del superhombre nórdico germánico, estableciendo que, la mezcla de esa raza pura con otras inferiores, era lo que producía la decadencia de las civilizaciones.
En 1808, el investigador alemán Fiedrich von Schiegel descubrió una relación entre varios lenguajes: el alemán, el holandés, el sueco, etc., y elaboró la hipótesis que afirmaba que estos idiomas derivaban de una protolengua ancestral llamada aria la cual, supuestamente, debía haber sido hablada por los arios. En base a esta teoría, otros pensadores concibieron la idea de la nobleza de los alemanes por constituir una raza superior.
Posteriormente, Houston S. Chamberlain combinó estas teorías para hablar de la hegemonía nórdica. Publicó el libro “Los Fundamentos del Siglo XIX” en donde aseguró que los germanos eran los verdaderos creadores del destino de la Humanidad. Para él, “los judíos son maestros de la intolerancia, del fanatismo de la religión y del asesinato por religión, y apelan a la paciencia cuando se sienten muy oprimidos”. En pocos años, este libro se convirtió en la Biblia de los alemanes gracias al apoyo del Kaiser Guillermo II.
A mediados del Siglo XIX el compositor Richard Wagner escribió un libro en el que difamaba a los judíos, consideándolos incapaces de componer música aria al ser individuos que contaminaban el ideal de esta raza. En una carta que escribió al rey Luis II de Bavaria, Wagner dice: “Yo considero a la raza judía como el enemigo nato del hombre puro y de todo lo noble que hay en él. Y especialmente nosotros, los alemanes, nos hundiremos a causa de ellos, es cosa segura”.
Las creaciones de Wagner sirvieron como trasfondo musical a la Alemania de Hitler.
A finales del Siglo XIX, Friedrich Nietzche propuso su teoría del super-hombre que se encuentra por encima de la moralidad, misma que sirvió para afianzar los conceptos sobre el ideal germano.
La ideología nazi retomó las teorías anteriores para afirmar que los judíos eran por naturaleza una raza inferior y que, su composición genética, determinaba permanentemente sus escasas posibilidades y capacidades. Su líder, Hitler, afirmó que “en su nuevo lenguaje el judío siempre expresa sus ideas viejas; su naturaleza interna no ha cambiado. El judío puede hablar mil idiomas y siempre será judío. Sus características no cambiarán, siempre será el mismo judío”.
De acuerdo a estas ideas, ni la conversión ni la asimilación podrían cambiar al judío. Había que exterminarlo.

POLÍTICA:
La historia de Alemania se caracterizaba por la falta de estabilidad en su forma de gobierno. Durante siglos, el país vivió en un estado de anarquía permanente en donde los judíos sufrieron expulsiones y matanzas.
En 1343 los judíos perdieron sus derechos como ciudadanos bajo el gobierno del emperador Luis el Bávaro. Para 1384 fueron encarcelados en algunas ciudades alemanas y en 1388 los expulsaron colectivamente. Para el Siglo XV pocas ciudades alemanas otorgaron a los judíos el derecho de estadía permanente.
Siendo que tanto la monarquía como la pretendida unidad nacional fracasaron, en el Siglo XVIII la nación se encontró dividida en 300 entidades políticas.
Podemos decir que hasta este momento en Alemania no existía una conciencia nacional como en otros países, por lo que la población tendió a buscar una identidad propia. Se comenzó a crear un ideal mítico, con superioridad de sangre y de criterio. Los alemanes se consideraron el grupo predominante de la raza nórdica y así solucionaron su problema de identidad.
La serie de derrotas militares que sufrieron contra Luis XIV y Napoleón, impulsaron a los alemanes a la formación de un Reich unificado. A principios del Siglo XIX surgió una nueva concepción de la nación germana, y los judíos y otros grupos minoritarios, no tuvieron cabida en ese ideal.
Cuando a mediados de este siglo Alemania sufrió una transformación brusca y se convirtió en una potencia militar, los judíos fueron asociados con fenómenos de desintegración y desorden que resultaron como consecuencia lógica del cambio.
En 1878 el reverendo Adolf Stocker, Capellán de la Corte de Guillermo II, creó el primer partido antisemita cuyo slogan era “Alemania ¡Despierta!”. Stocker consideraba que un odio común permitiría superar las oposiciones que fragmentaban a la sociedad alemana, por lo que abogó por lograr un país purificado de judíos, afirmando que “el judaísmo es una gota de sangre ajena al cuerpo germano y con poder destructivo”.
Para 1890 existían en Alemania diversos partidos antisemitas que fueron adquiriendo poder. Sin embargo, al desencadenarse la Primera Guerra Mundial, se originó una atmósfera de unión nacional necesaria para luchar contra el enemigo extranjero. Aun los judíos fueron considerados como alemanes y el antisemitismo se suavizó.
Pero cuando se fueron perdiendo las esperanzas de ganar el conflicto se produjeron las primeras dificultades. Decayó la unión nacional, comenzó a intensificarse la tensión social y los alemanes buscaron nuevos culpables, eligiendo a los judíos.
A pesar de que los judíos participaron activamente en el frente, el nombramiento de dos judíos para las organizaciones de Servicio de Materias Primas y para la Sociedad Central de Compras, provocó que fueran considerados explotadores del país en guerra. Las autoridades dudaron que los judíos estuvieran cumpliendo con su deber en el campo de batalla, por lo que realizaron un censo de los soldados de este origen, sin dar a conocer los resultados en ese momento. Prevalecía la idea de que los judíos se beneficiaban de la crisis y no participaban en la lucha, argumento que sirvió para la propaganda nazi.
Para 1918, distintos comités antisemitas se habían creado, tales como la Liga Pangermánica, que afirmaba que los judíos eran “el enemigo mortal”, así como Deutschvölkische Blatter, que adoptó la cruz gamada como enseña de su combate contra los judíos.
En 1920 se fundó el Partido Obrero Alemán, que posteriormente se convirtió en el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, mejor conocido como el Partido Nazi.
Al terminar la Primera Guerra Mundial, Alemania vivió una situación de crisis. El Tratado de Versalles obligó a los perdedores a someterse a una serie de condiciones que para ellos resultaban humillantes. La sociedad tradicional se derrumbaba en el caos y la anarquía.
La difícil situación económica provocó que muchos alemanes se encontraran en quiebra; había hambre, huelgas y protestas. Los alemanes aspiraban a tener una autoridad omnímoda para fortalecer sus estructuras políticas y crear nuevos mecanismos de defensa.
Surgieron las reacciones contra los judíos por considerar que se enriquecían de la miseria general. El antisemitismo ganó terreno y para 1930 se comenzó a excluir a los judíos de diversos lugares públicos. Los tiempos estaban maduros para la llegada de Hitler.
En la Alemania de ese momento se presentaron las seis condiciones básicas para que se produjera un Holocausto:
1. Resentimiento generalizado.
2. La existencia de una dictadura.
3. La presencia de una burocracia que cumplía órdenes sin cuestionar.
4. La posesión de una tecnología que permitía cristalizar las ideas.
5. La presencia de un grupo que actuó como chivo expiatorio para justificar la crisis.
6. La existencia de una minoría que fungió como víctima.
A más de 70 años del derrumbe del Tercer Reich, muchos pretenden condenar al olvido los terribles acontecimientos que incidieron, no únicamente en el pueblo judío, sino en toda la civilización moderna.
El nazismo es una consecuencia lógica de las ideas antisemitas prevalecientes por siglos, así como de las condiciones políticas de la Alemania de los 30’s, aunadas a una sociedad en crisis, pero estos actos no hubieran sido posibles sin la colaboración de muchos países y de los miles de individuos que facilitaron la labor concebida por los nazis. También éstos se encontraban sensibilizados a la propaganda nacional-socialista debido a la introyección de lemas antijudíos tradicionales desde mucho tiempo atrás.
El Holocausto no es obra de un hombre ni de una sola nación y, por ésto, la responsabilidad debe recaer en la Humanidad toda que permitió que la intolerancia y el fanatismo se apoderaran de las conciencias de hombres libres.
Por más dolorosas que sean las lecciones que nos ha dejado este capítulo nefasto en la historia, debemos tenerlo siempre presente para asegurar la continuidad de la raza humana.

BIBLIOGRAFÍA

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El Siglo de las Luces
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