Tribuna Israelita

Hamás: El terror al servicio de Dios

Hamas fue establecido en una época en la que el Islam había desaparecido de la vida. Las reglas los valores se transformaron y la maldad, la opresión y la obscuridad prevalecieron… los cobardes se convertían en tigres y la justicia había desaparecido para dar lugar a la falsedad…”  El Pacto de Hamas, 1988

El radicalismo islámico es un fenómeno que afecta a todos los países del Medio Oriente. Es parte de un proceso global de retorno a la fe, que aspira a una forma purificada de Islam normativo; el regreso (al-awdah) no es un nuevo estilo de religión sino la práctica de las normas establecidas a lo largo de los siglos, entre las que se incluye la reafirmación de los valores familiares, del ritual y del estudio, y la consolidación de una comunidad sagrada. Es un movimiento profundamente político y su principal objetivo es corregir toda “desviación” y obtener el poder.

La energía del radicalismo islámico es canalizada a una sola acción: el jihad o guerra santa, que constituye la primera obligación de cualquier musulmán. Como movimiento milenario en busca de la salvación a través de recreación de un pasado distante en un futuro cercano, el radicalismo islámico sostiene que el fin justifica los medios. Esta es la postura de los extremistas musulmanes y de las decenas de miles de integrantes de la organización conocida como Hamas.

Desarrollo Histórico
            Como la mayoría de los grupos extremistas sunnis, Hamas surgió del Movimiento Reformista Islámico conocido en árabe como Salafiyya (antecesores), corriente que emana de las frustraciones de los pensadores musulmanes confundidos por la superioridad militar y tecnológica de la civilización cristiana. El avance de las naciones occidentales durante el siglo XIX desafiaba los principios del Corán, considerado como palabra divina, que explícitamente prescribía el dominio del Islam sobre el Medio Oriente y, eventualmente, sobre el mundo. Para corregir dicha anomalía, algunos líderes musulmanes intentaron imitar el sistema de defensa occidental. Otros optaron por instituir la democracia. Todos los esfuerzos fueron inútiles y, para finales del siglo, Africa y Asia se encontraban bajo influencia occidental.
Bajo la guía de Jamal al-Din al-Afghani, un jurista persa que encontró refugió en El Cairo, la Salafiyya desarrolló una moderna fórmula de redención. Los musulmanes no tenían necesidad de buscar en Occidente la solución a sus problemas; la respuesta la tenían en sus propias creencias y tradiciones. El regreso a las enseñanzas del Profeta Mahoma y sus acompañantes, a los preceptos del Corán y de la hadith (ley oral musulmana), lograrían vencer a sus enemigos, redimir su tierra natal y cumplir la voluntad divina para el futuro de la humanidad.
El llamado de al-Afgani a retornar a los principios del Islam propició una inevitable preocupación por el poder. En 1882, se incorporó a la revuelta en contra de Occidente dirigida por el patriota egipcio Ahmad ‘Urabi. Dicha acción fue suprimida por los británicos, quienes desterraron a al-Afghani. Su seguidor, Muhammad ‘Abdygg, continuó con sus enseñanzas, pero al poco tiempo perdió toda autoridad moral al convertirse en oficial religioso de la administración colonial. El verdadero cambio se generó con el surgimiento del sirio Rashid Rida. Citando al filósofo medieval Ibn Taymiyya, quien apoyaba el uso de la fuerza para conquistar del poder, Rida insistía que los musulmanes no sólo debían ser piadosos, sino fervorosos al difundir la palabra divina a través de la espada.
Las ideas de Rida fluyeron de Arabia a Siria y a Palestina, constituyendo las bases de grupos efímeros como la Sociedad de Prédica y Propaganda Islámica y la Asociación de Jóvenes Musulmanes. Sin embargo, fue en El Cairo donde encontró el terreno más fertil para el desarrollo de su ideología. En 1928, un clérigo llamado Hassan al-Banna estableció el movimiento Hermandad Musulmana con el objeto de eliminar lo que llamaba las “impurezas occidentales insertas en la sociedad egipcia, y restaurar la virtud de la mujer y la integridad de la vida familiar”. Pretendía, a la vez, desalojar a los británicos y a sus corruptos lacayos egipcios. Debido a sus prédicas Al-Banna vivió gran parte de su vida como fugitivo. No obstante, la Hermandad Musulmana se expandió rápidamente hasta convertirse en una de las principales fuerzas políticas de Egipto.
En Siria, Irak y Transjordania se establecieron ramas de este movimiento. En el caso de Palestina, la lucha árabe en contra del sionismo y la presencia de los británicos, aunados al conservadurismo de la población musulmana, propiciaron un medio ambiente ideal para la Hermandad. Sus doctrinas así como sus tácticas fueron adoptas por el gran Mufti de Jerusalem, Haj Amín el-Husseini y se generó un clima de terror en contra de los judíos y los ingleses, pero sobre todo, en contra de sus rivales árabes.
En noviembre de 1947, cuando las Naciones Unidas adoptaron la resolución declarando el establecimiento en Palestina de un estado árabe y uno judío, la Hermandad proclamó la jihad en contra del sionismo e inició una serie de acciones violentas en contra de la población judía y de diversos líderes egipcios. Más adelante, ante la represión del gobierno egipcio, el movimiento se vio obligado a continuar sus actividades en la clandestinidad.
Durante los años cincuenta, la Hermandad se estableció en los campos de refugiados ubicados en Siria, Líbano y Jordania. La organización recibió el apoyo de La Mano Negra, grupo terrorista dirigido por Haj Amín el-Husseini en Gaza, del grupo encabezado por el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y por sus vínculos ideológicos con la dinastía árabe saudí. A lo largo de las siguientes tres décadas, el radicalismo islámico osciló entre el nacionalismo y la monarquía árabes. El primero era militante pero doctrinalmente incompatible; la segunda era tradicional pero decadente. El movimiento continuó recibiendo ímpetu del problema palestino, no obstante, se vio severamente mitigado por las guerras de 1967 y de 1973.
En 1964 Nasser creó la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) con el propósito, entre otros, de contrarrestar a la Hermandad. Para 1968 ésta era ya, un símbolo preeminente de las aspiraciones palestinas. Su reconocimiento por parte del mundo árabe como única y legítima representante del pueblo palestino constituyó un retroceso para las fuerzas radicales. Los acuerdos firmados entre Israel, Siria y Egipto a mediados de los 70’s y la firma del Tratado de Paz de Campo David entre egipcios e israelíes mermaron aún más la fuerza y la legitimidad de la Hermandad.
Bajo este escenario apareció en Gaza el movimiento Hamas. Registrado en 1978 originalmente bajo el nombre de Al-Mujama (La Asamblea) el grupo, que se consideraba como la rama palestina de la Hermandad Musulmana, inició sus actividades educativas y sociales. Su fundador, Ahmad Hussein Yassin, un clérigo de 43 años con estudios en legislación islámica por la Universidad Ayn-Shams de El Cairo.
A partir de 1979 el radicalismo islámico comenzó a cobrar mayor fuerza. La revolución iraní y el asesinato del presidente egipcio Anwar el Sadat en 1981 tuvieron un fuerte impacto sobre la Hermandad Musulmana. Surgió un nuevo movimiento, el Jihad Islámico, que daba prioridad a la acción armada sobre las causas educativas y sociales, y que declaró la guerra abierta contra los enemigos del Islam en todo el mundo.
La ideología del Jihad Islámico tuvo eco entre los integrantes de Al-Mujama. Bajo la dirección de Yassin, la organización estableció un brazo militar que comenzó acumulando armas y planeando acciones en contra de objetivos israelíes. El armamento fue descubierto, Yassin fue arrestado y condenado a 12 años de prisión por encabezar un grupo terrorista. Un año después, a raíz de un intercambio de prisioneros, fue liberado y, rompiendo su promesa de abstenerse de participar en política, se dedicó a fundar una organización más militante. Con el apoyo financiero de Irán y Arabia Saudita se creó Hamas, acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica, con sedes en Jordania, Gran Bretaña y Estados Unidos.
En diciembre de 1987, a raíz de la Intifada y de los violentos ataques perpetrados en contra de judíos, Yassín fue nuevamente detenido por las autoridades israelìes y Hamas fue clasificada como una organización terrorista ilegal. A pesar de ello, continuó funcionando. Para 1988 contaba con nuevas ramas, entre ellas el grupo Izz al-Din al-Qassem, particularmente activo en la execución de palestinos, supuestos colaboradores israelíes. Era así como Hamas se convertía en un desafío tanto para Israel como para la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
En noviembre del mismo año se promulgó la Declaración de Algeria mediante la cual el Consejo Nacional Palestino reconocía la legitimidad del Estado judío. Como resultado Hamas emprendió una virulenta campaña en contra de la OLP.
El mundo ideal, en la imaginación islámica, es aquél en el que la humanidad cree en Dios y su Profeta, Mahoma; un mundo unido en un solo estado que aplica la ley musulmana (Shari’a) y protege al fiel. La brecha entre la visión ideal y el mundo real es una distorsión que todo musulmán debe corregir. El proceso para lograrlo es conocido como jihad, vehículo para satisfacer la voluntad divina.
Generalmente traducido como guerra santa, jihad es el método a través del cual los musulmanes transforman el Dar al-Harb (tierras a ser conquistadas por el Islam) en Dar al-Islam (tierras conquistadas). Una vez incorporadas, estos territorios se convierten en propiedades religiosas e inviolables, dedicadas a Dios. La prioridad de un musulmán es retomar las tierras que fueron conquistadas por los no creyentes: musulmanes -occidentalizados, cristianos y judíos. Los últimos dos, designados por el Corán como los Pueblos del Libro, son minorías protegidas, pero, a la vez, son inferiores en cuanto a sus derechos políticos y no tienen poder sobre los musulmanes. Deben obedecer las leyes suntuarias expuestas en el Pacto de Omar, pagar sus impuestos y jurar lealtad al “Estado” musulmán. Un Estado judío situado en “tierras islámicas” y ocupando Jerusalem, la tercera ciudad sagrada, es un anatema.
El fundamento de la doctrina de Hamas se centra en la idea del jihad en contra de Israel y de Occidente como un todo. Bajo este argumento, el Estado judío será reemplazado por uno palestino para servir, como Irán, de vanguardia para la consumación del jihad. En el proceso, el movimiento tendrá que aliarse con fuerzas antiradicales y seculares, por lo que se permite un tratado temporal con el Frente Popular o aún con Al-Fataj, si el propósito es la liberación de Palestina del yugo sionista.
El radicalismo islámico, un fenómeno regional, ha evolucionado con rapidez en Gaza y la Margen Occidental. Las raíces auténticas del movimiento derivan de las fuerzas innatas del Islam más que de estímulos externos.
Los esfuerzos militares para suprimir la organización pueden servir para frustrar su habilidad terrorista, pero no podrán extinguir la concepción extremista que sirve de fundamento ideológico a las acciones.
Hamas, y los grupos similares, continuarán expandiéndose a través del Medio Oriente, constituyendo una amenaza para las naciones occidentales así como para Israel. Desde Argelia a Kuwait, de Irak a Sudán, el radicalismo islámico espera ascender al poder. La respuesta de Occidente a este desafío, particularmente en sus etapas iniciales, es crucial.

Bibliografía

Bornestein Oren, Michael Hamas: Terror in the Service of God American Jewish Committee, Israel, 1997

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