Tribuna Israelita

ESTEREOTIPO RELIGIOSO
ESTEREOTIPO RELIGIOSO

ACUSACIÓN: LOS JUDÍOS CRUCIFICARON A JESÚS

LOS HECHOS:

En el año 63 a.e.c., los romanos asumieron el control sobre Judea e impusieron su gobierno a través del terror. Los judíos sufrían los malos tratos de las autoridades del Imperio y se veían obligados a pagar altos impuestos. Estas condiciones provocaban constantes sublevaciones por parte del pueblo subyugado, que creía en los predicadores que vaticinaban la inminente llegada del Mesías que los liberaría del gobierno tirano. Entre estos hombres destacó la figura de Jesús perteneciente a la secta judía de los esenios. Su prédica fue recibida por los romanos como un llamado a la rebelión, por lo que Poncio Pilatos -Procurador de Judea- ordenó que Jesús fuera arrestado por el delito de sedición, y que con objeto de evitar una sublevación, fuera crucificado.

 Ya que en Judea reinaba un clima de insurrección (y cualquier motivo sería suficiente para provocar un levantamiento) los romanos consideraron que los hechos concernientes a la crucifixión de Jesús no debían presentarse de manera exacta sino mixtificada. Decidieron mostrar a Pilatos como un ser débil e inocente y adjudicaron el asesinato al Sanhedrín, tribunal judío. Con la institucionalización del cristianismo la tesis de los judíos deicidas se difundió con rapidez. La Iglesia se basó en la acusación de que los judíos crucificaron a Jesús con el fin de marginarlos del resto de la población que empezaba a acoger al cristianismo como la “Religión verdadera”. Sobre ellos-aducían- había caído una maldición que se transmitiría de generación en generación. Fue así como se utilizó este argumento para legitimar la tortura y la muerte de los judíos por más de dieciséis siglos. El odio a los judíos se convirtió en un dogma inculcado a través del catecismo. El 28 de octubre de 1965, durante el Segundo Concilio Vaticano a través de la Declaración “Nostra Aetate”, se reconsideraron las posturas teológicas medievales referentes a la muerte de Jesús. También se hacía un llamado a mejorar y a intensificar las relaciones entre los judíos y cristianos. Esto se expresa en la Declaración de la siguiente manera: “Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Jesús no se puede culpar de lo que sucedió durante su pasión a todos los judíos que entonces vivían ni a los de hoy. Además, la Iglesia deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos”. Desde entonces las relaciones judeo-cristianas en el mundo han adquirido un impulso significativo que se ha traducido en un diálogo constante y permanente basado en puntos comunes entre ambas religiones.