Tribuna Israelita

ESTEREOTIPO ECONÓMICO
ESTEREOTIPO ECONÓMICO

ACUSACIÓN: LOS JUDÍOS SON USUREROS Y EXPLOTADORES

Durante varios siglos los judíos que vivían bajo el dominio del imperio romano gozaban de los mismos derechos que otros ciudadanos. Sin embargo, cuando se adoptó el cristianismo como religión oficial, los judíos comenzaron a perder lo que por ley les pertenecía. Se les prohibió poseer y cultivar tierras, ser artesanos u ocupar cargos administrativos. La única alternativa disponible para ellos fue la de dedicarse al comercio que no era considerado una actividad importante. Para el siglo X las ciudades habían crecido y la navegación facilitaba el intercambio. Gracias a esto el comercio se convirtió en una práctica conveniente y los cristianos quisieron participar del nuevo auge económico. Venecianos y bizantinos, entre otros, ingresaron en la actividad comercial. Para eliminar la competencia judía y que así sus adeptos pudieran obtener beneficios del comercio, la Iglesia prohibió que los judíos se dedicaran a esta actividad. De esta manera las puertas del comercio se cerraron para ellos. En la Edad Media, la Iglesia manejaba la economía y el dinero era considerado como maldito por su asociación con el dominio de lo material. Fue por esto que en 1179 el papa Alejandro III publicó un decreto en el que establecía que los cristianos no debían prestar dinero con intereses por considerarse un sacrilegio. Como a los judíos se les consideraba no creyentes esta disposición no se aplicó a ellos. Para vivir en las ciudades medievales, por carecer de derechos ciudadanos, los judíos requerían del permiso de los señores feudales, quienes sólo se los concedían a cambio de ciertos servicios como el de recolectar los impuestos o actuar como intermediarios en los préstamos. Como consecuencia, entre la población se generó un intenso resentimiento hacia los judíos.

De este modo algunos judíos se convirtieron en prestamistas ya que era una de las pocas actividades que se les permitía llevar a cabo. Considerando que la gente que acudía a un prestamista era porque tenía mucha necesidad, los judíos fueron vistos como seres malvados que se aprovechaban de la desgracia ajena. Además, los únicos usureros que se conocían públicamente eran judíos, ya que los cristianos corrían el riesgo de ser excomulgados de acuerdo con el Concilio de Viena de 1311, por lo que operaban en secreto para no ser castigados. A pesar de las estipulaciones de la Iglesia proliferaron los usureros cristianos quienes eventualmente fueron aceptados por la sociedad.

La imagen del judío usurero, en cambio, pasó a ser un simple estereotipo negativo. En 1378, el autor florentino Giovanni Fiorentine afianzó el estereotipo del despiadado acreedor judío. Dos siglos después Shakespeare inspirado por esto y por El Judío de Malta de Christopher Marlowe crea el personaje de Shylock, el judío usurero que presenta en el Mercader de Venecia. Años después, los Estados recién creados tuvieron que buscar fuentes para cubrir sus necesidades administrativas y burocráticas. Como el sistema feudal había caído, la población emigró a las ciudades por lo que la posesión y el cultivo de la tierra dejaron de ser importantes. Así se dio pie a un gran auge comercial en que se permitía la libre participación de todos, inclusive la de judíos. El incipiente capitalismo creó agudas tensiones sociales ya que la brecha entre los que tenían y los desposeídos se hizo cada vez más honda. En este contexto, la imagen del judío fue asociada con la burguesía y los nuevos ricos, y se generaron hostilidades por las condiciones de injusticia social. Las autoridades frecuentemente atribuían a los judíos las constantes crisis que se vivían, lo que intensificó los sentimientos antisemitas. El estereotipo del judío rico resulta ser una simplificación de la realidad, puesto que en diversas regiones del mundo existe y ha existido un numeroso proletariado judío. Como todo grupo humano los judíos no constituyen un ente monolítico, por lo que aplicarles criterios unidimensionales resulta a todas luces injustificable.