Tribuna Israelita

El levantamiento del Guetto de Varsovia: la resistencia judía a la solución final

La sabiduría convencional establece que el pasado debería servir de pauta para definir nuestras decisiones futuras. Sin embargo la memoria histórica judía, preñada de persecuciones, no pudo ofrecer un instructivo útil para enfrentar a los nazis y su “Solución Final”. Si bien es cierto que los primeros encuentros con las políticas antisemitas de Hitler pudieron ser analizados a través del prisma de la historia, ni la experiencia colectiva ni el cúmulo de conocimientos sirvieron para preveer el Holocausto.
Al finalizar la segunda guerra mundial, cuando se comenzaron a conocer las atrocidades cometidas por los nazis en contra de los judíos, surgieron un sinnúmero de interrogantes. Aquella siempre presente no cesaba de cuestionar la supuesta pasividad judía ante los agresores.

Con el pasar de los años y a raíz de numerosas investigaciones fue adquiriendo forma una corriente que se ha abocado a rescatar las diferentes formas de resistencia judía a la Solución Final.
La respuesta individual y colectiva de las comunidades judías ante este suceso de dimensiones inconmensurables se vio determinada por sus circunstancias pasadas así como por elementos de la misma cultura hebrea. El judaísmo deposita un valor supremo en la vida misma lo que ha dado pie a una tradición presente a lo largo de toda su trayectoria histórica. La obligación de preservar al pueblo hebreo no ha estado en manos de monarcas o ministros, ni de profetas o rabinos, sino en cada individuo. Al mismo tiempo la ética hebrea establece que “Todos los judíos son responsables el uno por el otro”. Pero nunca como bajo el dominio nazi los judíos se vieron forzados a someterse a esta “responsabilidad colectiva”.

LA RESISTENCIA ARMADA
     Durante 1943 núcleos judíos en diversos ghettos y campos de concentración se rebelaron. Esta forma de resistencia armada no surgió como un impulso repentino; no constituyó un acto de valentía personal por parte de individuos o grupos organizados. Fue la culminación de la defensa judía. Hasta el 22 de junio de 1941, cuando Hitler invadió la URSS, los judíos no habían reaccionado ante la amenaza del exterminio total, sino sólo ante el reinado del terror y las disposiciones y restricciones más severas bajo las cuales no cabía considerar una lucha armada. Es por ello que otros tipos de resistencia pasiva caracterizaron las actividades de la clandestinidad judía en los ghettos de Polonia de 1939-41.
El exterminio total se inició con las acciones de los grupos de la SS o Einsatzgruppen y con la ayuda de voluntarios de los países bajo ocupación. Los nazis mantuvieron exitosamente una política de ocultamiento sobre sus planes y la mayoría de los judíos asesinados no se percataba de su destino hasta que se hallaba frente a los escuadrones de ejecución.
Como consecuencia el concepto de resistencia armada sólo existió para los judíos que sobrevivieron a las olas masivas de exterminio y que sabían lo que sucedía. Ante la política genocida de los nazis los judíos organizaron movimientos de resistencia y lucha armada como los levantamientos en ghettos y campos de concentración. En el corazón de la resistencia armada se encontraban distintas organizaciones, remanentes de los movimientos juveniles judíos de la preguerra. Centenares de miles de judíos, imbuidos de un espíritu idealista y de la firme determinación de actuar, participaron en estas acciones. La mayoría de ellos murió en el curso de éstas o debido a represalias.
La división política de Europa bajo la dominación alemana y las diferentes condiciones imperantes en cada país influyeron en los alcances y las actividades de los movimientos de resistencia. En los territorios aliados de Alemania, como Rumania o Hungría, sectores de la población local obstaculizaban su desarrollo. En Polonia, la URSS y Checoslovaquia, que se opusieron a la ocupación germana, era mayor la disposición para resistir activamente.
La proyección de esta resistencia armada se vio influida por diversos elementos entre los que destacaba la disponibilidad de armas. Teóricamente los judíos podían obtener armamento a través de distintos canales que incluían a la población local, a las fuerzas alemanas o aliadas, a las organizaciones antinazis clandestinas locales, a los gobiernos extranjeros o podían fabricarlas ellos mismos. A pesar de esta variedad de fuentes era sumamente complicado conseguir armas y su cantidad y calidad eran muy bajas.
Así mismo el terror alemán y las crueles represalias aplicadas por las autoridades después de cada acto dificultaron estas acciones. A los judíos se les aplicó el principio de la “responsabilidad colectiva” por medio del cual la ejecución de centenares de rehenes y la aniquilación de aldeas enteras, se convirtieron en un importante factor disuasivo. Los judíos se enfrentaban también a la “responsabilidad familiar”. Para pertenecer a un grupo de resistencia el judío debía tomar la decisión de abandonar a su familia.

EN LOS GHETTOS
     En la mayor parte de los ghettos de la Europa oriental ocupada, la población se sostenía por medio de un intenso deseo natural de sobrevivir a la guerra. Miles de judíos sucumbían diariamente al hambre y a las enfermedades. Sobrevivir significaba escapar del ghetto por las noches para comprar o robar comida y medicinas. La rebelión era un paso extremo al cual sólo acudían cuando no quedaba camino alguno para la supervivencia. Paulatinamente los jóvenes de los movimientos políticos judíos comenzaron a organizar la resistencia armada en contra de los alemanes. Para ellos la idea de la autodefensa nunca se había extinguido, pero tenían conciencia del altísimo costo en vidas humanas. Sabían que la sublevación no salvaría a todos los judíos pero al desafiar a los alemanes reivindicarían su sentimiento de dignidad.
Debido a ello los levantamientos en los ghettos no eran considerados una lucha por la supervivencia sino una expresión de la decisión personal o colectiva de no dejarse llevar hacia la matanza sin resistirla. Esta posibilidad sólo estaba al alcance de los hombres y mujeres jóvenes del movimiento clandestino que tenían armas en su poder y que se encontraban en condiciones de luchar.
El 19 de abril de 1943 se inició el levantamiento del Ghetto de Varsovia con la participación activa de cerca de 800 combatientes. Los alemanes sufrieron bajas y se vieron obligados a traer refuerzos a la zona. La lucha prosiguió hasta el 16 de mayo y meses después de haberse sofocado el alzamiento, pequeños grupos seguían resistiendo desde su refugio en las ruinas. Este fue el primer movimiento de resistencia armada. Poco después, en otros ghettos los judíos también se organizaron pero los alemanes habían aprendido la lección y redujeron la posibilidad y los alcances de los levantamientos. Así sucedió en Czestochowa, Bialystock, Vilna, Brody, Bedzin y Cracovia.

EN LOS CAMPOS DE EXTERMINIO
     Estos alzamientos difirieron de las sublevaciones en los ghettos en que dado que no había posibilidad de introducir armamento de contrabando, éste se arrancaba por la fuerza a los guardianes. Las personas que se rebelaban no eran las víctimas que diariamente eran llevadas a las cámaras de gas, sino quienes estaban empleados en diversas tareas relacionadas con el exterminio. La mayor parte de los involucrados morían en la lucha. Algunos de los judíos que lograron escapar de los campos de exterminio o de los ghettos se unieron a los partisanos polacos y a los grupos de resistencia nacional soviéticos. Fue entonces cuando comprendieron que aquellos que se oponían a los nazis podían ser simultáneamente antisemitas e inclusive asesinos de judíos, particularmente en Polonia, Lituania y Ucrania.

OTRAS FORMAS DE RESISTENCIA
     El levantamiento del Ghetto de Varsovia es, a la fecha, símbolo de la sublevación hebrea a la opresión, la persecución y la muerte. Este acto tuvo mayores alcances que la resistencia polaca en contra de la invasión alemana en 1939. Constituyo el primer levantamiento armado de la población urbana en la Europa nazi.
Además de la lucha armada los judíos eligieron otras formas de resistencia que frustraron los objetivos del enemigo de convertirlos en hombres inferiores física y espiritualmente.
En los ghettos y campos de concentración, se organizaron escuelas, se realizaron eventos culturales, circularon más de 50 periódicos clandestinos y se continuó con la tradición judía de la autoayuda. En el campo de concentración de Theresiendstadt, los artistas judíos que de día alimentaban la maquinaria propagandística nazi, expresaban su protesta a través del arte cobijados por el manto de la noche. Todo esto constituye también una forma de resistencia para dignificar la vida y la muerte.
Hubo aquellos que optaron por anotar los eventos y sucesos de cada día para asegurar que en la posterioridad el mundo conociera lo que sucedió durante esa época nefasta. Tal es el caso de los diarios de Chaim Kaplan, las crónicas de Emanuel Ringelblum y las poesías de Yitzjak Katzenelson y Wladyslaw Szlengel. Los niños también tuvieron su forma particular de resistencia a través del cultivo de verduras y de la búsqueda de comida para introducir de contrabando. Para muchos judíos sobrevivir significaba “sobrevivir como judíos”, como un pueblo con memoria histórica, con un cuerpo religioso y moral y con tradiciones y leyes milenarias. Por ello a los niños se les enseñó a leer, se mantuvieron abiertas las yeshivot o academias talmúdicas, se celebraron matrimonios religiosos y los recién nacidos fueron circuncidados. Tales actos eran considerados como ilegales por los nazis y se castigaban con la muerte; no obstante se realizaban día a día. De esta forma los judíos sacrificaban su vida para poder continuar observando los preceptos de sus antepasados.
Quienes pronunciaban sus plegarias en el camino a las cámaras de gas, quienes estudiaban oralmente Talmud mientras hacían trabajos forzados, quienes entonaban sus melodías sabáticas mientras cargaban piedras pesadas, quienes enseñaban hebreo en la clandestinidad, desafiaron a sus verdugos. Así, en oposición a la doctrina nazi los judíos afirmaban que eran seres humanos, que su tradición, su historia y sus valores tenían significado para ellos aún en el umbral de la muerte. La autoafirmación y la lucha armada se entrelazaron en una cadena de resistencia que creció eslabón tras eslabón durante estos aciagos días.
El heroísmo de los luchadores de los ghettos y campos de concentración trasciende toda evaluación que se centre en las cifras de sobrevivientes. El filósofo judío contemporáneo Martín Buber logró ubicar esta lucha en su justa dimensión al recordar que “La verdadera historia del hombre no está compuesta de victorias estériles sino de derrotas fructíferas”.

BIBLIOGRAFÍA

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