A lo largo de las últimas décadas Auschwitz -el tristemente célebre campo de exterminio nazi en el que murieron millones de seres humanos, en su mayoría judíos- se ha convertido en el símbolo por excelencia de la crueldad humana y de los extremos de la intolerancia. Miles de testimonios han dado la pauta para llevar a cabo innumerables investigaciones, ya la vez, han servido de inspiración para -a través de las artes- plasmar su significado de muerte y destrucción.
No obstante la contundencia de los hechos la memoria se desvanece con el paso del tiempo y con la desaparición de los protagonistas de este drama.
En los últimos años se han intensificado las voces que claman que Auschwitz es una “mentira judía”, que no existe la “responsabilidad colectiva” y que el Holocausto constituyó una masacre más en el largo historial de crímenes contra la humanidad. Sin embargo el legado de Auschwitz está a la vista.
LA NEGACIÓN DEL HOLOCAUSTO
Es indiscutible que la historia siempre es interpretada en forma retrospectiva por las generaciones posteriores como un intento por comprender los procesos, sus causas y sus efectos. En el caso particular del Holocausto los esfuerzos sistemáticos por “revisarlo” son parte integral de una iniciativa que pretende incorporar la ideología nazi a la sociedad contemporánea. Quienes niegan el exterminio judío utilizan para sus fines los estereotipos antisemitas tradicionales y se manifiestan abiertamente en contra del Estado de Israel. A través de distorsiones, verdades a medias y mentiras, recrean un mundo en el que los nazis son las víctimas y los judíos son los villanos.
Este movimiento se remonta a 1944, cuando algunos jefes nazis y guardias de las SS que formaban parte del engranaje de la maquinaria asesina comprendieron que la guerra estaba perdida y abandonaron Alemania. Encontraron refugio en Francia, Suecia, los Estados árabes y en diversos países de América del Sur, desde donde iniciaron una campaña para evitar que el nazismo fuese desacreditado. Pronto se convencieron de que para implementar el “Cuarto Reich” era necesario desvincular al nazismo de las atrocidades cometidas durante el Holocausto.
En un principio intentaron minimizar sustancialmente la cifra de judíos exterminados, exoneraron al alto mando alemán -principalmente a Hitler- de la responsabilidad para más tarde afirmar que todo era una invención y que, incluso, los mismos judíos eran los autores de esa masacre. Paulatinamente extremistas franceses, americanos y británicos se fueron sumando a esta corriente. Con su libro Desenmascarando el Mito del Holocausto Paul Rassinier, quien había sido preso político en Buchenwald, fue de los primeros en intentar refutar sistemáticamente los datos y socavar las pruebas. Para finales de los sesentas casas editoriales de prestigio publicaban ya diversos libros que intentaban rebatir el asesinato de seis millones de judíos orquestado por los nazis.
En 1976 el Dr. Arthur R. Butz, norteamericano, profesor de la Northewstern University escribió El Mito del Siglo XX en donde admitía la persecución de judíos pero desmentía su exterminio. La negación del Holocausto adquirió mayor fuerza a partir de 1977 con la fundación del “Instituto de Revisionismo Histórico”, que bajo una fachada intelectual distribuye material antisemita. La negación del Holocausto se convirtió en una mezcla de extremismo, racismo y nacionalismo y sus adherentes adquirieron una legitimidad aparente en círculos intelectuales. Sin embargo ecos revisionistas también se escucharon entre individuos no asociados a grupos abiertamente antisemitas. En la década de los 90’s somos testigos del fortalecimiento a nivel mundial de este movimiento que intenta rehabilitar el nazismo y crear un nuevo orden basado en la “supremacía aria”.
Sus argumentos
A simple vista y eliminando el componente antijudío, los argumentos que utilizan estos “pseudo-intelectuales” parecen lógicos, internamente consistentes y razonables. Intentan ocultar su ideología fascista y antisemita al afirmar que su objetivo es simplemente poner al descubierto cualquier falsedad histórica. Parte de su estrategia consiste en reinterpretar la segunda guerra mundial sin centrarse exclusivamente en el exterminio de los judíos. Al referirse al Holocausto afirman que ningún judío murió gaseado. Tal es el caso de Robert Faurisson, profesor de literatura contemporánea de la Universidad de Lyon, quien afirma que “todo es una mentira y que las cámaras de gas no existieron”. Muchos otros establecen que el Tercer Reich planeaba solucionar el problema judío a través de la emigración y no de la aniquilación. Aceptan que existieron campos de concentración, pero niegan que hubiese campos de exterminio. Las instalaciones de Auschwitz -agregan eran utilizadas para cremar los cuerpos de los prisioneros que morían por diversas causas” incluyendo el “bombardeo genocida” de los aliados. Reconocen que murieron “muchos” judíos durante la guerra, pero que se debió a las condiciones generales que imperaban en la contienda.
David Irving -el más conocido exponente de esta corriente- en su libro La Guerra de Hitler concluye que el Fuhrer fue un líder débil que desconocía la Solución Final. Irving niega que las cámaras de gas de Auschwitz hayan sido utilizadas para exterminar judíos y afirma que los millones que desaparecieron viven en Medio Oriente escondidos bajo falsas identidades.
Diversos países cuentan con una legislación que contrarresta el influjo negativo de quienes niegan el Holocausto. En Alemania, Austria, Italia y Canadá, por ejemplo, la literatura de Irving está prohibida. Así mismo Ernst Zundel y James Keegstra, defensores de Hitler, fueron juzgados de acuerdo con el Código Criminal de Canadá y consignados por publicar material que “puede ocasionar daño al entramado social y promover la intolerancia”.
En los últimos 20 años corrientes antisionistas han utilizado dichas consignas. Comparan perversamente a los israelíes con los nazis y equiparan a los palestinos con los judíos de los campos de concentración al afirmar que “las víctimas se han convertido en victimarios”. Dicha tesis carece de fundamento, ya que a diferencia del régimen fascista del Tercer Reich, en ningún momento el gobierno ni el ejército israelíes han implementado una política de exterminio contra la población palestina de la zona.
La corriente alemana
Existe, a la vez, una corriente de historiadores que intenta estimular el desarrollo de una identidad nacional germana que reivindique a los alemanes, eximiéndoles de su responsabilidad histórica. El Holocausto, afirman, es un hecho reprochable pero “natural” dentro de la evolución de la humanidad. Como tal, los alemanes no deben sentirse más culpables que los demás.
La derecha germana, representada -entre otros- por historiadores como Ernst Nolte, aduce que los alemanes no fueron los primeros en cometer un genocidio ya que fueron precedidos por Stalin quien fue el creador de los campos de concentración. “Sería un error” -establece Nolte- “tomar en consideración sólo uno de los asesinatos en masa, cuando existe la posibilidad de un nexo casual entre ambos”.
Nolte justifica el que Hitler considerara a los judíos como enemigos afirmando que en 1939 Jaim Weizmann, líder del movimiento sionista, declaró que los judíos apoyarían a los adversarios de Alemania. A pesar de las evidencias sobre el proceso que llevó a la “Solución Final”, el historiador considera las políticas antijudías como un producto de la guerra y no como un programa previamente elaborado.
A su vez, Arno J. Mayer, profesor de historia europea en la Universidad de Princeton, sostiene que el exterminio judío fue una reacción ante la inminente victoria de los aliados. Los judíos eran los creadores del bolchevismo y como tales, debían desaparecer. Esta versión contradice la línea de argumentación utilizada consistentemente por los nazis de que los judíos fueron asesinados por ser racialmente impuros.
Por su parte la izquierda radical, con Lenni Brenner a la cabeza, mantiene que los sionistas colaboraron con los nazis para fomentar el antisemitismo en Europa y lograr así la creación de un Estado judío.
LA SINGULARIDAD DEL HOLOCAUSTO
¿Es en efecto el Holocausto un evento singular en el devenir del hombre o es una más de las atrocidades cometidas en la historia de la humanidad?
Hasta hace una cuantas décadas el Holocausto fue considerado un tema esotérico que sólo era discutido entre sobrevivientes y en pequeños círculos intelectuales. La naturaleza traumática de los acontecimientos y el abrumador sentimiento que evocaba, provocó que la humanidad optara por inhibir cualquier reflexión sobre sus antecedentes, sus alcances y sus repercusiones.
La apertura de archivos nazis y la proliferación de testimonios propiciaron que el Holocausto se convirtiera en una “cuestión pública” expuesta a múltiples reinterpretaciones. Tanto en el contexto judío como en el no judío, el tema fue abordado a través de todas las disciplinas. A su vez este evento se convirtió, al igual que la creación del Estado de Israel, en elemento central de la identidad judía.
Los Hechos
Es una realidad que el asesinato masivo es tan viejo como la humanidad, pero las circunstancias particulares del Holocausto lo convierten en un evento singular. Se suele comparar el genocidio judío con atrocidades cometidas en el pasado o en el presente, pero esos otros crímenes masivos han tenido como origen conflictos étnicos o políticos, rivalidades entre mayorías y minorías fácilmente detectables.
El proyecto del nacional socialismo se basaba en la visión de una comunidad “racial” la cual, en términos prácticos, demandaba la selección y el mejoramiento de los elementos considerados valiosos y la total eliminación de aquellos débiles, impuros o indignos. En este contexto la aniquilación de los judíos y su cultura representó un móvil fundamental, un pilar de la estructura nazi y una misión sagrada que se organizó calculando fríamente las ventajas que arrojaría en favor de la élite fascista-capitalista en el poder.
El Holocausto fue planeado y ejecutado como “Solución Final” de un problema: la cuestión judía. Para lograr el exterminio total de un pueblo el Tercer Reich involucró a cada uno de los elementos del aparato burocrático y administrativo del Estado germano y se implementó la más avanzada tecnología. Para alcanzar su objetivo la maquinaria nazi adoptó diversas medidas concretas: a) se definió con precisión a las víctimas; b) se utilizaron los mejores procedimientos jurídicos para facilitar la total eliminación de los derechos de las víctimas; c) se integró un aparato logístico que incluía un sistema ferroviario y cámaras de gas y la participación de administradores, abogados, industriales, etc., dispuestos a colaborar en esa “gran empresa” y d) se buscó el apoyo de historiadores, filósofos y teólogos que fundamentaran ideológicamente el asesinato.
El Holocausto trascendió los límites de la experiencia moderna y trastocó todo principio moral. Nunca antes en la historia de un Estado moderno y “civilizado” la aniquilación de un pueblo fue el elemento central de su política e ideología. Nunca antes, ni después, el asesinato masivo fue perpetrado en forma tan fría y eficiente. A pesar de que los judíos no representaban una amenaza para el Estado germano y que no podían ser percibidos como un bloque de poder colectivo, dada su ubicua distribución geográfica y la carencia de una base territorial o religiosa, cada uno era un objetivo en sí mismo. De hecho desde finales de 1944, cuando la derrota era inevitable, los alemanes continuaron utilizando su inmenso potencial de mano de obra y de recursos logísticos para destruir al judaísmo europeo, mismo que podía haber sido canalizado al frente para detener el avance de los aliados.
El nacional-socialismo también fue para los judíos un hecho singular dentro de la larga historia de persecuciones antisemitas. Durante siglos los judíos sufrieron todo tipo de violencia, fueron expulsados y perseguidos, expuestos a conversiones forzadas. Para Hitler el judío, por su misma esencia, encarnaba el mal absoluto y por ende, la conversión no era suficiente para redimirlo. Había que destruirlo.
RESPONSABILIDAD COLECTIVA
Para Hitler la segunda guerra mundial fue una cruzada para crear una Europa judenrein, libre de judíos. Los nazis lograron exterminar a seis millones de judíos procedentes de 21 países europeos gracias a la cooperación que recibieron de los ciudadanos de las regiones ocupadas. Con excepción de Dinamarca, Finlandia y Bulgaria, los ejércitos alemanes recibieron apoyo para localizar, arrestar e inclusive asesinar a la población judía.
Los polacos, con una antigua historia de antisemitismo y con una población judía que representaba el 10% del total, reaccionaron -en el mejor de los casos- con indiferencia. Gracias a su colaboración los nazis lograron asesinar a alrededor de tres millones de judíos.
De acuerdo con el historiador Samuel Ettinger, los más eficaces cómplices de los alemanes en Europa oriental fueron los ucranianos y los lituanos, aunque también colaboraron los rumanos, los croatas, los húngaros y los eslovacos. Sus aparatos de seguridad se mostraban dispuestos a buscar sin descanso hasta descubrir a un niño judío oculto.
También en Europa occidental los nazis gozaron de la cooperación de la población. En Francia, por ejemplo, los nazis se valieron de la ayuda del régimen de Vichy para deportar a 64,070 refugiados judíos.
Existe además consenso entre historiadores y analistas del Holocausto de que los aliados tenían la capacidad para detener el asesinato masivo a través de un ataque aéreo directo, salvando así cientos de miles de vidas. Este era el imperativo moral. Sin embargo las grandes potencias rechazaron esta posibilidad, a pesar de que existen evidencias que demuestran que Churchill, Roosevelt y Stalin, tenían información que comprobaba la existencia de campos de exterminio.
EL LEGADO DE AUSCHWITZ
Desde una perspectiva histórica se han logrado estudiar los procesos que condujeron al Holocausto pero siguen siendo insuficientes los esfuerzos para comprender la dimensión del horror y los alcances del mal. El fin de la segunda guerra mundial y la liberación de Auschwitz no fueron suficientes para borrar las cicatrices de los campos de exterminio. Sin embargo, el recuerdo del dantesco escenario no debe conducirnos a aceptar como irremediable la fragilidad de la moral humana que conlleva insensibilidad al sufrimiento e indiferencia a la crueldad. Por el contrario, implica ejercer una clara conciencia sobre lo que puede significar el no asumir el pasado como antídoto contra futuras debacles.
Hoy por hoy en diversas latitudes se manifiestan con vigor brotes de violencia inspirados en el ejemplo de la barbarie nazi. La falta de voluntad política por parte de la comunidad de Estados democráticos para acabar con estas lacras fomenta el resurgimiento de movimientos ultranacionalistas y xenófobos.
Pero el legado de Auschwitz está a la vista. Ante los peligros de la amnesia histórica la Asamblea General de las Naciones Unidas en conjunto con la UNESCO han proclamado 1995 como el Año de la Tolerancia y el Consejo de Europa promueve una campaña contra el racismo y la intolerancia. Simultáneamente en sendos países del mundo se promueven legislaciones antirracistas a través de las cuales se busca neutralizar las manifestaciones de extremismo que pueden poner en riesgo la paz mundial.
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