La preservación de la memoria ha constituido uno de los imperativos esenciales dentro del judaísmo. De la recreación colectiva e individual de aquellos capítulos centrales en su trayectoria histórica se han desprendido las vetas que alimentan a la tradición y a la identidad judías. Este ejercicio de la memoria es un mandato que se encuentra consignado en la Torá (Pentateuco): “…No olvides los tiempos pasados” (Deuteronomio 32:7). El versículo que exhorta a recordar que “… fuisteis esclavos en la tierra de Egipto…” es una constante en el texto bíblico. A lo largo de los siglos de existencia judía se establecieron distintas ceremonias con el objeto de conmemorar eventos históricos consagrados en la liturgia hebrea. De este modo las autoridades rabínicas canonizaron, codificaron y ritualizaron la memoria para las generaciones posteriores.
Durante la Edad Media se cultivó la memoria grupal al aparecer una serie de crónicas históricas sobre las Cruzadas. Con la expulsión de los judíos de España se inició una nueva historiografía judía. Se establecieron analogías con arquetipos bíblicos. Los sobrevivientes de las Cruzadas se identificaron con el “sacrificio de Itzjak” y los criptojudíos se reconocieron en la figura de Esther quien en el siglo V a.e.c. rescató a su pueblo de las manos de Amán, ministro persa, ocultando su identidad.
A raíz del impacto de la Cabalá (misticismo judío) en el siglo XVII y del Hasidismo (movimiento religioso iniciado en Lituania por el Baal Shem Tov) siglo XVIII y XIX se inició un estudio crítico de la historia judía. A través del establecimiento de un sistema de fechas y la selección de eventos representativos fue posible establecer una cronología. Esta corriente, presente a lo largo de los años de la Ilustración judía, se mantuvo vigente hasta la segunda guerra mundial que señaló la desaparición de la mayoría del judaísmo europeo.
El drama del Holocausto puso al desnudo el dilema que implicaba, por un lado, la preservación de la memoria de la barbarie y por el otro, el repliegue de los recuerdos de episodios inefables. En un principio el tema no era impartido en las escuelas judías y sólo se mencionaba vagamente en novelas o textos de historia. El significado del Holocausto implicaba necesariamente una reconstrucción y las palabras sonaban huecas. Posteriormente los sobrevivientes transformaron su experiencia de muerte en un impulso vital que conllevó la imperiosa necesidad de relatar su historia, de entender lo que había acaecido y de hacerse entender ante un mundo a la expectativa.
El silencio en el marco de la opinión pública mundial fue roto por primera vez en 1961 con el juicio de Adolfo Eichmann, jefe de la Gestapo y responsable de la implementación de la Solución Final. A partir de 1967, con la guerra de los Seis Días, se aceleró este proceso. El aislamiento del Estado de Israel permitió comprender aún más la soledad que los judíos europeos habían vivido.
En el último cuarto de siglo se han realizado incontables actividades y conmemoraciones sobre el Holocausto. Se han organizado numerosos programas de estudio y se han inaugurado importantes museos alusivos en todo el mundo. Las décadas de los 80’s y los 90’s se caracterizaron por el esfuerzo sostenido para rescatar el recuerdo del genocidio nazi como parte central de la identidad judía. De hecho en Israel la educación formal sobre el tema comenzó a finales de los 70’s y actualmente todo estudiante de preparatoria debe dedicar una tercera parte del tiempo destinado al estudio de la historia judía al análisis del Holocausto. A la vez, destacados artistas israelíes- desde David Grossman, el más popular de los jóvenes novelistas, hasta Yehuda Poliker, popular cantante de rock- han adoptado el Holocausto como el principal tema de sus creaciones.
Esta nueva corriente intenta analizar los hechos históricos objetivamente para colocarlos en su justa dimensión. Signos de esta tendencia pueden ser encontrados en Yad Vashem, el Museo del Holocausto construido en Israel en 1960, mismo que en 1992 inauguró una sección en donde destaca la actividad de la resistencia judía durante la guerra. A lo largo de los años fue evidente la necesidad de glorificar la resistencia armada, actitud que se ha ido desvaneciendo con el tiempo. Más que enfocarse en incidentes aislados de revueltas armadas como se acostumbraba en el pasado, la nueva exhibición enfatiza las diversas respuestas judías al Holocausto, incluyendo las actividades culturales clandestinas y el contrabando de alimentos en los ghettos. Gracias a esta nueva visión los estudiosos del tema no sólo pueden identificar conceptos sino comprender los procesos que condujeron a la Solución Final.
Una situación similar se presenta en el contexto de las universidades israelíes. Las generaciones fundadoras de los departamentos de estudios sobre el Holocausto tenían la misión de desmitificar la supuesta pasividad judía. Actualmente enfocan su atención principalmente en los dilemas morales. También en política hay una nueva actitud: quienes nacieron en el Estado de Israel utilizan la retórica del Holocausto menos que sus predecesores europeos.
Durante décadas el surgimiento de la conciencia sobre el Holocausto se fue alimentando de los ataques antiisraelíes, producto de la alianza entre las naciones árabes y los países comunistas y tercermundistas. El Holocausto se convirtió en factor relevante no sólo para comprender el pasado sino también para vivir el presente. Hoy en día el bloque que promovía el aislamiento de Israel se ha desintegrado. El Estado judío tiene embajadas alrededor del mundo y la resolución 3379 que condenaba el “sionismo como una forma de racismo” ha sido abolida. La nueva era ofrece oportunidades de convivencia pero a la vez concede espacios al racismo y al resurgimiento de corrientes xenófobas en los confines más lejanos. El educar sobre el Holocausto es un imperativo para las nuevas generaciones tanto judías como no judías.
Museografía del Holocausto
El deseo de preservar y de dar nueva luz al material de las distintas manifestaciones de la vida judía dentro de un marco institucional es un fenómeno relativamente nuevo. Surgió a partir del desarrollo de investigaciones realizadas en importantes centros de población judíos en Europa y Estados Unidos a fines del siglo XIX y principios del XX. Durante este período se organizaron las primeras exhibiciones judaicas y de allí surgieron los primeros museos. La mayoría de éstos fueron destrozados o cerrados durante el régimen nazi.
En los últimos años y con el despertar de una nueva conciencia se han construido monumentos y museos alusivos en todo el mundo, principalmente en Alemania, Polonia, Israel y Estados Unidos. Cada nación intenta matizar la historia de la destrucción del judaísmo europeo. Los polacos, por ejemplo, no reconocen que la mayoría de las víctimas de los campos de muerte fueron judíos. En la ex Alemania oriental rehuyen su responsabilidad y prefieren culpar a sus vecinos. El resto de los alemanes tiende a establecer un equivalente entre quienes apoyaron a Hitler y quienes se opusieron.
En la época actual el uso de la iconografía visual -en pintura, escultura y fotografía- junto con el de la tecnología moderna constituye un nuevo vehículo para transmitir la memoria grupal. De hecho el año de 1993 fue fundamental para la historia de la museografía del Holocausto. En febrero se inauguró el Beit Hashoa y Museo de la Tolerancia en Los Angeles, California, en el que se aborda el genocidio judío y se relaciona con el racismo y el odio. Por su parte la construcción del Museo del Holocausto en Washington, situado entre instituciones y museos nacionales, dio pie a una serie de controversias ¿Por qué edificar un monumento a un evento histórico que sucedió en tierras europeas? Porque el Holocausto representa la pérdida de inocencia de toda la humanidad. Es la manifestación del lado obscuro del hombre así como la comprobación de su capacidad para utilizar la tecnología en forma destructiva.
La corriente revisionista que niega la existencia del Holocausto se ha ido popularizando en todo el mundo. En los más distantes confines surgen grupos racistas que enarbolan las consignas nazis que segaron la vida de millones de seres humanos. El olvido o la verdad a medias son los culpables de que el odio racista encarne hoy en día en las nuevas generaciones. Es por ello que más que nunca permanece vigente el precepto bíblico “No olvides los tiempos pasados”, porque si nos resistimos a recordar nuestro pretérito estamos condenados a repetirlo.
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