Tribuna Israelita

Donativos y ayuda a Eretz Israel y los problemas que nos aquejan

La mejilla izquierda arde por los golpes y la mejilla derecha se ruboriza de alegría.

 

—Así nos sentíamos en aquel entonces en Monterrey. Teníamos problemas en nuestra escuela, pero nos alegramos por el progreso del Colegio Israelita de México. El 10 de agosto de 1935 mandamos un telegrama con una cálida felicitación en ocasión de la ceremonia que llevaron a cabo por la colocación de la primera piedra para la construcción de su propio edificio.

 

Recibimos visitantes de la ciudad de México que hacían campañas para ayudar a organizaciones sionistas, en este caso a la ORT y también a un grupo que pedía ayuda para el apoyo de las Escuelas Técnicas en Eretz Israel. El tema de las pláticas era: El Pueblo Judío ante su disyuntiva. Lo curioso era que durante las sesiones todos se veían motivados y alegres, pero en cuanto se iban de Monterrey, no se volvía a hablar del asunto, no pasó nada ni se hizo nada.

 

Eso no quiere decir que no estábamos trabajando. Preparamos una velada luctuosa en memoria de Hertzel y Bialik. Las fechas eran los días 20 y 21 del mes de julio de 1935.

 

Toda la comunidad llegó a la velada aunque en esa época, los agitadores antisemitas de Monterrey no nos dejaban en paz. Ellos eran fieles esclavos y ayudantes de Hitler, pequeños títeres de ideologías importadas que repetían discursos sin entenderlos. Los goyim se pararon a la entrada del local del club y acompañaron con insultos a cada uno que entraba al local. “¡Judíos fuera!”, gritaban, aunque muchos de ellos compraban nuestras mercancías o los tratábamos a diario. Algunos, incluso, parecían disfrutar la provocación, como si fuese un juego. Pero nosotros, acostumbrados a resistir, levantábamos la cabeza y seguíamos adelante.

 

A pesar de todo, la velada se abrió con solemnidad. Se evaluó la vida de los dos grandes espíritus del sionismo y de la literatura hebrea y lo que estos dos grandes judíos hicieron por su pueblo y su patria. Se despertó un sentimiento nacional en todos los asistentes, quienes prometieron su apoyo a Eretz Israel. Vishansky y Rapoport dieron 15 pesos cada uno dando el ejemplo, Moisés Wenger dio 10 pesos y los demás no se decidieron en el momento o no quisieron que los otros supieran cuánto iban a dar y pidieron que los visitemos luego para recoger el donativo.

 

Al final, salimos del local con el orgullo intacto y con la certeza de que, pese a los golpes y las afrentas, nuestra comunidad seguía unida. Caminamos de regreso por las calles de Monterrey, entre murmullos y risas nerviosas, con la convicción de que ni los insultos ni las amenazas nos detendrían.

 

Como siempre, al día siguiente volveríamos a trabajar, a estudiar, a construir nuestro futuro, porque rendirse nunca ha sido lo nuestro; lo nuestro es aguantar, luchar y seguir construyendo.

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