En el Medio Oriente la democracia no ha sido un factor histórico. Aristóteles, en su teoría clásica, define a la democracia como el gobierno del pueblo y de todos los ciudadanos, que se distingue, por un lado de la monarquía como gobierno de uno solo mientras, por el otro, de la aristocracia como gobierno de unos cuantos. El mundo árabe, que constituye la población mayoritaria en la región, desde los inicios de su historia no se ha caracterizado por tener una tradición de pluralismo ni de democracia sino que por el contrario, ha forjado estructuras patriarcales, autoritarias, verticalizadas y severas.
Algunas de las naciones árabes tales como Irak, Libia y Arabia Saudita, entre otras, tienen un sistema político dictatorial en el cual el líder es vitalicio, el parlamento se encuentra absolutamente controlado por el partido oficial, no existen partidos de oposición y la represión es utilizada para aplacar la disidencia y el descontento público.
Otros de los países en Oriente Medio como lo son Egipto, Túnez, Argelia y Jordania están haciendo intentos de llevar a cabo prácticas democráticas tales como la apertura del sistema político para la creación de regímenes pluripartidistas, la aceptación de partidos de oposición y la realización de elecciones parlamentarias. Sin embargo, las perspectivas de cambio aun son escasas.
Existe sin embargo un enclave democrático en la zona el cual, por sus fundamentos políticos sustraídos de sistemas europeos así como por la tradición democrática que halla sus fuentes en la filosofía y en el esquema del pensamiento judíos, refleja una realidad distinta a la prevaleciente en el Medio Oriente. Israel fue fundado por inmigrantes de Europa Oriental en su gran mayoría, quienes ocuparon los puestos de liderazgo en los primeros años, estableciendo las bases del proyecto de nación que regiría el rumbo político del recién formado Estado. Ya en su Declaración de Independencia se pone de manifiesto su vocación democrática: “El Estado de Israel…promoverá el desarrollo del país para el bien de todos sus habitantes; se basará en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los Profetas de Israel; mantendrá una completa igualdad de derechos sociales y políticos para todos sus ciudadanos sin diferencia de credo, raza o sexo; garantizará la libertad de culto, conciencia, idioma, enseñanza y cultura; salvaguardará los Lugares Santos de todas las religiones; y será fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas…”
El sistema político de Israel evolucionó de las instituciones democráticas electas en el tiempo del Mandato Británico. Su estructura política está basada en una democracia parlamentaria dividida en tres ramas de poder: legislativo, ejecutivo y judicial. Este sistema deriva del principio de la división de poderes, los que se controlan y equilibran unos a otros. El poder ejecutivo depende de la confianza del poder legislativo, en tanto que la absoluta independencia del poder judicial está garantizada por ley.
La Kneset, el parlamento de Israel, se encarga de legislar y supervisar el trabajo del gobierno. Los miembros de éste órgano son electos cada cuatro años, pero puede disolverse y llamar a nuevas elecciones antes del término de su período. Las elecciones en Israel son universales, nacionales, secretas y proporcionales. Cada ciudadano tiene derecho a voto desde los 18 años de edad y puede ser elegido a partir de los 21. Desde el establecimiento de Israel, un gran número de partidos pequeños -además de los dos bloques mayoritarios, el Laborista y el Likud- han recibido representación parlamentaria, lo que garantiza una amplia gama de puntos de vista políticos en la Kneset. Divisiones y fusiones, motivadas a veces por causas ideológicas, se producen con frecuencia en el escenario parlamentario de Israel.
Este organismo está constituido por 120 miembros de los cuales se necesita una mayoría para formar un gobierno. Es por esto que generalmente se integran coaliciones entre los distintos partidos políticos ya que ninguno tiene el poder suficiente para lograr una mayoría. El resultado es que los partidos mayoritarios requieren del apoyo de los grupos minoritarios lo que provoca que éstos últimos gocen de un exceso de poder con el cual adquieren concesiones que de otro modo les serían negadas. Una de las consecuencias más graves que ha surgido con la existencia, en los últimos años, del gobierno de coalición formado por el Likud y el partido Laborista es que se ha llegado a un estancamiento tanto en el proceso de paz como en diversas políticas internas. Actualmente ha surgido una gran polémica en cuanto a este problema y se está solicitando un cambio en el sistema electoral.
Asimismo, existe una tradición democrática en la prensa israelí. Los periódicos son propiedad de partidos políticos y de empresas privadas, y tanto la radio como la televisión están supervisadas por la Dirección de Radiodifusión de Israel que es un organismo público independiente. Estos medios de información ofrecen no sólo noticias locales e internacionales sino una amplia diversidad de opiniones. Únicamente los temas militares y los de seguridad están sometidos a la censura.
Algunos sectores dentro de la opinión pública internacional e israelí podrían argumentar que el historial democrático del Estado judío se ha visto seriamente manchado por la situación de violencia que se viene viviendo desde hace años en los territorios de Cisjordania y Gaza. Sin embargo, es preciso recordar que es gracias a esa tradición de apertura así como a la marcada influencia que ha ejercido en Gaza y Cisjordania el que se haya permitido que la población palestina exija su derecho de autodeterminación e independencia y el que los medios masivos hayan puesto esta cuestión en el tapete de las discusiones. Antes de 1967, cualquier indicio de disidencia era reprimido violentamente. Así, Jordania, en septiembre de 1970, conocido mejor como el Septiembre Negro, masacró a cientos de miles de palestinos ya que su sistema monárquico no toleró la oposición al régimen. Precisamente uno de los temas de mayor candencia dentro del debate nacional israelí es el de la preservación del carácter democrático del Estado de Israel que algunos grupos consideran en entredicho donde existe un régimen de ocupación o en un país a donde prevalecen condiciones desiguales entre sus ciudadanos.
Las transformaciones tan radicales que se están suscitando en Europa Oriental y en otras zonas del mundo, mismas que han conducido a una búsqueda incesante por una mayor democratización y por nuevos canales de expresión, no pueden pasar desapercibidas en una zona que representa uno de los últimos reductos de autoritarismo. El Medio Oriente además, es una zona sensible para la preservación de la paz internacional. Por lo tanto, es de esperarse que el espíritu democrático que hoy por hoy permea a una gran parte de las sociedades, se traduzca en un clima de apertura, pluralismo y tolerancia en la región mesoriental.