Tribuna Israelita

Testimonios del infierno: arte del Holocausto. Lic. Carlos Lepe Pineda*

Podría hacerse una reconstrucción del Holocausto a partir de las producciones artísticas que sobrevivieron a ese terrible período, y por las que los sobrevivientes produjeron en los años subsecuentes, pero convendría abordarlas desde diversas perspectivas: técnicas de producción artística, uso de materiales, composición, temática, símbolos…
Palabras clave: Holocausto, arte de los genocidios, valores humanos, uso de materiales, símbolos de sobreviviencia.

I. Introducción
El arte del Holocausto es, en sus formas originales, un arte testimonial. Las primeras obras que tuvieron como motivo principal el Holocausto son creación de los testigos y sobrevivientes en su afán de plasmar aquello que habían visto, oído y vivido. Es precisamente en los días, meses y años inmediatamente posteriores al fin de la guerra que estas obras aparecen como un esfuerzo personal de denunciar, asimilar, recordar y olvidar.
Ciertamente el universo de los campos de concentración es un mundo sin ley y sin lógica. En los campos cualquiera podía sobrevivir, por el capricho de una autoridad y cualquiera podía morir, por el capricho de otra. La opción entre ser víctima de los asesinatos masivos en las cámaras de gas y de “vivir” en condiciones infrahumanas, de extremo sometimiento, al interior del campo, convirtieron la vida humana en una condición precaria y difícil de apreciar.
Puede parecer peculiar, pero no sólo los perpetradores eran crueles con los prisioneros. La realidad es que entre los mismos prisioneros existía una crueldad que hasta la fecha no ha sido descrita cuidadosamente: los prisioneros se robaban unos a otros, los más fuertes abusaban de los más débiles, se buscaba en muchas ocasiones un provecho estrictamente personal, aún a costa de poner en riesgo las vidas de otros. Sólo un ejemplo: Primo Levy cuenta en su libro Si esto es un hombre (1) cómo al ingresar al campo, lo enviaron con el más feroz de los Kapos (una especie de capataz, guardia y asesino a sueldo) “a preguntarle… si es verdad que el suyo era el Kartoffelschalenkommando, el Kommando de Pelar Patatas, y si puede enrolarse en él”. Por supuesto, podemos imaginarnos la violenta y desproporcionada reacción del Kapo. Este humor macabro y asesino sólo puede existir en un mundo en el que se ha tergiversado el valor y el sentido de la vida humana.
El arte del Holocausto, sobre todo el arte de los sobrevivientes, carece, la mayor parte de las ocasiones, de una genuina técnica plástica. Con esto me refiero a que la inclinación a plasmar de modo artístico los recuerdos y las experiencias responde más a una necesidad interior que a una inclinación artística, a un interés de desarrollar un estilo o de perfeccionar las habilidades de composición.
Por supuesto, en estricta teoría estética, uno puede argumentar diciendo que aún esta “necesidad” de expresarse es propiamente artística. Estoy totalmente de acuerdo y, en ese sentido, aceptaría que, en sentido amplio, a este tipo de testigo del Holocausto se le llamara “artista del Holocausto”, aunque el término parece casi chocante.

II. Del ghetto a la muerte
Algunos artistas del Holocausto murieron en el mismo, aunque su obra sobrevivió. En efecto, incluso algunos de estos artistas son totalmente anónimos. Permanecieron tan sólo colecciones de dibujos y pinturas escondidos detrás de una pared de madera, debajo de un piso o en un rincón de un mueble. Por supuesto, no se trata de paredes, pisos y muebles de un campo de concentración, sino de un ghetto. Los ghettos fueron lugares donde los judíos fueron conducidos en masa con el fin de concentrarlos en una zona pequeña y manejable para posteriormente decidir qué hacer con ellos. Los ghettos aparecen a fines de los años treinta y principios de los cuarenta. Poco a poco van a verse sobresaturados (2). La enfermedad hará presa de la población. El hambre y la muerte estaban a la orden del día. El mercado negro era la única posibilidad de sobrevivir y muchas veces eran los niños quienes entraban y salían del ghetto por pequeñas aberturas en los muros, a riesgo de su propia vida.
Posteriormente los ghettos serán “liquidados”, cual fue el término usado por los nazis. Los transportes salían con regularidad de los ghettos con el fin de poner en marcha la industria de la muerte de los campos de concentración: las cámaras de gases y los crematorios (3).
He hablado de “los transportes”. En efecto, esta es otra parte terrible de la historia de los sobrevivientes. Los nazis decidieron asesinar masivamente a los núcleos de población “indeseable” y para ello los transportaban a las fronteras de Alemania (por ejemplo, Dachau) o, aún “mejor”, a los países del este, especialmente Polonia (Auschwitz-Birkenau, Majdanek, Treblinka). Para realizar estos masivos y largos traslados se utilizaban trenes. En los trenes viajaban hacinados más de un centenar de personas en cada vagón para ganado y no se les proporcionaba alimento ni agua. Los muertos en el viaje eran muchos y las condiciones se volvían muy pronto críticas e insoportables.
Existen también representaciones de estos macabros viajes. Incluso se cuenta en alguna colección con pequeños trozos de periódico que los prisioneros lanzaban por las ventanillas, conteniendo un pequeño mensaje y, curiosamente, algún dibujo que representaba su prisión y su desesperación. Un motivo constante de estos traslados (y después, de todo el arte del Holocausto) será el alambre de púas: un instrumento de opresión que se convertirá en un símbolo y en una realidad omnipresente (4).
La llegada al destino final era aún peor. Se bajaba a las personas, se recogían los cadáveres y se realizaba una primera “selección”: los aptos para el trabajo, hacia el campo de concentración; los no aptos, hacia las cámaras de gas (5). El destino de ambos no ra demasiado diferente. Los vivos, vivían rodeados de muerte: se les tatuaba un número en el brazo y se les explotaba como mano de obra esclava al grado de literalmente disponer de su vida al capricho de los oficiales nazis (6). Se les subalimentaba, hasta llevarlos a una condición de desnutrición y hambre extrema. Aparecía entonces la figura de otro personaje típico del holocausto: el hombre consumido por el hambre, literalmente cadavérico, con los ojos hundidos y la mirada perdida. En el ambiente concentracionario se le llamaba “musulmán” (7).
Los condenados a muerte en las cámaras de gas morían generalmente pocas horas después. Se les llevaba con engaños a las cámaras, se les pedía que marcaran cuidadosamente sus equipajes y luego se les introducía a las “duchas”. Curiosamente, predomina la idea de que en lugar de agua salía gas. La realidad es que el gas generalmente no provenía de tuberias, sino que se abrían unos huecos en el techo por los que se arrojaba una lata de Zyklon B, sustancia sólida tóxica, insecticida de origen, que al contacto con el aire se convierte en gas y, al saturar el ambiente, mata de asfixia a las personas (8).
Una vez muertos, los miembros del Sonderkommando (comando especial) sacaban los cadáveres de la cámara de gas. Se arrastraban hasta el crematorio o se subían a los crematorios por medio de elevadores (Ver Figura 8), para convertir decenas, cientos, miles de cuerpos en una montaña de ceniza como la que hoy día se encuentra en el Mausoleo de Majdanek: siete toneladas de ceniza humana que corresponde en promedio a quinientas mil personas incineradas.
Cuando los nazis se dieron cuenta de que perderían la guerra, organizaron la “operación Reinhard”. Esta consistía en liquidar los campos de concentración y destruir toda la evidencia posible. Para ello, en los primero meses de 1945 se realizaron las tristemente célebres “marchas de la muerte”. Se prendió fuego a los campos de concentración y se evacuó a los prisioneros, obligándolos a correr lejos del frente de batalla, por donde se acercaban principalmente los rusos (en el frente oriental). Los prisioneros llegaron a correr hasta 60 kilómetros en una noche. Los que caían eran aplastados por la masa humana que corría o rematados de un tiro por los militares de la retaguardia (9). Fue el costosísimo principio del fin para el ejemplar paradigmático del reino del terror nazi: el campo de concentración.

III Conclusión
Es posible hacer una reconstrucción del Holocausto en función de las producciones artísticas que han sobrevivido a este terrible periodo, y también por las que los sobrevivientes produjeron en los años subsecuentes.
Ciertamente el valor testimonial de estas obras es indudable. Sin embargo, convendría abordarlas desde las más diversas perspectivas: técnicas de producción artística, uso de materiales, características de composición, temáticas, símbolos, etc. El universo artístico del Holocausto tiene una enorme riqueza estética y humana que es necesario conocer, explorar y difundir.
Finalmente, me parece que el valor más importante del arte del Holocausto es su valor educativo y humanístico. Valor educativo, porque nos enseña con un crudo realismo lo terrible de un evento histórico que muchas veces estudiamos con enorme frialdad. La historia es el relato de la vida humana: vida cargada de ilusiones, de decepciones, de dolor y sufrimiento, así como de liberación y esperanza. Por otro lado, el arte del Holocausto tiene un enorme valor humanístico, puesto que es tanto un recordatorio del pasado, como un reproche hacia el presente y una advertencia hacia el futuro: lo que el hombre es capaz de hacer al hombre puede suceder en cualquier lugar, en cualquier momento. La tragedia de nuestro tiempo es que los genocidios se suman unos a otros para escribir la infamante historia de la crueldad y la intolerancia humana. El arte del Holocausto -como el arte de los genocidios, otro “género” olvidado- pueden sensibilizarnos para hacernos más fraternos y solidarios con los perseguidos, los olvidados, los desplazados, los refugiados, los esclavizados, los torturados y los amenazados de muerte en todo el mundo.

Notas
1. Levy, Primo. Si esto es un hombre. Bs As, EDITOR, 1988. 1ª ed. 1958. p. 30.
2. http://art.holocaust-education.net/images/works/3/LG0051X.jpg Leo Haas. Distribución de comida. Dibujo firmado por el autor y fechado en la parte inferior derecha: 4.III.1944. Ghetto Terezin.
3. http://art.holocaust-education.net/images/works/3/LG0053X.jpg Karel Fleischmann. Deportación de Terezin a Auschwitz. Dibujo elaborado en el Ghetto Terezin.
4. http://www.nizkor.org/ftp.cgi/camps/auschwitz/images/Zofja_Rozenstrauch/T1346-02.JPG Zofja Rozenstrauch (No. 48035). Vamos rumbo al Campo. El dibujo tiene una leyenda que explica su contenido: “Días y noches sin una gota de agua para las ciento cuarenta personas en el carro helado. Los valientes saltan por las ventanas, pero podrían ser alcanzados por las balas de los guardias”.
5. http://fcit.usf.edu/holocaust/gifs2/D31.gif David Olère. Impropios para el trabajo. La infancia, la vejez, incluso la condición femenina eran sinónimo de muerte a la llegada a los campos, debido a que se preferían a hombre jóvenes para las tareas de trabajo. La obra se encuentra actualmente en el A Living Memorial to the Holocaust, Nueva York.
6. http://fcit.usf.edu/holocaust/gifs2/D86.gif David Olère. La comida de los muertos para los vivos. Esta es una obra que representa el esfuerzo de Olère (puede observarse su número tatuado en el brazo y además usado como firma -106144) por recuperar comida abandonada por las peronas recién arribadas al campo. Lo que hacía con ella era arrojarla hacia el campo de mujeres. La obra se encuentra actualmente en el A Living Memorial to the Holocaust, Nueva York.
7. Cuando conocí esta denominación me pareció en extremo extraña. Sin embargo, según el testimonio de un sobrevivimente, recibieron este nombre debido a que en la época (los años 30) las hambrunas en los países árabes ocasionaban terribles estragos. Debido a ello, cuando veían a los prisioneros como esqueletos vivientes, la imagen que les venía a la cabeza era que parecían “musulmanes”. Hoy día -trágiamente- diríamos que parecen etíopes, somalíes o, acaso, en una injusta generalización, “africanos”.
8. http://fcit.usf.edu/holocaust/gifs2/D54.gif David Olère. Gaseando. El autor participó durante algún tiempo en la macabra labor de vaciar las cámaras de gas, de modo que esta representación es uno de los pocos testimonios directos con que contamos hoy día para relatar lo que sucedió dentro de las cámaras de gas en aquello terribles momentos. La obra se encuentra actualmente en el A Living Memorial to the Holocaust, Nueva York.
9. http://www.nizkor.org/ftp.cgi/camps/auschwitz/images/Zofja_Rozenstrauch/T1346-20.JPG Zofja Rozenstrauch (No. 48035). Evacuación. El dibujo tiene una leyenda que explica su contenido: “Fuimos llevadas fuera de Auschwitz 18-1-45 en dirección de Wroclaw. Aquellos que no podían sostener el paso eran asesinados en el momento”.

* Carlos Lepe es Coordinador General de Humanidades de la Universidad Anáhuac. Participante del Viaje de Estudios a Polonia e Israel para académicos mexicanos organizado por Tribuna Israelita. Este artículo fue originalmente publicado en Discurso Visual, Revista digital del Cenidiap (Centro de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas. Centro Nacional de las Artes. Consejo Nacional para Cultura y las Artes. Instituto Nacional de Bellas Artes). Número 2, diciembre 2001-febrero 2002.

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