La Tristemente Célebre “Kristallnacht” Presagió la Destrucción del Judaísmo Europeo
Herschel Grynszpan, como lo constata su historia, no era el prototipo del hombre audaz e idealista, sino un joven que se negaba a subsistir en un mundo donde el individuo era sacrificado en aras de ideologías o contingencias políticas . Su acto sirvió para desatar a la fiera, pero en perspectiva nos demuestra también que las acciones de los hombres comunes y corrientes sirvieron y han servido para restablecer la cordura y un sentido de moralidad a donde parece que ya han desaparecido en su totalidad.
Herschel Grynszpan nació en 1921 en la ciudad alemana de Hanover, en el seno de una humilde familia judía de nacionalidad polaca. Como muchos otros, los Grynszpan sufrían constantes humillaciones a consecuencia de la primera ola de legislación antijudía nazi y de los esfuerzos encaminados a librar al Reich de la llamada “dominación judía”. Para escapar a esta terrible situación, en 1936 Grynszpan abandonó Alemania y se refugió en París en casa de unos tíos.
A pesar de su empeño en legalizar su situación en Francia, Grynzspan no lo logró y paulatinamente se convirtió en “clandestin” o residente ilegal. Para el ocho de julio de 1938 los franceses le ordenaron salir del país en el plazo de unas cuantas semanas. Ante la imposibilidad de encontrar refugio en otro sitio, Grynzspan optó por la clandestinidad.
A fines de octubre del mismo año, Grynzspan recibió la noticia de que su familia había sido deportada a Alemania hacia la población fronteriza de Zbaszyn a raíz de un desacuerdo entre Polonia y el Reich con respecto a los expatriados políticos. Grynzspan sólo recibía información fragmentada, pero, por las noticias que provenían de la frontera polaca, tenía todos los motivos para suponer lo peor. Nervioso ante esta situación, compró una pistola y municiones y se dirigió a la embajada alemana en París, en donde pidió ver a uno de los oficiales. Se le condujo a la oficina del oficial Ernst vom Path a quien fusiló inmediatamente para luego entregarse a la policía de la localidad.
Ante los hechos, Reinhard Heydrich, jefe de la policía alemana declaró “como réplica al asesinato del Legionsrat vom Path deben llevarse a cabo manifestaciones antijudías la noche del nueve al diez de noviembre”. Escasas horas después, los activistas partidarios nazis y las tropas de asalto de las Camisas Pardas lanzaron ataques contra los judíos en toda Alemania. Las pandillas nazis asaltaron a los judíos, incendiaron y destruyeron sus propiedades, llenando las calles de cristales. En la “Kristallnacht” -como se le conoce- murieron 91 judíos y entre 20 y 30 mil fueron transportados a campos de concentración. El ministro de Propaganda nazi, Goebbels, describió el incidente como “una sublevación espontánea del pueblo alemán”. Adicionalmente, para indemnizar los daños y prejuicios, Berlín impuso una multa de un millón de marcos a los judíos del Reich, supuestos responsables de lo acontecido. El incidente fue un punto clave en el trato a la judería alemana y austríaca, pues se promulgaron leyes nuevas en las que se excluyó a los judíos de la economía y se confiscaron sus bienes. Así mismo, el Fuehrer designó a Goering para que se responsabilizara de la cuestión judía a través de la expulsión.
Por su parte, Grynzspan enfrentó una prolongada investigación preparatoria a su juicio en París, en donde sostuvo: “Obré por amor a mis padres y a mis correligionarios sujetados injustamente a tratos ultrajantes. Al fin y al cabo ser judío no es un crimen. No soy un perro. Tengo derecho a vivir. Mi pueblo tiene derecho a existir en esta tierra”.
La reacción mundial no se hizo esperar. En Estados Unidos, por ejemplo, se movilizó la opinión pública en favor de Grynzspan. Sin embargo para el gobierno francés el atentado ocurrió en un momento crítico ya que París estaba indeciso en cuanto al alcance de las exigencias alemanas. Los diplomáticos franceses se empeñaban en lograr un acercamiento aplacando las inquietudes alemanas con respecto a la polémica de los refugiados judíos en Francia, considerados un factor irritante, secundario y superfluo en las relaciones entre las dos naciones.
El gobierno francés no demostró ningún interés en el juicio y Grynzspan permaneció encarcelado hasta 1940, cuando, junto con otros prisioneros, fue evacuado a la ciudad de Berges, en donde su convoy fue abandonado a raíz de un bombardeo alemán. Grynzspan decidió entregarse y días después llegó a la ciudad de Toulouse al sur de Francia y se dirigió a la policía.
No obstante, en su afán por acceder a los deseos alemanes, el gobierno de Vichy, sin ningún trámite oficial de extradición, entregó a Grynzspan a los nazis. Una vez que éste quedó en manos del Tercer Reich, no se tuvo mayor información sobre su persona.
Los nazis aprovecharon el caso para enfocar la atención en el supuesto terrorismo judío y en comprobar así mismo la supuesta responsabilidad judía en el estallido bélico europeo. Bajo la dirección de Goebbels procedieron a preparar un espectacular tribunal público que iniciaría sus trabajos el diez de mayo de 1942 ante la presencia de representantes de la prensa extranjera. En el centro de este juicio figuraría la polémica judía.
Sin embargo, a pesar de los preparativos, los trámites del juicio se aplazaron indefinidamente y la información quedó incompleta. Grynzspan desapareció y con toda probabilidad pereció en un campo de concentración nazi durante la última etapa de la guerra, como muchos otros que fueron arrastrados por el hambre, la enfermedad, el maltrato y la masacre.
Existen especulaciones en torno a la falta de voluntad de Grynzspan de prestarse a la farsa que estaban orquestando los propagandistas nazis. A pesar de haber afirmado a las autoridades francesas el motivo inicial de su crimen, parece ser que, ante la posibilidad de que este móvil fuera manipulado en contra de los judíos, Grynzspan declaró a los nazis que se había tratado de un crimen pasional.
La historia de Grynzspan no debe relegarse al olvido. La fragmentada información que poseemos nos revela cómo un joven se ve impulsado a atacar la tiranía despiadada del nazismo, a pesar de sus escasos recursos.
Grynzspan logró trascender en la historia, pues a diferencia de la mayoría de los prisioneros pudo escapar al terrible anonimato que era la suerte con la que corrieron las víctimas del Holocausto.
Nota: Tomado de la prestigiosa revista literaria The American Scholar, órgano de la sociedad honorífica Phi Beta Kappa con sede en Washington, D.C. Fue escrito por Michael R. Marrus, catedrático de historia de la Universidad de Toronto. Traducción a cargo de Liane Gutman.