La historia de las relaciones entre la Organización de las Naciones Unidas (ONU) e Israel está íntimamente entrelazada. El propio Estado de Israel nació al amparo de la Asamblea General, que en 1947 aprobó la Resolución 181, recomendando la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y uno judío. En mayo de 1949, a un año de su establecimiento, Israel se constituyó en el quincuagésimo noveno miembro oficial del organismo internacional.
La primera etapa de colaboración fue útil y fructífera para ambos, ya que el recién creado Estado participó en una amplia gama de actividades dedicadas a la salud, el trabajo, la alimentación, la educación, la agricultura y las ciencias.
Paralelamente al surgimiento de la ONU, comenzó también la Guerra Fría que se caracterizaba por la confrontación de dos ideologías, la capitalista y la comunista, encabezadas por Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente. Este conflicto neutralizó el accionar de las Naciones Unidas en todos los temas de importancia, incluido el Medio Oriente. Decisiones que tenían un valor agregado al puramente político y militar, pasaron a ser contempladas como producto de intereses sectarios, muchas veces espúreos, de la política de una u otra potencia. El aumento de los presupuestos militares, la producción masiva de armamentos nucleares y la expansión ideológica y territorial de las potencias hegemónicas, conformaron una escena internacional, que más que buscar un enfrentamiento militar, pretendía mantener el “status-quo”.
Como consecuencia de esta constelación bipolar se constituyó un bloque integrado por aquellos países que decidieron no pertenecer a la zona de influencia de las dos grandes potencias. Por iniciativa del presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser y del mariscal yugoslavo Josef Broz Tito, se creó el bloque de los “No Alineados”. Sin embargo, al poco tiempo de su creación, se incorporó al bloque soviético en todo lo referente a las votaciones en la ONU. El resultado de este desarrollo fue que durante años, en la Asamblea General, el bloque soviético con el apoyo de los No Alineados y los países árabes y musulmanes, obtuvo una mayoría automática para casi todas sus propuestas.
Desde entonces, la ONU ha demostrado con frecuencia, hostilidad y beligerancia hacia Israel, criticando sus políticas, señalándolo por ofensas que cometen otros países y prohibiendo su participación en diversos foros. Como ejemplo de esto, se encuentra el hecho de que durante la primera mitad de la década de los cincuenta, Israel padeció las sangrientas agresiones de árabes que ingresaban de Egipto y Jordania, y la ONU no ensayó una protesta. Por el contrario, cualquier represalia israelí era condenada severamente por el Consejo de Seguridad.
Así, la ONU se convirtió en un foro constante para los ataques políticos en contra de Israel. En este contexto se crearon diversas comisiones para servir a los intereses árabes, como la División para los Derechos de los Palestinos, el Comité para Investigar las Prácticas Israelíes en los Territorios y el Comité para Conceder los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino. Algunas agencias de las Naciones Unidas también han demostrado posturas similares, como es el caso de la UNESCO que entre 1974 y 1987 instituyó sanciones financieras contra Israel, aceptó cientos de resoluciones criticando sus actividades en la Margen Occidental y denunció los esfuerzos arquelógicos y de restauración de la ciudad de Jerusalem. Por su parte, el Consejo de Seguridad ha aprobado resoluciones responsabilizando exclusivamente a Israel por la violación de derechos humanos, violencia y deportaciones, omitiendo paralelamente, cualquier condena a las violaciones palestinas o árabes. Durante los años sesentas y setentas se aprobaron dos resoluciones que, en las décadas posteriores, se convertirían en la piedra angular de los esfuerzos diplomáticos del Medio Oriente. El 22 de noviembre de 1967, tras la Guerra de los Seis Días, el Consejo de Seguridad adoptó la Resolución 242 con la intención de aportar una solución al conflicto. Dicha resolución representaba una postura conciliadora de distintos anteproyectos expuestos en primera instancia por Estados Unidos y la Unión Soviética y por los “tres neutrales”, India, Nigeria y Mali. El documento final fue redactado por Lord Caradon, representante oficial de la Gran Bretaña y aprobado por los 15 miembros del Consejo de Seguridad. Éste hacía un llamado al retiro de las fuerzas israelíes de territorios ocupados durante el reciente conflicto a cambio de la “terminación de los ataques beligerantes, el respeto y reconocimiento a la soberanía, a la integridad política y territorial del Estado de Israel”.
Durante la Guerra de Yom Kipur, en octubre de 1973, se adoptó la Resolución 338 que hacía un llamado para detener las hostilidades militares e iniciar las negociaciones de paz entre los países árabes e Israel. Desafortunadamente estas resoluciones no han sido la regla, sino la excepción de la actitud de la ONU hacia Israel, dado que la mayoría de los países miembros no reconocen que el conflicto árabe- israelí es producto de una guerra que ha durado 54 años en contra de la mera existencia del Estado de Israel.
A principios de los noventas y como resultado del proceso de paz entre árabes e israelíes, la hostilidad de las Naciones Unidas comenzó a disminuir y se incrementó la participación de Israel en la Organización. En junio de 1993, Israel fue nominado para el Comité de Información. En 1994, sus tropas fueron aceptadas por los cascos azules para participar en las misiones de Angola y Sudáfrica. Paralelamente, delegados israelíes fueron electos para distintos cargos notables, como el Tribunal Administrativo de la Haya, la Vice Secretaría de la Organización Mundial de la Salud y la membresía en el Comité de Derechos Humanos.
Además, de las 29 resoluciones anti-israelíes aprobadas por la Asamblea General en 1992, siete fueron eliminadas y cuatro fueron redactadas a favor de Israel. Asimismo, en 1995 la Asamblea General aceptó 18 resoluciones sobre el Medio Oriente, ocho de ellas no condenaron a Israel, y otras ocho también fueron modificadas. Las resoluciones referentes a la “Cuestión Palestina” en 1993 integraron contenidos positivos para Israel, negando que Jerusalem fuera un territorio ocupado, que Israel tuviera participación en el terrorismo, y que los asentamientos judíos fueran obstáculos ilegales para la paz. Más aún, entre 1993 y 1995, el Consejo de Seguridad no condenó ni una sola vez las actividades de Israel, y por primera vez en su historia condenó al terrorismo en su contra.
La Resolución ejemplar que muestra la actitud de la ONU frente a Israel durante la década de los noventas, surgió en 1993, cuando 155 miembros de la Asamblea General otorgaron apoyo a Israel, Jordania y la Autoridad Nacional Palestina por los logros alcanzados durante el proceso de paz. La Resolución además, favorecío las políticas gubernamentales israelíes.
A pesar de que los judíos fueron la minoría más afectada durante la Segunda Guerra Mundial, durante décadas, el término “antisemitismo” estuvo vedado en textos oficiales de los diferentes órganos de las Naciones Unidas, con muy pocas excepciones. Aún en documentos indudablemente originados en actos de antisemitismo fue imposible incorporar este término a los respectivos textos, ya que los países comunistas de entonces y los países árabes así lo impusieron con el apoyo del Tercer Mundo.
En marzo de 1994, se logró por primera vez introducir una alusión al antisemitismo en la Comisión de Derechos Humanos. La propuesta fue presentada por Indonesia, con el auspicio de un centenar de Estados miembros, y por la misma se exhortó a la eliminación del racismo y de la discriminación racial. La Resolución 9 aludió a las manifestaciones de xenofobia, odio a los negros, antisemitismo e incidentes derivados de la intolerancia, e incluía también, la designación de un miembro informante especial para investigar incidentes de antisemitismo y medidas gubernamentales para combatirlos.
A la fecha, la relación de la ONU con Israel no se ha regularizado: ningún oficial israelí ha sido designado a una posición del secretariado, y de los 189 países miembros que integran el organismo internacional, Israel ha sido el único excluido de los grupos regionales. Por agrupación geopolítica natural le correspondería pertenecer al Bloque Asiático, pero los estados árabes le han negado continuamente su adhesión. En consecuencia, Israel no puede formar parte del Consejo de Seguridad, ni de otros comités clave.
Esta situación se transformó parcialmente en mayo del 2000, cuando Israel se convirtió en Miembro temporal del grupo regional de Europa Occidental y Otros (WEOG), conformado por los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Turquía y Canadá. Aún así, su membresia es limitada debido a que su estatus es temporal, además de que no puede formar parte de algunas agencias principales del organismo, como el ECOSOC (Consejo Económico y Social), la UNICEF, el Consejo General y la Comisión de Derechos Humanos.
ANTISEMITISMO EN LA ONU
“El antisemitismo siempre comienza con los judíos; nunca se detiene con los judíos… y finalmente termina destruyendo las instituciones democráticas y la norma jurídica” Ex Vice Primer Ministro de Suecia, Per Ahlmark.
Una de las resoluciones anti-israelíes más dañinas fue expedida el 10 de noviembre de 1975. Esa noche, apenas 30 años después de la derrota del nazismo, en la Tercera Comisión de la Asamblea General se aprobó con 67 votos a favor la Resolución 3379, propuesta por Cuba y Kuwiat que declaraba que “El sionismo es una forma de racismo y discriminación racial…(y) una amenaza para la paz y seguridad mundiales”. Esa resolución fue producto de un esfuerzo dirigido por la coalición de los estados árabes y el bloque socialista para deslegitimizar a Israel y crear solidaridad en contra de la influencia occidental. Gorondwy Rees, crítico británico no judío, describió la atmósfera imperante de la Asamblea General en éstos términos: “Había fantasmas acechando la Tercera Comisión ese día, los fantasmas de Hitler y Goebbels sonriendo con satisfacción al escuchar que no sólo Israel sino los judíos como tales, eran vilipendiados en un lenguaje que hubiera provocado aplausos histéricos en cualquier acto masivo de Nürenberg…Y había otros fantasmas también en este debate: los fantasmas de los seis millones de víctimas de los campos de exterminio, escuchando las mismas voces que escuchaban cuando se dirigían a las cámaras de gas. La tesis fundamental sostenida por los que apoyaron la Resolución, y fue la mayoría de los integrantes los que lo hicieron, era que ser un judío, estar orgulloso de ello, y estar decidido a preservar ese derecho equivalía a ser un enemigo de la raza humana”.
La Resolución 3379 fue revocada en diciembre de 1991 después de la histórica Conferencia de Madrid, en la que israelíes y árabes por primera vez se sentaron a negociar la paz. No obstante la acusación reapareció en la Conferencia Mundial en contra del Racismo y la Discriminación celebrada en Durban en agosto del 2001. Los países árabes, musulmanes y algunos asiáticos convirtieron la cumbre en una arena de rechazo al Estado de Israel, al sionismo y a los judíos en el mundo, con declaraciones antisemitas dignas de la Segunda Guerra Mundial.
El bloque que promovió dicha acusación estaba integrado por Estados que se han caracterizado por la constante violación de los derechos humanos. Entre ellos figuraban Irán, Irak, Siria, Libia, Sudán, Argelia, Emiratos Árabes Unidos, Yemen, Pakistán, Corea del Norte y Cuba. Países totalitarios donde no existe libertad de expresión ni en prensa, ni en universidades, de tolerancia a otras formas de pensamiento o de expresión religiosa, y que aún en el siglo XXI trafican con esclavos, consideran a las mujeres como objetos de simple reproducción, sin ninguna otra actividad productiva social o económica y que consideran a las personas con diferentes preferencias sexuales como “subhumanos degenerados”.
Paralelamente, dentro de la Comisión de Derechos Humanos con sede en Ginebra el 25% de las resoluciones emitidas hacen referencia a crímenes cometidos por Israel, mientras que son muy poco críticas con respecto a Irak, Irán, Sierra Leona y Sudán. Asimismo, se omiten acusaciones a los ataques terroristas cometidos por palestinos en contra de la población civil israelí y, más aún, se otorga legitimidad a la lucha palestina “por todos los medios disponibles”.
Bibliografía
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