Los judíos se han distinguido, en toda época y en todo lugar, por su defensa de los principios democráticos. La ética judía sostiene que, sólo si se respeta al individuo, independientemente de su sexo, religión, nacionalidad y capa social, se tendrá la posibilidad de vivir libre y dignamente.
La historia del hombre ha estado salpicada de episodios dramáticos en donde los derechos humanos de individuos y pueblos enteros son y han sido transgredidos sistemáticamente hasta nuestros días. Quizás uno de los grupos que se han caracterizado por haber visto sus más elementales prerrogativas conculcadas a lo largo de toda su existencia es el pueblo judío. Diversidad de factores han incidido para que en casi todas las latitudes y en todos los tiempos se haya legislado en contra de esta minoría, que ha sido víctima de la discriminación y de la marginación.
A pesar de que con los movimientos liberales de los últimos siglos se intentó restaurar a los judíos tanto sus derechos individuales como colectivos, las primeras décadas del Siglo XX evidenciaron lo que casi dos milenios de intolerancia fueron capaces de concebir, la bestia nazi que llevó a cabo en forma fría y calculada el genocidio de la tercera parte del pueblo judío.